¡Ah, el amor!… contrario a lo que la mayoría de las películas y los libros nos dicen, el amor no siempre es bello, no siempre resulta duradero, no siempre es satisfactorio y muchas veces simplemente es extraño.
8 – El atractivo de la ropa interior.
Así como la lencería puede resultar muy atractiva para los seres humanos, diminutos “sacos” son capaces de encender las bajas pasiones de los ratones machos. ¿Cómo lo sabemos?
En un curioso estudio de la Universidad de Montreal, en Canadá, los investigadores dejaron que un grupo de ratones machos vírgenes se aparearan con hembras que vestían pequeños sacos hechos a medida para los roedores. Después, cuando los científicos ofrecieron al mismo grupo de machos la oportunidad de aparearse nuevamente, los animales prefirieron a las hembras que vestían los sacos en lugar de aquellas que iban al natural.
Los resultados de este extraño estudio sugieren que podemos aprender a asociar el sexo con una variedad de señales contextuales, incluida la ropa.
7 – Amor de madre.
El Dr. Harry Harlow pasó a la historia como un sujeto con una profunda aversión por los animales. Aunque, como lo mencionamos en otro artículo, quizá solo se trató de una simple coincidencia que haya experimentado con ellos sin preocuparse por su bienestar o confort. Pese a que los maltratos no están justificados de forma alguna, sus experimentos sirvieron para avanzar en nuestra comprensión de la psicología humana.
Por ejemplo, cuando estaba en la Universidad de Wisconsin, en los Estados Unidos, Harlow decidió averiguar cómo se relacionaban emocionalmente los monos con sus madres. En un experimento, instaló individualmente a los animales al interior de una jaula con dos “madres”: una era un maniquí que les daba leche, pero frio y mecánico, y la otra “madre” de textura más suave, evocaba más a la figura de un mono, pero no proporcionaba alimento.
La madre de tela no tenía leche, por eso, cuando las crías tenían hambre, corrían hasta la madre más hosca y, en seguida, volvían a la seguridad que les ofrecía su madre suave.
Así, Harlow dedujo que el amor viene del contacto y no del sustento, por eso es que aunque la leche materna se seca, el niño continua amando a su madre. Este amor se reformula de forma que cada interacción es una repetición y una revisión de este contacto precoz.
Siguiendo esta línea, otra de sus pruebas mostró que, si un mono bebé se separa de su madre durante los primeros nueve meses, su vínculo emocional puede que nunca sea el mismo.
6 – Interés sexual mínimo.
Los guajolotes machos, cuando son presentados a un modelo realista de hembra, tratan de aparearse tan intensivamente como lo harían con un ave real. Esta observación tan particular despertó el interés de Edgar Hale y Martin Schein, de la Universidad de Pensilvania, que decidieron averiguar el estímulo mínimo que se necesita para excitar a un guajolote. Realizaron una serie de experimentos que involucraban la eliminación de partes de un modelo de guajolote hembra, de a una parte por vez, para determinar el momento en que el macho perdería el interés de aparearse.
Le quitaron la cola, las patas y las alas al modelo, pero el macho siempre hacía su ritual lleno de sonido y movimiento para conquistarla. Finalmente, lo único que quedaba era la cabeza de la hembra en una vara. Y, para sorpresa de los investigadores, el guajolote macho siguió mostrando el mismo interés en la “hembra”. En realidad, prefirió la cabeza en una vara que el cuerpo entero sin cabeza.
5 – La fantasía masculina más recurrente.
La fantasía sexual de muchas personas es uno de los temas más recurrentes en muchas producciones fílmicas para adultos: un completo extraño viniendo hacia ti y solicitándote tener sexo con él o ella. Antes de que salgan a poner a prueba las estadísticas, ¿Existe alguna posibilidad de que eso ocurra en la vida real?
Los investigadores intentaron descubrirlo. En 1978, el psicólogo Russell Clark solicitó a un hombre y una mujer atractivos que caminaran por el campus de la Universidad Estatal de Florida, Estados Unidos, hasta un individuo del sexo opuesto y le dijeran: “Te he observado por el campus. Creo que eres atractivo”, para, a continuación, agregar una de tres preguntas: “¿Quieres salir conmigo?”, “¿Quieres ir a mi apartamento?” o simplemente “¿Quieres acostarte conmigo esta noche?”.
