El cerebro es complejo, es el disco duro en el que se almacenan nuestros recuerdos, donde se guardan nuestros conocimientos y también nuestros anhelos, sin embargo, es pícaro y a veces juega con nosotros haciendo caso omiso de algunos elementos que están a nuestro alrededor o que incluso forman parte de nuestro propio cuerpo. Estas son algunas de las cosas que nuestro cerebro ignora sin que nos percatemos de ello:
1. Tu nariz.
El apéndice nasal está situado justo entre nuestros 2 ojos. Da igual si es más grande o más pequeña el caso es que es perfectamente visible para nosotros, entonces ¿por qué no estamos viéndola constantemente? Bueno, esto es sencillo, no es necesario y, seguramente, sería hasta molesto. Nuestro cerebro usa la nariz para tener un punto fijo de posicionamiento en el espacio y si no estuviese es posible que hasta nos mareásemos.
2. Tus gafas.
¿Cuántas veces has buscado tus gafas durante un rato y resulta que las llevabas puestas? Esto nos ha pasado en más de una ocasión a todo aquel que usa lentes. Tanto a nivel visual como táctil, el cerebro tiende a eliminar de su percepción que llevemos gafas. Seguramente si te pones a pensarlo si notarás el peso en tus orejas y tu nariz y también verás el “cerco” que provoca la montura alrededor de tu campo de visión.
El cerebro es tan inteligente que piensa “bien, ya están ahí, no tengo porque seguir gastando energías en notarlas así que paso al modo automático y las ignoro”.
3. Los sabores.
Con el paso del tiempo el cerebro se acostumbra a esos sabores que repites frecuentemente. Por esta razón la gente que estás acostumbrada a comer picante tolerará mejor un plato picante que alguien que lo coma por primera vez.
4. Los piercings.
Ese anillo en la nariz, la bola en la boca o tu oreja llena de aros pueden quedar muy bien pero en realidad ni los ves ni los notas. Al principio de hacértelos si te das cuenta de cualquier roce o del lugar donde te lo has hecho, pero al poco tiempo tu cerebro ya lo habrá asumido como una parte más de tu cuerpo y solo le dedicará tiempo en caso de infección o dolor extremo, lo cual nos lleva al siguiente punto…
5. El dolor.
Ciertos tipos de dolor continuado pueden ser ignorados pasado un tiempo. Nuestro cerebro pone en marcha los mecanismos que eliminan las distracciones y deja de hacerle caso. Eso si, siempre y cuando el dolor no sea extremadamente elevado e insoportable.
Mediante meditación tú también puedes llegar a dominar este tipo de selección de sensaciones y mitigar ciertos dolores.
6. La ropa interior.
¿Estas seguro de que llevas ropa interior? Es broma! Pero la verdad es que el cerebro dejó de sentir estos elemento instantes después de que te la pusieses. A no ser que la ropa sea extremadamente incomoda, áspera o te provoque algún tipo de rozadura no serás consciente de que la llevas encima porque no es una información que tu cerebro tenga que manejar constantemente para pasar el día.
7. La respiración.
La respiración es un movimiento involuntario y por lo tanto no nos damos cuenta de que se lleva a cabo, prácticamente, en ningún momento. A no ser que nos falte el aire, nos atragantemos o estornudemos, el 99% del tiempo no somos conscientes de este acto. Es por eso que, por ejemplo, una persona no puede ahogarse a si misma manteniendo la respiración, ya que en el hipotético caso de que perdiésemos la consciencia, el aparato respiratorio volvería a funcionar de forma automática y normalmente.
8. Las cosquillas a nosotros mismos.
Siéntate, sácate los zapatos y los calcetines y acaríciate la planta del pie con las plumas. Luego, pídele a un amigo, a tu pareja o a tu hijo que te haga lo mismo. Si eres como la mayoría de la gente, cuando lo hagas tú no sentirás nada, mientras que cuando te lo haga el otro, no podrás evitar las convulsiones.
¿Por qué? Cuando movemos nuestras extremidades, el cerebelo produce predicciones precisas de los movimientos de nuestro cuerpo, y luego envía una segunda señal que extingue la actividad de la corteza somatosensorial, donde se procesan las sensaciones táctiles.
El resultado es que cuando nos hacemos cosquillas a nosotros mismos, no sentimos las sensaciones con la misma intensidad que si nos las hace otra persona.
9. Conversaciones.
¿Has probado a escuchar 2 conversaciones a la vez? imposible, puedes oír trozos sueltos porque focalizas tu atención en una u otra conversación pero en las 2 a la vez, nunca. Este factor hace que nuestra corteza auditiva seleccione cuál es el sonido que le interesa y el otro lo descarte completamente, centrándose, por ejemplo, en la voz de esa persona que nos interesa.
10. Los cambios a tu alrededor.
Cuando estás concentrado en algo, lo que ocurre a tu alrededor suele ser recibido igualmente por los sentidos, pero nuestro cerebro no lo procesa porque no le da importancia. En el momento en que enfocas tu atención en algo pueden pasar cosas muy curiosas a tu alrededor y ni te enterarías.
11. Las regañinas maternales.
A los adolescentes las regañinas les entran por un oído y les salen por el otro. Lo que no sabíamos es que esto tiene una base científica. Resulta que un estudio conjunto en las universidades de Pittsburgh, California y Harvard han descubierto que los cerebros adolescentes desconectan automáticamente cuando escuchan las palabras sermoneadoras de sus madres.
Este estudio se llevó a cabo monitorizando la actividad cerebral de un grupo de adolescentes mientras visionaban un vídeo de sus madres riñiéndoles. En todos los adolescentes no se registró actividad en las partes del cerebro asociadas a entender el punto de vista del otro.