6 modas “inofensivas” que tuvieron TERRIBLES consecuencias ¡Quién lo diría!

Muchos prefieren ignorarla, pero generalmente las modas traen una carga de problemas que terminamos solapando por la simple necesidad de sentirnos parte del colectivo. Quizá es algo que generé contaminación más adelante, como el popular tamagochi de la década del 90, pero puede ser algo mucho más siniestro, cuyo potencial para provocar muerte solo es advertido cuando es demasiado tarde.

1. La moda del radio que envenenó a París.

Pierre y Marie Curie descubrieron, en el año de 1898, el radio, una sustancia terriblemente radiactiva. Si una persona se mantiene cerca de esta sustancia durante demasiado tiempo, experimentará terribles consecuencias. Sin embargo, cuando la pareja Curie descubrió la sustancia ignoraba por completo el concepto de envenenamiento radiactivo. Después de todo, con una sustancia que brilla en la oscuridad, ¿qué problema podría haber?

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En aquella época se dedujeron un montón de cosas para el radio – desde que era una especie de tónico hasta un condimento – y así el radio fue a parar a la pasta dental y a los chocolates, supositorios y jarabes para la tos. Esta locura se suscitó más intensamente en la capital francesa, donde las propiedades luminiscentes de la sustancia causaron verdadero furor. Los lápices labiales y otro tipo de maquillaje con radio eran muy solicitados entre el público femenino que deseaba ver sus rostros brillar en la oscuridad.

El resultado fue catastrófico. La ANDRA, organización respónsale por dar seguimiento al desperdicio radiactivo francés, ha llegado a identificar 130 lugares con suficientes rastros de material radiactivo como para que se consideren un riesgo para la salud. Curiosamente, la mayoría de estos sitios se descubrieron gracias a antiguos carteles publicitarios. Una de las historias más trágicas de esta moda fue la de las Chicas radio. 

2. La tinta verde victoriana que mató a miles.

A mediados del siglo XIX, la Inglaterra victoriana se enamoró del verde de Scheele, que se utilizaba para teñir de todo, desde la vestimenta, los accesorios, juguetes, velas, cortinas y hasta el papel tapiz.

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El problema no era el mal gusto de los victorianos, sino el pigmento que estaba compuesto con arsénico. ¿Lo peor de todo? Las personas tenían pleno conocimiento de que el arsénico era perjudicial para la salud. Y también estaban conscientes de que su amada pintura verde contenía el veneno. Y en realidad parecía que no les importaba ni un poco, pues incluso llegaron a utilizar la tinta para darle color a la comida.

Pero el envenenamiento más numeroso tuvo lugar gracias al papel tapiz. Literalmente miles de familiasmurieron gaseadas por las toxinas que emanaban desde las paredes de sus casas (creían que mientras nadie pusiera su lengua sobre aquel papel, todo estaría bien). Peor aún, remover aquel papel tóxico representó una actividad sumamente peligrosa. Incluso en nuestros días hay casas que conservan este tipo de papel tapiz verde y son verdaderas cámaras de gas.

3. La manía inglesa por el té que desató una guerra y llenó a China de opio.

En la misma época en que forraban las paredes de sus hogares con papel tapiz venenoso, los ingleses se emborrachaban como si no hubiera mañana. Y había un motivo económico muy simple: la ginebra era barata y el té era muy costoso. Una de las razones tras esta caristia en los precios del té tuvo que ver con el acuerdo de venta que sus mayores exportadores impusieron. Los chinos no querían otra cosa que no fuera plata por su preciado té. Mientras la demanda del producto fue baja, todo funcionó perfecto. Pero cuando entró en escena el Movimiento por la Templanza, la demanda de té chino se disparó.

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Los brillantes mercaderes ingleses tuvieron la perspicaz idea de cambiar el té por otro producto igual de costoso, el opio. Por supuesto, el opio ya estaba prohibido en suelo chino, pero esto no tuvo ningún efecto sobre la demanda del producto. En cuestión de años, aproximadamente un 90% de la población adulta menor de 40 años en China era adicta al opio, lo que provocó un impacto realmente preocupante en la economía china.

