Los supermercados lo tienen claro: vas a llegar a casa sí o sí con el carro lleno y los bolsillos vacíos (o llenos de las chorraditas que has comprado en el último estante y para las que ya no tenías ninguna bolsa). Aunque te creas que el desorden que hay en las estanterías es culpa de la desidia de los empleados, en realidad está todo estudiado al milímetro. Aprende las fórmulas más habituales con las que te quieren engañar y combátelas.