Esta mujer adopta bebés que están por morir ¡Conoce sus razones!

La primera niña que adoptó se llamó Emmalynn y sólo vivió 50 días.

En el mundo, a cada hora nacen niños con enfermedades terminales que acortan sus vidas o, de plano, las terminan antes de su primera bocanada de aire. Esta mujer entendió eso como un llamado cuando se desempeñó como enfermera en maternidad y vio cómo podía ayudar a las familias a superar su dolor y, principalmente, a los bebés que más sufren.

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Su nombre es Cori Salchert y contó a Sheboygan Press que, tras haber pasado por maternidad, recién nacidos y cuidados paliativos, sintió una especie de llamado a hacerse cargo de los bebés que ha adoptado y cuidado como ya hizo con sus ocho hijos biológicos en, la que hoy llama cariñosamente, su “casa de la esperanza“.

La primera niña que adoptó se llamó Emmalynn y sólo vivió 50 días.

“Fue un dolor verla partir, pero después agradecimos el regalo y la huella que nos dejó”

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Cori dice que conoce las dificultades que las familias más necesitadas enfrentan al momento de ser padres de un niño con enfermedad terminal y, peor aún, la pena de perder un hijo. Pero también afirma que aunque la gente ve la historia de una manera triste -que sí lo es a veces-, se pierden el 95% de felicidad que viven ella y su familia.

“Trabajando, descubrí que son muchas las parejas que se van con brazos vacíos porque sus hijos mueren en el parto o después de él”

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Cori también contó al medio que su motivación más temprana nació cuando su hermana Amie contrajo meningitis espinal y la fiebre de la infección destruyó su función cerebral, dejando suscapacidades mentales y físicas con discapacidad. Y que, a raíz de ello, fue postrada en un hogar para niños en situación similar, donde después murió ahogada en un pozo.

“En ese momento me pregunté ¿dónde estaba Dios cuando mi hermana más lo necesitó?”

En ese instante, escuchó la canción “Unredeemed” (“No redimido“, en español), de Selah, como un llamado a dejar de preguntar por qué las cosas eran así y rendirse a la voluntad de Dios.

“Puede estar incompleto, puede estar sin arreglar, pero nada que esté roto frente al Señor quedará sin ser redimido”, dice la letra de la canción.

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Aunque sabe que no es agradable ver morir bebés, Cori vio la necesidad de ayudar a las familias  a hacer que la mala experiencia fuera algo menos traumática y así comenzó la organización Esperanza Después de la Pérdida (Hope After Loss Organization), en Sheboygan.

Pero, cinco años después, varias enfermedades autoinmunes atacaron sus órganos digestivos, haciéndola requerir varias cirugías y quedar postrada en cama.

En ese instante, Cori le preguntó a Dios

“¿Cómo vas a redimir esto?”

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Así fue como, durante el 2012, la llamaron preguntando si quería hacerse cargo de una recién nacida sin nombre que, sin los hemisferios cerebrales, no podía oír y sólo respondía al dolor.

Con todo eso en cuenta, y sabiendo que la niña moriría pronto, ella y su familia aceptaron el regalo.

La llamaron Emmalynn y, según Cori, gracias a los esfuerzos de la familia, logró vivir más en su corta vida de lo que muchas personas viven en varios años.

La pequeña Emmalynn se marchó en paz cuando tenía algo más de 50 días de vida. Mientras Cori, con la familia alrededor, la sostenía en sus brazos y le cantaba “Jesús me ama”.

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Dos años después, en octubre de 2014, adoptaron a Charile, de cuatro meses, cuyo daño cerebral no le permitiría vivir más de 2 años, según los médicos. Sin embargo ya superó ese pronóstico.

El año pasado, Charile tuvo que ser resucitado más de diez veces. Se ahoga y necesita de compresiones y máquinas para poder sobrevivir.

 

“Hacemos todo lo posible por hacer que Charlie tenga una vida maravillosa, pero la próxima vez que necesite un proceso de resurrección, sólo lo dejaremos ir. Aunque no deja de ser una idea muy dolorosa”

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Hacía tiempo que Cori quería cuidar bebés con pocas esperanzas de vida. Porque considera unregalo el hecho de poder ser parte de sus vidas y aliviar su sufrimiento, aún cuando apenas pueden darle una sonrisa a cambio. Con el tiempo, dice que ha aprendido que su corazón, como los de su familia, están hechos de un material que se rompe una y otra vez, pero que se vuelve a forjar más fuerte y más hermoso aún.