Las distintas sociedades humanas necesitan aplicar la ley para que exista orden y justicia. Pero, ¿Cómo pueden nuestros sistemas de justicia ser perfectos, si los seres humanos no lo somos?
Hay incontables casos en los que personas inocentes van a parar a la cárcel, acusados y sentenciados por crímenes que no cometieron. En algunos países, existe incluso la pena de muerte. ¿Te imaginas ser ejecutado, y que años después se descubra que en realidad eras inocente? Exactamente eso fue lo que le pasó a estas 10 personas.
1. Teng Xingshan
En 1989, el carnicero Teng Xingshan fue encontrado culpable de la violación y el asesinato de una mujer llamada Shi Xiaorong. La mujer había desaparecido, y poco después un hombre encontró un cuerpo desmembrado. La policía confirmó que era el cadáver de Shi, y acusó a Teng del crimen, basándose en las “evidencias” que apuntaban a que la desmembración había sido hecha por un profesional. Se acusó a Teng por ser carnicero y por supuestamente haber mantenido una relación con la mujer, con quien habría discutido. Teng Xingshan fue ejecutado el 28 de enero de 1989 por el tribunal intermedio de Huaihua, en China. La policía indicó que Teng “confesó su crimen y las evidencias concuerdan con la inspección y la identificación científica”.
Sin embargo, años después, Shi Xiaorong, la mujer desaparecida, reapareció en la aldea, y explicó que en realidad había sido secuestrada y vendida como la esposa de un hombre que vivía en la provincia de Shandong, de donde finalmente logró escapar. El tribunal exoneró al carnicero de todos los cargos, pero ya era demasiado tarde: Teng Xingshan había sido ejecutado con un disparo en la cabeza.
2. Derek Bentley
Derek Bentley (a la izquierda) sufría de cierto retardo mental debido al bombardeo que sufrió su casa durante la Segunda Guerra Mundial. Varios bloques le cayeron encima, por lo que sufrió contusión cerebral cuando era un niño. A los 15 años tenía el desarrollo mental de un niño de 10. Cuando tenía 19 años intentó robar un almacén, junto con Cristopher Craig, de 16 años (a la derecha). Al ser pillados por un policía, Cristopher le disparó al oficial, matándolo al instante. Como era menor de edad, la justicia le impuso una pena de 10 años de prisión. Pero a Derek Bentley lo acusaron por la muerte del oficial, y lo sentenciaron a muerte, a pesar de que no fue él quien disparó. Lo colgaron al año siguiente.
3. Timothy Cole
Timothy Cole estudiaba en una universidad de Texas y tenía unos 25 años cuando fue acusado de la violación de Michele Mallin, otra estudiante. La policía le mostró a Mallin fotos de los acusados, y en la ronda de reconocimiento la mujer señaló a Cole como el culpable. Ella había dicho que el violador estaba fumando cuando se le acercó. A pesar de que Cole había servido en el ejército, era buen estudiante, sufría de asma (razón por la que no fumaba) y tenía una reputación intachable, la policía se basó en el testimonio de la víctima y lo sentenciaron a 25 años de prisión. Luego, la familia de Timothy y la propia Michele Mallin abogaron por la inocencia de Timothy, pero la única manera en que el juzgado podía concederle beneficios era si él reconocía su culpabilidad, cosa que nunca quiso hacer. Timothy Cole murió en la cárcel debido a un ataque de asma, en 1999.
4. Gary Graham (Shaka Sankofa)
Gary Lee Graham, mejor conocido como Shaka Sankofa, fue sentenciado a muerte a los 18 años tras acusársele de la muerte de Bobby Grant Lambert, de 53 años, quien murió en un supermercado. Para acusar a Shaka, la policía se basó en el testimonio de uno de los testigos, quien dijo que lo había visto de lejos por unos segundos. Sin embargo, la policía ignoró a otros testigos que trabajaban en la tienda y aseguraban que el asesino no era Graham. Graham, otros testigos y personalidades como Dany Glover, Desmond Tutu, Jesse Jackson o Lionel Richie insistieron en su inocencia, pero a pesar de todo fue ejecutado con inyección letal en el año 2000, cuando ya tenía 36 años.
5. Carlos de Luna
En 1983, Wanda López fue acuchillada hasta la muerte cuando cumplía su ronda nocturna en la estación de gasolina donde trabajaba. La policía realizó un patrullaje rápido y encontró a Carlos de Luna escondiéndose debajo de una camioneta. De Luna había salido recientemente de prisión y estaba ingiriendo alcohol en la vía pública, lo que violaba su régimen de libertad condicional. Cuando se le acusó por la muerte de Wanda, Carlos dijo que él no era responsable y que podía dar el nombre de la persona a la cual vio en la estación de gasolina. La escena del crimen tenía sangre por todos lados, pero Carlos de Luna no tenía una sola gota de sangre encima, y había sido capturado demasiado pronto como para darle oportunidad de limpiarse bien. La policía ignoró todo eso, y confió en el testimonio de Kevin Baker, el único testigo del caso. La policía le dijo a Baker que Carlos era el tipo, y Baker estuvo de acuerdo.
