Cuando compramos o adoptamos a un perrito, (preferiblemente la segunda), creemos que llegará a nuestras vidas para cambiarla: llenarla de felicidad, amor, juegos, risas, etc. Eso es muy CIERTO, pero lo que no sabemos, o nos negamos a creer, es que nos terminamos convirtiendo en una especie de sirviente canino.
En realidad ellos no son nuestras mascotas. Nosotros somos las mascotas de ellos, pero igualmente, todos somos felices.
Vía: PG