Eran las 4.30 de la mañana cuando Etter se encontró con la escena en una playa de la isla griega de Kos. El mismo fotógrafo, de 34 años, admitió que “nunca se había conmovido tanto” con una imagen, y se las ingenió para descubrir quién eran aquella familia.
Laith Majid es el refugiado sirio que llora sin consuelo pero al mismo tiempo agradecido y emocionado por llegar , junto con sus hijos sanos y salvos, a una tierra que hoy es su única oportunidad, lejos de los bombardeos en Siria.
Ellos son una familia de clase media de la ciudad bombardeada de Deir ez-Zor. Majid iba en la precaria embarcación (donde solo cabían tres personas pero iban unas 12) con su esposa (una maestra de inglés) y sus tres hijos. Pagaron más de 8000 dólares para un viaje de dos horas, cruzando desde las costas turcas.
El bote empezó a desinflarse y el agua comenzó a entrar. Los refugiados estaban empapados. Hacia las 4.30 llegaron a Kos completamente abrumados.
“Estaban totalmente aliviados cuando llegaron. En ese momento todo les vino encima, la alegría de haberlo logrado, el amor por la familia, el dolor por lo ocurrido”, relata el Etter.
Esta familia, que soportó durante años los bombardeos del gobierno sirio, las fuerzas rebeldes y más recientemente del Estado Islámico, espera ahora poder llegar a Alemania.