Creemos que la dieta y el ejercicio es lo único que nos mantiene con un peso ideal, pero hay hábitos que sin darnos cuenta nos está dañando la salud. Toma nota:
1. Evitar las comidas en familia
Sí, a veces es muy complicado pero aunque no quieras verlos más, te tenemos una noticia, el evitar ir a comer con tus padres está afectando a tu cuerpo; y es que las comidas familiares pueden protegerte de la obesidad y el sobrepeso. Según estudios de las universidades de Minnesota y Colombia, se supone que durante estas comidas, se establecen conexiones emocionales entre los miembros de la familia y los alimentos suelen ser más saludables.
2. Los hermanos y amigos gorditos
¿Sabías que tener un hermano obeso duplica tu riesgo de serlo? Y no sólo eso, pues la posibilidad aumenta si este es mayor y del mismo sexo, según sostiene Markos Pachucki, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
Por otro lado, los amigos con sobrepeso tampoco ayudan porque el exceso de kilos se contagia, como ha constatado el doctor David Shoham, de la Universidad de Loyola en Chicago. Pero no todo es malo, pues el estudio dice que también la delgadez se transmite, y si tienes un 40% más de posibilidades de reducir tu peso.
3. El año de nacimiento.
¡Sí, aunque no lo creas!, y es que según el Departamento de Psiquiatría del Hospital General de Massachusetts, existe una conexión entre una variante en el gen FTO y el año de nacimiento que favorece la aparición de obesidad, una correlación que es el doble de fuerte entre los nacidos después de 1942. A pesar de que los científicos no se explican el porqué de esta conexión, apuntan al desarrollo tecnológico posterior a la Segunda Guerra Mundial.
4. Dormir poco.
El déficit de sueño no sólo nos cambia el humor, sino que también engorda y esto está comprobado científicamente. La explicación es que el sueño desempeña un papel relevante en el metabolismo energético, de forma que al no dormir comemos más, como un mecanismo fisiológico de adaptación para mantener la vigilia.
5. Contaminantes ambientales.
Las sustancias de desecho del pesticida DDT, o del lindano, son algunos de los contaminantes que se acumulan en el tejido graso de las personas, favoreciendo el desarrollo de obesidad y el aumento del colesterol en la sangre, según ha comprobado un grupo de científicos de la Universidad de Granada. Estos contaminantes llegan a los individuos a través de los alimentos con un alto contenido en grasa, incluyendo las carnes y pescados grasos de gran tamaño.
6. Dormirse con la televisión encendida.
Seguro que más de una vez lo has hecho. Pues resulta que este pequeño detalle puede hacerte subir de peso. ¿Por qué? Según Ahmad Agil, investigador de la Universidad de Granada, la exposición a la luz artificial durante la noche mientras dormimos, reduce los niveles endógenos de melatonina, una hormona que se libera durante la noche para regular los ritmos circadianos y que posee un potente efecto antioxidante y antiinflamatorio. Estas propiedades protegen de alteraciones metabólicas que provocan obesidad y diabetes.
7. El estrés postraumático.
“Las mujeres que sufren estrés postraumático aumentan de peso más rápidamente y son más propensas a padecer obesidad que las que no atraviesan esta situación”, asegura un estudio de las universidades de Harvard y Columbia. Pero hay una buena noticia: cuando disminuyen los síntomas de este trastorno, el riesgo de obesidad se reduce notablemente.
8. La depresión y la ansiedad.
La tercera parte de las personas estresadas pierde el apetito y adelgaza, pero más de la mitad reacciona al estrés comiendo y, lo peor, ingiriendo alimentos muy apetitosos, ricos en azúcares y grasas. La explicación científica es que el centro de recompensa que tenemos en el cerebro se activa con ese tipo de comida. Además, la hormona del estrés, el cortisol, sensibiliza ese sistema de recompensa y se favorece la ingesta compulsiva de alimentos muy calóricos
9. Algunos productos desnatados.
Un estudio publicado en el Scandinavian Journal of Primary Health Care concluye que el consumo de lácteos ricos en grasa se correlaciona con un menor riesgo de desarrollar obesidad central. Una explicación para este hallazgo es que los productos con toda la grasa son más saciantes y, además, los ácidos grasos de los lácteos tienen un efecto adicional en la regulación del peso.
10. El trabajo nocturno.
Trabajar por la noche engorda, y no es porque se coma más, sino porque se altera el ritmo circadiano. Las personas estamos programadas para dormir cuando no hay luz y comer de día. “El trabajo por turnos durante la noche interrumpe el sueño y rompe el ciclo fisiológico y esto provoca una disminución del gasto energético diario total”, concluye un estudio realizado por científicos del Instituto Médico Howard Hughes.
Vía: D10mx