En el juicio, Carlos de Luna explicó que Carlos Hernández era la persona a la cual vio saliendo de la estación de gasolina, mientras él estaba bebiendo en el bar que estaba al frente. Hernández era físicamente similar a De Luna, pero tenía un largo historial de ataques con arma blanca, había confesado el crimen a algunos amigos y familiares, y sus amigos confirmaron que mantenía una relación con Wanda López. A pesar de toda esa evidencia, Carlos De Luna fue ejecutado mediante inyección letal el 7 de diciembre de 1989, cuando tenía 27 años.
6. David Spence
En 1982 se encontraron los cadáveres apuñalados de dos muchachas de 17 años y un muchacho de 18. Los cuerpos de las muchachas presentaban signos de violación, y las gargantas de los tres cadáveres habían sido cortadas. La policía inició una larga investigación, y arrestaron a Muneer Mohammad Deeb, el dueño de una tienda. Según una informante, Deeb le había confesado el crimen. Deeb había contratado un seguro de vida para una empleada suya, que tenía un gran parecido con una de las chicas asesinadas. Sin embargo, la policía le hizo una prueba con “detector de mentiras” a Deeb, la cual logró pasar, por lo que lo liberaron.
Poco después, la policía volvió a arrestar a Deeb, esta vez junto a tres supuestos cómplices. Los funcionarios habían recabado algunas pruebas y se basaron en el contrato de seguro de vida para acusarlos: la hipótesis era que Deeb había contratado a David Spence para asesinar a la muchacha, que Spence había matado a la persona equivocada, y que los otros dos jóvenes fueron asesinados por haber sido testigos del hecho.
Spence y sus supuestos cómplices, los hermanos Gilbert y Anthony Meléndez, ya estaban cumpliendo condena de prisión por varios crímenes. La evidencia recabada por la policía consistía sobre todo en testimonios de otros reos, quienes acusaron a Spence a cambio de favores como visitas conyugales, cigarrillos y beneficios procesales. Los hermanos Meléndez admitieron su culpabilidad y acusaron a Spence, recibiendo a cambio penas de por vida en lugar de sentencia de muerte.
Muneer Mohammad Deeb y David Spence aseguraron ser inocentes, pero se les sentenció a muerte. Ambos apelaron, pero sólo se le concedió la razón a Deeb. El tribunal sentenció en su caso que no se debía tomar en cuenta el testimonio de otros reos, y fue liberado. David Spence no corrió con la misma suerte, y en 1997 fue ejecutado por inyección letal.
Después de su muerte, dos de los seis presos que habían rendido testimonio se retractaron, explicando que sus declaraciones fueron sugeridas por los oficiales de policía, quienes les ofrecieron diversos beneficios a cambio de que dijeran que Spence les había confesado sus crímenes en privado. Un panel de expertos también desestimó las pruebas presentadas por la policía. Pero ya nadie podía devolverle la vida a David Spence.
7. Leo Jones
Este hombre fue acusado de matar a un oficial de policía en Florida, en 1981. El policía estaba en su coche y recibió ráfagas de disparos desde lejos. En cuestión de minutos, la policía llegó al apartamento de Leo Jones, encontraron un rifle debajo de su cama, lo interrogaron y, según la policía, confesó el crimen. Jones aseguró que después de horas y horas interminables, había sido forzado a firmar esa confesión. Fue así como lo arrestaron.
En 1997, un policía retirado explicó que el oficial que había arrestado a Jones usaba métodos de tortura para obtener las confesiones, y que en el caso de Jones en particular había usado golpes. El policía dijo que no había confesado antes porque quería esperar a tener asegurada su pensión. Luego, más de una docena de personas alegaron que habían visto disparando a otro hombre esa noche, el cual luego huyó de la escena del crimen. Un juez de la Corte Suprema de Florida dijo que las nuevas evidencias arrojaban dudas sobre la culpabilidad de Leo Jones en el crimen, y junto a otro juez recomendó que se le realizara un nuevo juicio.
Sin embargo, la mayoría de los jueces lo condenaron, y fue sentenciado a la silla eléctrica en 1998, cuando tenía 47 años.
8. Cameron Todd Willingham
En 1991 ocurrió un incendio en la casa de Cameron Todd Willingham. Él sufrió quemaduras menores, y aunque logró escapar del incendio, sus tres hijas quedaron atrapadas dentro de la casa y murieron. La esposa y madre de sus hijas no estaba en la casa en ese momento.
