Los introvertidos y extrovertidos pueden parecer, en principio, similares, pero al observar cómo responden a las situaciones del día a día, las diferencias entre ellos afloran.
El pasado mes de octubre, Melissa Dahl, redactora de la revista Science of Us, informó de los descubrimientos del psicólogo Brian Little sobre la ciencia de la personalidad en su último libro Me, Myself, and Us: The Science of Personality and the Art of Well-Being [Yo, yo mismo y nosotros: la ciencia de la personalidad y el arte del bienestar], en el que muestra que los introvertidos deberían evitar la cafeína antes de una reunión o un acontecimiento importante.
Little menciona la teoría de la extroversión de Hans Eysenck y las investigaciones de William Revelle de la Universidad de Northwestern, y explica que los introvertidos y extrovertidos se diferencian en su capacidad de respuesta y su estado de alerta según el entorno. Una sustancia o un olor que sobreestimula el sistema nervioso de un introvertido (que no está demasiado acostumbrado) podría agobiarle o agotarle, en lugar de espabilarle.
La escritora Susan Cain presentó hace dos años una ponencia en TED, titulada El poder de los introvertidos, en la que reiteraba que la introversión “es diferente a la timidez”.
“La timidez consiste en el miedo a los juicios sociales”, decía Cain. “La introversión consiste más en la respuesta al estímulo, incluido el estímulo social. Mientras que a los extrovertidos les encanta la estimulación, los introvertidos se sienten más vivos, más despiertos y más capaces cuando están en ambientes más tranquilos y discretos”.
Ni que decir tiene que la mayoría de nuestras estructuras sociales satisfacen las necesidades de los primeros —desde los espacios abiertos de oficinas hasta bares ruidosos, pasando por el sistema educativo—, a pesar de que entre un tercio y la mitad de la población posee un carácter introvertido.
Si bien es cierto que las tendencias introvertidas y extrovertidas de una persona varían (pues no existe el introvertido o extrovertido puro, según el famoso psiquiatra suizo Carl Jung), los introvertidos son más transparentes y vulnerables cuando se encuentran en un entorno sobreexcitante.
Dejando a un lado los tics nerviosos debidos al café, aquí tenemos 10 formas de interactuar con el mundo que diferencian a los introvertidos de los extrovertidos.
Huyen de las multitudes.
“Al acabar el siglo XX, nos introdujimos en una nueva cultura que los historiadores llaman cultura de la personalidad”, afirmaba Cain en su charla de TED. “Hemos evolucionado de la economía agraria a un mundo de grandes empresas, y de repente la gente empieza a mudarse de los pueblos a las ciudades, y en vez de trabajar con la gente de toda la vida, ahora tienen que hacerse valer en medio de una multitud de desconocidos”.
Esa multitud, a menudo ruidosa y apelotonada, sobreestimula con facilidad a los introvertidos y agota su energía física. Al final, acaban sintiéndose físicamente aislados, sin apoyo a su alrededor. Preferirían salir de ese mar de gente.
Las conversaciones para salir del paso les estresan, mientras que una profunda charla les hace sentirse vivos.
Aunque la mayoría de los extrovertidos aumentan su energía con este tipo de interacciones, los introvertidos suelen sentirse intimidados, aburridos o exhaustos. Resulta común que los introvertidos adopten el papel del que escucha y reflexiona. Como explica Sophia Dembling en su libro The Introvert’s Way: Living A Quiet Life In A Noisy World [La forma de ser del introvertido: una vida tranquila en un mundo ruidoso], al final se resume en cómo una persona recibe (o no recibe) la energía de su entorno. En general, los introvertidos prefieren las conversaciones profundas, a menudo sobre ideas filosóficas.
Tienen éxito sobre el escenario… pero no en los saludos de después.
“Al menos la mitad de las personas que se ganan la vida hablando en público son de naturaleza introvertida”, según Jennifer B. Kahnweiler, asesora ejecutiva y autora de Quiet Influence: The Introvert’s Guide to Making a Difference [Influencia discreta: la guía del introvertido para marcar la diferencia]. Simplemente, aprovechan sus fuerzas y se preparan bien. De hecho, algunos de los actores más reconocidos son introvertidos. Estar sobre el escenario, lejos del público, les parece mucho más fácil que las conversaciones obligadas que van después.
