Conoce por qué este tipo es el más DESPRECIABLE de la industria farmacéutica ¡Vergonzoso!

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Martin Shkreli tiene 32 años y se ha convertido en el tipo más odiado de Internet después de que el New York Times revelase que su compañía, Turing Pharmaceuticals, ha aumentado en un 5.000 por ciento el precio de un medicamento esencial para el tratamiento de enfermedades infecciosas.

El medicamento, llamado Daraprim, fue adquirido el pasado agosto por la compañía de Shkreli. Inmediatamente, Turing elevó el precio de 13,5 dólares a 750 dólares por pastilla.

El Darapim se usa para tratar la toxoplasmosis, una infección parasitaria que puede causar serias complicaciones —e incluso la muerte— en bebés que se infecten durante el embarazo y en personas con el sistema inmunitario debilitado, como por ejemplo pacientes de SIDA o ciertos enfermos de cáncer.

Tras la subida del precio, un tratamiento que lleva utilizándose 62 años ha pasado a costar centenares de miles de dólares al año de la noche a la mañana, quedando fuera del alcance de muchos pacientes vulnerables y de numerosos hospitales, especialmente aquellos situados en barrios humildes.

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Martin Shkreli tiene 32 años y ha aumento en un 5000% el precio de un medicamento esencial

La comunidad médica no ha ocultado su sorpresa ante un incremento de precio que consideran injustificado.

Aunque en algunas ocasiones el aumento del precio de un medicamento se debe a causas como la escasez del mismo, en este caso responde a una estrategia de negocio que consiste en comprar medicamentos antiguos con poca visibilidad y encarecerlos como “medicamentos especializados”.

Shkreli se ha defendido asegurando que su compañía utilizará los beneficios para investigar en nuevos tratamientos para la enfermedad, con menos efectos secundarios. “Esto no va de una avariciosa compañía farmacéutica tratando de sacarle los ojos a los pacientes, sino de nosotros intentando mantenernos en el negocio”, dijo al NYTimes.

Diversos médicos, sin embargo, han asegurado que el tratamiento funciona correctamente y que no es necesario buscarle alternativas.

Esto no va de una avariciosa compañía farmacéutica tratando de sacarle los ojos a los pacientes, sino de nosotros intentando mantenernos en el negocio (Martin Shkreli)
“Desde luego, no creo que ésta sea una de esas enfermedades por las que hayamos estado clamando mejores terapias”, ha dicho la doctora Wendy Armstrong, profesora de enfermedades infecciosas en la Emory University in Atlanta de Atlanta, a Raw Story.

Shkreli, por su parte, se muestra desafiante en redes sociales, citando a Eminem para defenderse de las críticas, retuiteando a aquellos pocos que le defienden, insultando a los periodistas que cuestionan sus prácticas y asegurando que Twitter es “un gran medio para la rabia de socialistas y liberales”.

No es la primera vez que Shkreli, que proviene del sector de las hedge fund (fondos de alto riesgo), ha intentado una estrategia similar en el campo farmacéutico.

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El pasado año, cuando era el Director General de Retrophin —también especializada en comprar viejos medicamentos para multiplicar su precio—, adquirió un medicamento llamado Thiola, utilizado para tratar una enfermedad renal incurable, y planeó multiplicar su precio por 20. Finalmente, el comité directivo de la empresa le despidió y le demandó por su presunto uso inapropiado de los fondos de la compañía.

Lo cierto es que esta práctica se ha convertido en habitual en la industria. “Es gente que viene los fondos de inversión y que trata de hacer dinero rápido”, dice Amir Attaran, un profesor especializados en legislación médica, a CBC News.

La repercusión del caso Turing, sin embargo, ha convertido a Shkreli en el centro de las iras de la red. Ayer, Hillary Clinton tuiteó que el aumento de precio era “indignante” y anunció que hoy mismo revelaría un plan para reprender este tipo de movimientos.

Directivos de otras compañías farmacéuticas también han alzado la voz contra este tipo de prácticas. El periodista Adam Feuerestein compartió en Twitter la nota de un Director General de una empresa biotecnológica —que prefirió permanecer en el anonimato— en la que aseguraba que Turing no es representativo del conjunto de la industria.

Está por ver si la presión pública logra hacer que Turing revierta su decisión. De ser así, no sería la primera vez que ocurre. Recientemente, el aumento en un 2.000 % del precio de un medicamento contra la tuberculosis en Canadá causó tal indignación que las compañías responsables se han visto obligadas a hacer marcha atrás.

Un medicamento que lleva utilizándose 62 años ha pasado a costar cientos de miles de dólares al año de la noche a la mañana.