Los fiscales acusaron a Willingham de haber causado el incendio para intentar ocultar el supuesto abuso al que sometía a sus hijas. Sin embargo, su esposa negó las acusaciones, y declaró que Cameron más bien “consentía tanto a las niñas, que las tenía malcriadas”. Los exámenes de laboratorio indicaron que un combustible había sido rociado en el patio frontal, en el pasillo y en las habitaciones de las niñas, para evitar cualquier intento de rescate.
Gerald Hurst, un químico especialista, rebatió los resultados de las investigaciones de la policía, afirmando que el calor extremo del fuego no indicaba de por sí que se hubiera usado un combustible. El panel de beneficios y libertades condicionales admitió la investigación de Hurst, pero de todas formas le negó clemencia a Cameron.
Como Cameron tenía afiches de Iron Maiden y Led Zeppelin, un psiquiatra asumió que él tenía una personalidad “extremadamente sociopática”, y “una fascinación hacia la muerte y la violencia”. Los testimonios de los testigos fueron inconsistentes. A Cameron se le ofreció una pena de por vida si admitía su culpabilidad, pero lo rechazó. Lo ejecutaron el 17 de febrero de 2004 por inyección letal.
Cinco años después de la muerte de Cameron, el caso fue reexaminado. La Comisión de Ciencias Forenses de Texas afirmó que “no se puede sostener que se haya encontrado alguna prueba de que el incendio fuera provocado”. Nueve de los más reputados investigadores de incendios de Estados Unidos llegaron a la misma conclusión.
9. Chiang Kuo-Ching
En septiembre de 1996 se encontró en Taiwán el cadáver de una niña de 5 años que presentaba signos de haber sido violada. Al día siguiente del hallazgo, un cadete del ejército acusó a otro soldado, Chiang Kuo-Ching, de haber cometido el hecho. Chiang, junto a otros tres sospechosos, fue sometido a la pantomima del “detector de mentiras”, y fue el único que dio positivo. A partir de entonces el caso fue referido a los servicios de inteligencia, y Chiang fue sometido a 37 horas continuas de tortura para extraerle la confesión: golpes, amenazas, privación del sueño, e incluso le mostraron en vivo la autopsia de su supuesta víctima. Ante todo esto, Chiang se hizo pedazos y admitió el crimen. Aunque luego se retractó de su confesión, en agosto de 1997 lo ejecutaron con un disparo en la cabeza.
En mayo de 2010 se reabrió el caso, a petición de los padres de Chiang Kuo-Ching. Se descubrió que las muestras de ADN que habían sido recolectadas en el lugar del crimen no concordaban con las de Chiang. Todas esas evidencias habían sido ocultadas durante el juicio, que se había basado únicamente en la confesión forzosa que extrajeron de Chiang.
En 2010, Hsu Jung-Chou confesó haber cometido el crimen por el que sentenciaron a muerte a Chiang-Kuo-Ching. Hsu ya había sido condenado por crímenes similares en 1997 y 2003. En 2011 le dieron a Hsu Jung-Chou una sentencia de 18 años de cárcel por el crimen que le costó la vida a Chiang.
10. George Stinney
En 1944, en Carolina del Sur, fueron encontrados los cuerpos de dos niñas blancas de 8 y 11 años, con fracturas en sus cráneos. Las autoridades acusaron a George Stinney Jr, de 14 años, de los dos crímenes. Lo torturaron hasta lograr su confesión. Su juicio duró sólo 3 horas, y los jueces sólo deliberaron durante 10 minutos. Lo sentenciaron a la silla eléctrica. Su abogado, impuesto por el estado, ni siquiera apeló la sentencia.
El 16 de Junio de 1944, George fue electrocutado. Los verdugos tuvieron que sentar al muchacho sobre varios libros para que su cabeza pudiera llegar a los electrodos.
Tiempo después, se determinó que el objeto con el que fueron golpeadas las niñas fue una viga de tren de más de 19 kilos. Se determinó que George no habría podido levantar ni mucho menos golpear con fuerza a las niñas con esa viga. Su hermana siempre declaró que el día del suceso George estaba con ella en casa, por lo que no habría podido participar en el crimen. En 2013, 70 años después de la ejecución, la justicia de Estados Unidos reabrió el caso y anuló la condena. La jueza dictaminó que el proceso que le aplicaron al muchacho “estuvo plagado de violaciones constitucionales al debido proceso” y que “la confesión se obtuvo de manera indebida, no acorde a los códigos penales”. Pero George ya estaba muerto.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en su artículo 11 que “toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad”. Actualmente hay más de 50 países en el mundo que siguen aplicando la pena de muerte. Hemos presentado sólo 10 casos, los más sonados, pero hay innumerables ejemplos de personas que han sido acusadas injustamente y luego ejecutadas. ¿Qué opinas de la pena de muerte ahora? ¿Este artículo hizo cambiar tu punto de vista? ¿Cuál de todos estos casos te impactó más? Déjanos tus comentarios, y comparte este artículo para que tus amigos en las redes sociales conozcan estos casos tan interesantes.