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Para 1839, el emperador chino decidió poner un alto, enviando a examinar los navíos ingleses, y confiscando miles de barriles de opio. El té ya no circuló y los ingleses decidieron que no tenían razones para seguir viviendo sin su amado té, por lo que enviaron a la marina inglesa. Dieciséis navíos de guerra se pasaron los dos años siguientes atacando la costa china y matando a unos 25 mil soldados, con apenas 69 muertos en contra. Los chinos fueron obligados a firmar un tratado, entregando la isla de Hong Kong a los ingleses y abriendo cinco puertos para el comercio de opio – además de pagar sanciones de guerra a Inglaterra. Todo por el bendito té y la manía de los ingleses por atascarse de él.

4. Los jeans que pintan de azul a China.

No cabe duda que la vestimenta de algodón más popular del mundo son los jeans. Y atrás de esta moda permanente existe todo un movimiento de vestimentas teñidas de azul, como chalecos, salas y accesorios. En la actualidad, la mayoría de los jeans que vestimos se hacen en China, principalmente en Xintang, donde se fabrican en torno a los 200 millones de jeans al año. Toda esta fiebre de la mezclilla está envenenando al río Zhu Jiang, que suministra agua a más de 12 millones de personas en Cantón, con una mezcla de blanqueador y tinte índigo.

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Y no solo se trata de blanqueador y pintura. Las fábricas de jeans también desechan materiales pesados como el mercurio, cadmio, plomo y selenio en el drenaje. Algo que no es cancerígeno o neurotóxico, sino ambas cosas a la vez. La burocracia china afirma que no existe ningún reporte de intoxicación masiva en las ciudades que utilizan el Zhu Jiang como fuente de agua, alimento y transporte. Pero su color azul mezclilla definitivamente no es una buena señal.

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5. Los romanos enamorados del azúcar que se envenenaron con plomo.

En la antigüedad tenían poca variedad de sabores para los alimentos, pero en Roma descubrieron que si hervían un montón de frutas hasta evaporar toda el agua quedaba un caldo dulce, conocido como defrutum, en el fondo de la sartén. Y solían combinar este defrutum con todo, desde la carne hasta el queso y el vino, incluso lo usaban como conservante.

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El problema fue que elaboraban el defrutum en sartenes de plomo, pues los recipientes de cobre o bronce perjudicaban el sabor. El proceso de reducción de las frutas producía una sustancia con más de 1,000 veces la dosis aceptada de plomo. Muchos romanos sufrían de envenenamiento crónico por plomo.

Dado que el envenenamiento por plomo incluye síntomas como la anemia, pérdida de peso, irritabilidad y delirio, quizá esto explique el extraño comportamiento de ciertos emperadores romanos. Lo más extraño que es aparentemente los romanos sabían de los efectos del envenenamiento por plomo. Quizá simplemente les importaba un comino.

6. La demanda de neumáticos para bicicletas que provocó un genocidio en el Congo.

A comienzos de la década de 1890, la bicicleta era todo un fenómeno en el continente europeo y, en los cinco años siguientes, la fiebre se extendió a los Estados Unidos. Una de las razones tras este aumento tan repentino en su popularidad fue la invención de un neumático de caucho, que sustituía a las ruedas de madera o metal. ¿Pero de dónde sacar millones de neumáticos inflables de caucho?

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Fácil, esclavizando a un país africano y obligando a los esclavos a recolectar el látex. Aquel genocida que se hizo llamar Leopoldo II de Bélgica era el mandamás del Congo, en ese tiempo transformado en la desafortunada nación que suministraba marfil y caucho. La táctica del rey era sencilla: cada aldea tenía una cuota que pagar; cuando no lo hacían quemaban la aldea, asesinaban a los niños o cortaban las manos de los trabajadores. O las tres cosas al mismo tiempo, ¿por qué no?

En esa época la esclavitud era ya ilegal en la mayoría de los países, pero el rey Leopoldo mantuvo al Congo tan aislado, controlando todas las rutas de comercio, que el país terminó convertido en una inmensa fábrica ilegal. Durante la época de oro de la bicicleta, el número de unidades se disparó a los 10 millones, mientras que la población del Congo se redujo, también, en cerca de 10 millones.