Aunque hombres y mujeres tenían probabilidad del 50% de aceptar ir a un encuentro romántico, solamente un 6% de las mujeres estuvieron de acuerdo en ir al apartamento contrario frente al impresionante 69% de los hombres. Y alarmantes 75% de los hombres respondieron afirmativo a la propuesta inmediata de una relación sexual, mientras que exactamente cero damas estuvieron de acuerdo. ¿Sorpresas? Ninguna.
4 – Cómo enamorarse.
El Dr. Arthur Aaron quería descubrir cómo era a la mecánica de un enamoramiento. Para esto, realizó un experimento en 1996 que involucraba a 33 hombres y mujeres completamente desconocidos entre sí, y emparejados aleatoriamente. Cada par tuvo que responder un cuestionario de 36 preguntas que iban desde preguntas mundanas hasta asuntos muy personales, dividido en tres sesiones de 45 minutos. Después, se les solicitó que miraran uno al otro durante cuatro minutos.
Mientras la mayoría de los participantes informaron un sentimiento de proximidad o intimidad con esta nueva persona que apenas y conocían, resultó una excepción bastante feliz: una de las parejas se casó seis meses más tarde, e incluso invitó al personal de la investigación a la boda.
5 – Amor entre humanos y animales.
En el año de 1965, el científico John C. Lilly quería ver si era posible enseñar a un delfín a comprender y comunicarse en inglés. Para lograr esto, solicitó a su asistente Margaret Howe, de 23 años de edad, que viviera con Peter, un delfín, en el Caribe durante dos meses y medio.
La casa se inundó con agua de mar en el primer piso, para que pudieran interactuar todo el tiempo. Al principio, Margaret intentó ensañar a Peter a imitar las palabras del idioma, pero con muy poco éxito. Sin embargo, mientras pasaba el tiempo, la mujer se volvió bastante apegada al delfín, a tal punto que el animal comenzó a mostrar un “interés sexual” por la profesora, intentando conquistarla. Eventualmente, Peter le mostró su miembro erecto a Margaret, que más tarde (décadas después) admitió haber tenido un “encuentro íntimo” con el delfín.
El financiamiento para el proyecto se cortó y Margaret siguió con su vida normal. Sin embargo, Peter murió de tristeza por el desamor. Fue transferido a una instalación en Miami donde su salud se deterioró rápidamente. Después de algunas semanas, Margaret recibió la triste noticia de que el delfín había cometido suicidio negándose a respirar, hundiéndose hasta el fondo del tanque donde estaba.
2 – Olor y atracción.
En 1995 un genetista llamado Dr. Claus Wedekind quería averiguar de qué forma el olor corporal de los hombres excitaba o atraía a las mujeres.
Un grupo de prueba conformado por hombres durmió con la misma camiseta durante dos noches sin usar desodorante. A continuación, estos hedores se presentaron a las participantes del experimento, a quienes se les invitó a elegir el más agradable. El estudio mostró que las mujeres elegían olores de hombres que eran genéticamente diferentes a sus propios olores (eso pude indicar una mayor diversidad genética y, por consecuencia, más probabilidades de una descendencia fuerte y saludable). Sin embargo, cuando estas mujeres comenzaron a tomar píldoras anticonceptivas, sus preferencias cambiaron, lo que pude indicar que los químicos interfieren en los hedores naturales.
1 – Amor y miedo
El Dr. Arthur Aron también llevó a cabo otro experimento poco común sobre el amor, esta vez con una mujer atractiva y un puente, el puente suspendido de Capilano (en la foto abajo), situado en Columbia Británica, Canadá.
La mujer atractiva les solicitaba a los hombres que habían cruzado el puente que escribieran una historia sobre una imagen que ella misma les proporcionaba. Después, la mujer le ofrecía al sujeto su número telefónico para una discusión más profunda. En seguida, los investigadores repitieron el experimento en un puente menor y más resistente en las cercanías.
Nueve de los dieciocho hombres que cruzaron el Capilano llamaron más tarde al número, mientras que solo dos de los 18 que atravesaron el puente más pequeño llamaron. Los científicos también notaron más insinuaciones sexuales en las historias de quienes atravesaron el Capilano.
El experimento sugiere que los hombres – cansados del esfuerzo físico y/o con miedo de atravesar el puente suspendido – sustituyeron esos sentimientos negativos por una excitación sexual hacia la mujer. “Si quieres que alguien se sienta atraído hacia ti, puede funcionar hacer con ella o él algo que sea excitante o asustador”, concluyó el Dr. Aron.