Le llaman eufemísticamente “la profesión más antigua del mundo”, probablemente porque hay registros que muestran que desde tiempos pretéritos esta actividad estaba presente. De hecho, en el siglo XVIII A.C., en la antigua Mesopotamia, existía el llamado Código de Hammurabi, el cual regulaba los derechos de herencia de quienes ejercían este “oficio”.
Estamos hablando de la prostitución, ese servicio sexual a cambio de dinero al que algunas personas recurren cuando por diversas razones sus necesidades sexuales no están siendo satisfechas de modo convencional.
En este contexto, la revista Vice publicó una supuesta carta de una prostituta vip de Nueva York (Estados Unidos), cuyo seudónimo es April Adams, quien le dedica algunas palabras a las parejas de sus clientes, que en su mayoría son hombres casados.
Querida esposa:
No te conozco pero sé que probablemente tu esposo te engaña con una prostituta. Lo sé porque soy una de ellas y los clientes no me faltan.
Dirás que tu esposo no sería capaz de hacerlo. ¡Él no! Otros esposos tal vez lo hagan, pero la relación y la vida sexual que tienen tú y tu esposo es diferente. Hace diez años, cuando iban en la universidad, hicieron un trío con su compañero de cuarto. Todos los años contratan a una niñera y se escapan a Las Vegas. Nunca se pierden los maratones de La ley y el Orden. ¡Su matrimonio es excelente!
Déjame hacerte una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que tuvieron sexo tres veces en una semana? ¿Cuándo fue la última vez que tu esposo se quejó por eso? ¿No crees que quizá es posible que haya decidido solucionar ese problema sin tu ayuda y por eso acudió a mi?
La buena noticia es que si tu esposo es mi cliente, entonces significa que quiere seguir casado contigo. Está tratando de conseguir un poco de cariño falso de la manera menos problemática posible. Imagínate si en vez de ir conmigo, lo hiciera con tu niñera, tu vecina o tu mejor amiga. Podría seguir, pero creo que ya entendiste mi punto.
Soy una profesional. Soy discreta, aunque hay algo más valioso que mi discreción: mi tiempo, mi atención y mi sexualidad se miden por horas, es decir, cuando el tiempo termina, él es todo tuyo. Y lo más importante: no amo a tu esposo y jamás lo haré. No creo que mi afecto por él sea mayor al afecto que le tengo a mi mesero favorito.
Nunca voy a representar una amenaza para tu matrimonio porque cuando se termine el tiempo, no quiero tener nada que ver con ustedes dos. Nunca voy a salir a cenar con él, ni les voy a llamar a la media noche; tampoco voy a sugerir que se divorcien. Ni siquiera te vas a enterar de que existo. Y si llegas a enterarte, una de dos: es un estúpido o está enojado contigo.
Sí, a veces algunos clientes se enamoran, pero es superficial porque saben que lo que hacemos es falso. No creo que los plomeros adoren los baños, ¿o sí?
Los hombres saben que el cariño que les brindo depende del dinero que ellos me dan a cambio. Él no piensa contarte sobre mí, salir corriendo, llegar al hotel donde me hospedo y gemir con ternura mi nombre falso. Estoy fuera de esa vida. Soy una empleada. Por más que le atraiga sexualmente, jamás va a arriesgarse a sentir algo por mí.
Si por alguna razón las cosas “se complican”, recuerda mi plan a prueba de fallas: soy cara.
En mi experiencia, los hombres —generalmente— no gastan más de lo que tienen en sexo. Si tu esposo necesita el servicio cada dos semanas y tiene 15 mil pesos libres para gastar, además de lo que se necesita en casa, entonces busca a alguien que cobre más o menos lo mismo que yo. Aunque quiera más, no creo que pueda pagarlo. Hay que ser muy insensato para cometer el tipo de locuras que terminan en: “Amor, tengo algo que decirte”.
Si cree sentir algo por mí, seguro se le va a olvidar en dos semanas como cualquier otro capricho. Si de todas formas utiliza el dinero de su jubilación para comprar mi tiempo, entonces espero que lo dejes en la quiebra con el divorcio porque ese hombre no sabe administrar el dinero.
¿Y qué hay sobre las enfermedades? Contrario a lo que ves en las películas, es probable que la mayoría de las prostitutas de hoy en día sean más saludables y conscientes que la secretaria cariñosa promedio. ¿Recuerdas lo que te dije acerca del poco afecto que siento por él? Pues también incluye su perfil epidemiológico. Tampoco tienes que preocuparte por los embarazos. La probabilidad de que quede embarazada en el trabajo es de 0% con una desviación estándar de “Es Broma, ¿verdad?”
Entiendo que aún así no quieras que se acueste conmigo. Volveré a preguntar: ¿Cuándo fue la última vez que tuvieron sexo tres veces en una semana?
No digo que satisfacerlo sea tu deber. Lo que quiero decir es que quizá ya no quieras tener sexo con él tan seguido. Estás ocupada, estresada o simplemente ya no te excita tanto. Lo entiendo, a mí tampoco me excita en lo absoluto.
Ése es el punto. Soy el ingrediente secreto en un gran número de matrimonios exitosos, porque cuando acude a mí, los dos tienen la cantidad de sexo que quieren. Incluso podrían llegar a su aniversario número 50, siempre y cuando no revises su celular. De nada.