Se distraen fácilmente, pero rara vez se aburren.
Si quieres destruir la capacidad de atención de una persona introvertida, ponla en una situación en la que se sienta sobreestimulada. Debido al incremento de sensibilidad hacia su alrededor, los introvertidos se enfrentan a la distracción y a veces se abruman en grandes multitudes y espacios abiertos.
Sin embargo, cuando están tranquilos y en silencio, no tienen ningún problema para dedicar horas a su hobby favorito o a un nuevo libro. Tener ese tiempo para preocuparse de sí mismos les ayuda a recargar las pilas a la vez que se dedican a una actividad de la que ya disfrutan.
Por naturaleza se sienten atraídos por las carreras más creativas, detallistas y solitarias.
Los introvertidos prefieren pasar tiempo a solas o en pequeños grupos, dedicarse en profundidad a una tarea y tomarse su tiempo para llegar a una conclusión y resolver problemas. Por lo tanto, se sienten mejor en ambientes de trabajo que les permiten hacer todas estas cosas. Algunas profesiones, como los escritores, los científicos naturalistas y los técnicos detrás de las cámaras, pueden proporcionar a los introvertidos el estímulo intelectual que necesitan sin el ambiente que les distrae y que no les gusta.
Cuando están rodeados de gente, se colocan cerca de una salida.
Los introvertidos no sólo se sienten físicamente incómodos en lugares abarrotados, sino que hacen todo lo posible por remediar esa incomodidad situándose lo más cerca posible de la periferia. Ya sea cerca de una salida, al fondo en un concierto, o en la fila del pasillo en un avión, siempre evitan estar rodeados de gente, de acuerdo con Dembling.
Piensan antes de hablar.
Este hábito de los introvertidos es lo que les hace ganar su reputación como buenos oyentes. Su instinto les lleva a tomarse su tiempo para reflexionar antes de abrir la boca, en vez de pensarlo en voz alta (que resulta más común entre los extrovertidos). Quizá parezcan más callados y tímidos por su actitud, pero esto sólo significa que cuando hablan, las palabras que comparten conllevan mucha más deliberación y, a veces, también mucho más poder.
No se contagian del humor del ambiente con tanta facilidad como los extrovertidos.
Un estudio de 2013 publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience descubrió que los extrovertidos y los introvertidos procesan las experiencias a través de los centros de recompensa del cerebro de forma muy diferente. Mientras que los extrovertidos experimentan un brote de dopamina y buen humor de su alrededor, los introvertidos no lo tienen tan fácil. De hecho, los introvertidos por naturaleza no procesan las recompensas por parte de factores externos con la misma potencia con la que lo hacen los extrovertidos.
No soportan estar mucho tiempo al teléfono.
La mayoría de los introvertidos evitan las llamadas —incluso las de amigos— por varios motivos. Las llamadas intrusivas les obligan a abandonar su concentración en un proyecto o pensamiento y a redirigirla sobre algo inesperado. Además, la mayoría de conversaciones telefónicas requieren un cierto nivel de generalidades de las que huyen los introvertidos. En su lugar, los introvertidos prefieren que les dejen un mensaje de voz para dedicar a esa conversación la atención y la energía necesarias cuando les venga mejor.
Se encierran (literalmente) cuando les apetece estar solos.
“La soledad importa. Para algunas personas, es el aire que respiran”. – Susan Cain
Todos los introvertidos tienen un límite en lo que a la estimulación se refiere. Kate Bartolotta, bloguera de The HuffPost, lo explica bien: “Pensad que todos disponemos de un taza de energía. Para los introvertidos, la mayoría de las interacciones sociales se llevan un poco de esa taza en vez de rellenarla, como ocurre con los extrovertidos. A la mayoría nos gusta rodearnos de gente. Pero cuando la taza está vacía, necesitamos un tiempo para rellenarla”.
Con información de: The huffingtonpost