A principios del siglo 20, algunas mujeres de la clase alta victoriana solían tatuarse en algunos casos como símbolo de independencia, y era tanto el furor por los tatuajes en esa época que incluso se cree que la propia reina Victoria tenía un tauaje de un tigre de Bengala peleando con un pitón.
La escritora Margot Mifflin, creadora del libro “Bodies of Subversion”, indica que la clase alta en esa época tenía su pequeño gesto feminista en los tatuajes expresando: “Estaban tomando el control de sus cuerpos ya que tenían muy poco poder en cualquiera otra parte”.
También muchas personas eran tatuadas en todo su cuerpo como parte de la exhibición en circos. -recordamos a Paul en el Freak Show de la serie American Horror History- Una de las historias más famosas en este sentido es la de Jean Caroll, una mujer barbuda que se unió a un circo cuando tenía 10 años en 1920. Jean se enamoró en el circo de un contorsionista llamado John Carson, el cual no podía soportar su barba, por lo que Carroll decidió quitársela usando electrólisis para convertirse entonces en “La mujer tatuada”.