Con sólo dos años Sophie Jones hacía lo que acostumbran los niños de su edad: hurgar en todos lados de la casa para descubrir, jugar y probar cosas nuevas. Lo que la pequeña jamás imaginó es que la imprudencia de sus padres terminarían con su vida.
Su madre, adicta a las drogas y desesperada por conseguirla, se preocupaba por vender un sustituto de heroína para solventar su adicción que resultó fatal para su hija. Sophie bebió de su vaso preferido de “Tom y Jerry”, donde su madre había escondido el brevaje para vender.
Un testigo advirtió que la pequeña comenzó a moverse torpemente y llamó a una ambulancia. Los paramédicos llegaron de inmediato, trataron de revivir a la niña pero no pudieron. Murió minutos después en el hospital. En la casa, situada en Blackpool, Lancs, en Inglaterra, vivían sus padres Michelle King y Barry Jones, de 30 y 42 años.
Pero la autopsia mostró la gravedad en que la pequeña Sophie vivía, y los peligros que enfrentaba a diario producto de la desatención y la adicción de sus padres. En su pelo se encontraron rastros de heroína, cocaína y diazepam, un medicamento que es usado para tratar estados de ansiedad. Los investigadores concluyeron que la niña había estado durante meses expuesta a estas drogas en su entorno familiar. Los muñecos de Sophie también fueron analizados y en tres de ellos se encontraron restos de cocaína.
“¿Cómo puede ser que haya dos adictos con una hija y nadie lo supervise?”, preguntó Adrian Walenciej un vecino de Blackpool. “Creo que si yo hubiera hecho algo ella quizás estaría viva”, se reprochó y agregó: “Sabía que ellos bebían mucho, pero no sabía que la madre vendía metadona”.
Testigos que participaron del juicio aseguraron haber escuchado a la niña llorar durante largas horas, mientras sus padres peleaban. La tragedia, según consignó el diario Mirror, ocurrió el pasado 4 de marzo, pero la Policía de Lancashire y el Consejo de Blackpool hicieron públicas las fotografías de la casa durante el juicio. El estado ambiental en que “sobrevivía” Sophie era patético según muestran las imágenes.
Ese día, King había enviado varios mensajes de texto a uno de sus “clientes” a quien le reprochaba deberle 25 libras. Antes, la mujer se contactó con uno de sus dealers a quien le compró crack. Al llegar a su casa continuó con su rutina hasta que notó que su hija estaba mal. A las 11.40 de esa mañana la mujer llamó finalmente a una ambulancia. La frialdad asusta: “Hola, tengo una hija de dos años y creo que no está respirando. ¿Podrían enviar una ambulancia, por favor?”.
El padre de Sophie Barry Jones
Michelle King, madre de Sophie Jones
La ambulancia llegó tres minutos después. Desde el otro lado de la línea un especialista en urgencias le explicaba a King y Jones cómo reanimar a la pequeña. Vómitos por todos lados y un poco de sangre fue lo primero que los paramédicos vieron. El cuadro era desolador.
Mientras la niña moría en el hospital los padres se preocupaban por las drogas que se encontraban en su casa. Los mensajes se cruzaban: “No las tires, escóndelas”. La policía encontró todo y el vaso de “Tom y Jerry”, el favorito de la pequeña Sophie, quien ya había muerto.
Con información de: Infobae