Bruce y Brian Reimer nacieron en 1965 sin problemas. Sin embargo, fue a los 7 meses de edad que empezaron a sufrir problemas para orinar por lo que, por indicación médica, debieron practicarles la circuncisión.
A los pocos minutos de la intervención, sus padres recibieron una dura noticia: el bisturí eléctrico que habían usado para la intervención tuvo un fallo en la potencia y destruyó por completo el pene de Bruce. Los Reimer quedaron en shock y se llevaron a Brian sin operar.
Luego de meses sin saber qué hacer, los Reimer conocieron al psicólogo John Money, especializado en cambios de género y que vio en ellos una oportunidad perfecta para estudiar su teoría.
Money suponía que la biología no era determinante en nuestro género y que se podría modificar o anular con la crianza, y cuando llegaron los Reiner a su consulta los convenció de esta idea: si criaban a Bruce como niña sería más feliz que como niño sin pene.
El especialista vio en la familia sus conejillos de indias perfectos dado que Bruce, por su accidente, podía ser criado como niña y tendría además su propio grupo de control en su hermano Brian.
Así fue como el niño, ya de 17 meses, fue sometido a castración y reconstrucción genital. Los padres acordaron nunca decirle a Bruce ni a su hermano que había nacido como varón, y le cambiaron el nombre a Brenda.
En los años siguientes, los niños siguieron en observación de Money, que realizó un estudio conocido como “el caso de John/Joan” (para preservar el anonimato de su paciente) cuyas primeras conclusiones fueron publicadas en 1975.
“La niña tiene muchas características de ‘marimacho’, una abundante energía física, un alto nivel de actividad y rebeldía”, escribía Money en el informe. “A menudo es la que domina en un grupo de niñas y, a pesar de ello, nadie más sabe que Brenda es la niña cuyo caso están leyendo en los medios. Su conducta es tan normal como la de cualquier niña y difiere claramente de la forma masculina en cómo se comporta su hermano gemelo”.
Así, cumplidos los 9 años de Brenda, el doctor concluyó que el cambio de género había sido un éxito. Sin embargo a los 13 años, con la llegada de la pubertad, la niña comenzó a mostrar sentimientos suicidas y problemas para relacionarse con otros adolescentes.
“Era muy masculina y no lograba persuadirla para que hiciera cosas de chicas”, declaró más tarde Janet Reimer, la madre de los gemelos. “Brenda casi no tuvo amigos durante su infancia. Todos se burlaban de ella y la llamaban la mujer cavernícola”.
Si bien el doctor Money creía que aquello era “sólo una fase”, sus padres ya no estaban convencidos y decidieron dejar de consultarlo y hacer lo que les advirtió que no hicieran: contarle la verdad a sus hijos.
Semanas después, Brenda decidió someterse a cirugía reconstructiva para recuperar sus genitales masculinos y se cambió el nombre a David Reimer. A partir de ahí, logró rehacer su vida, se casó y –aunque no pudo tener hijos- fue feliz padrastro de los tres niños de su esposa.
A pesar de todo, la revelación fue un duro golpe para la familia de la que nadie se recuperó totalmente. Pero cuando David se enteró de que, junto con su hermano, habían sido objeto de un popular estudio científico que consideraba el suyo un caso de éxito, le golpeó especialmente.
David no podía entender que su nefasto caso sirviera de protocolo para el tratamiento de niños intersexuales o personas con los genitales dañados.
Esto desencadenó una profunda depresión que lo llevó a perder trabajo y familia. Cuando su hermano Brian murió de una sobredosis el año 2002, se hundió más aún. En 2004, con apenas 38 años, David decidió quitarse la vida.
Una vez fallecido, el anonimato del caso se destapó, descubriendo que el cambio inducido de género había sido un fracaso, lo que llevó a los médicos a posponer el momento del cambio de sexo hasta la adolescencia cuando sus pacientes pudieran elegir.
“Ahora, los tratamientos y seguimientos se llevan a cabo a través de equipos multidisciplinarios bien entrenados, donde los padres también están muy implicados”, explica la experta del Hospital Great Ormond Street de Londres, Polly Carmichael. Así, el procedimiento está centrado en que el niño decida con qué identidad de género se identifica realmente según sus sentimientos y subjetividad.
La operación de reasignación sexual de David fue un fracaso porque su identidad de género era varón, sin importar lo que los especialistas dijeran sobre él.
Lo mismo ocurre con el resto de nosotros: cada uno tiene su propia identidad de género, que no siempre coincide con la biológica asignada al nacer, y debe vivir conforme a ella para lograr sentirse realizado y feliz. Algo que hoy conocemos gracias a David.