5 cosas HORRIBLES de la antigüedad que por suerte hemos dejado atrás

Los horrores de la antigüedad eran muchos y mundanos. Algunos tan comunes como sobrevivir a la juventud, crecer entre la inmundicia o ir al baño.

Conoce 5 aspectos totalmente horribles de la antigüedad que ningún director de cine te cuenta.

1. Ir al baño era una película de terror.

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Si hoy en día existen baños en bares y restaurantes que es mejor evitar, imaginar el olor que imperaba en la antigua Roma.

Si bien los romanos eran un pueblo mucho más limpio que otros de sus coetáneos, su recién inventadas letrinas tenían muchos inconvenientes. En primer lugar, todos los excrementos se concentraban en el mismo sitio, lo que provocaba una gran concentración de metano que dio lugar a alguna que otra explosión o incendio fortuito.

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Los baños eran en esencia unos bancos de piedra fría y húmeda, en la que a través de un agujero los romanos se aliviaban a la vista de los demás, pues eran públicos.

Las esponjas con las que se limpiaban eran igualmente de uso comunitario.

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También eran el paraíso de todo tipo de alimañas adoradoras de la suciedad. Aun así los romanos hicieron todo lo posible por retirar y mantener limpias las letrinas usando todo tipo de plantas olorosas y esencias.

Los años pasaron y llegó la sucia Edad Media, donde todo empeoró. Los barrios crecieron y el tratamiento de residuos se convirtió en un grave problema. Al principio los ciudadanos cavaron fosas en sus casas, pero con las construcciones en varias alturas la gente comenzó a lanzar los excrementos a la calle al grito de “¡agua va!”.

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Las callejuelas eran un foco de infecciones y los olores infernales lo impregnaban todo, afectando en mayor medida a la plebe. La vida de la realeza era un poco mejor, ya que un sistema de baños con drenaje de madera eran instalados en los castillos. Sin embargo las bacterias y la humedad pronto pudrían la madera y existen relatos que cuentan que los suelos se hundían de repente, mientras que los desafortunados se ahogaban en un pozo de excrementos y orina.

2. Cualquier defecto físico te convertía en un apestado de por vida.

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¿Tuviste acné en la adolescencia? ¿Psoriasis o viruela? Siéntete afortunado de vivir en esta época, porque antiguamente cualquiera de esas cosas hubiera sido motivo de exclusión.

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Incluso si no padecías ninguna de estas afecciones, nada te aseguraba que una pequeña herida, espinilla, pelo enquistado o similar, acabara por infectarse y arruinara tu vida. Sin cremas, antibióticos o cirugía, las enfermedades comunes de hoy eran una sentencia de muerte.

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La lepra y la sífilis, fueron dos enfermedades particularmente desagradables, pues el pudrimiento de la carne y la amputación de las extremidades les otorgaron la dimensión de plaga bíblica. Cualquier enfermo se convertía en un paria del que los demás se alejaban para no contagiarse, viéndose obligados a utilizar máscaras que disimularan sus deformidades.

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3. Ser desempleado era delito.

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No tener trabajo siempre es un fastidio, pero hubo una época en la que no poseer habilidad o talento para desempeñar un oficio era una auténtica desgracia.

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Por ejemplo, ser desempleado fue delito en la Inglaterra del sigo XVI. Debido a que los parados debían vagar de una ciudad a otra en busca de trabajo, se les veía como vagabundos sin recursos. El castigo impuesto por la ley, era ser azotados hasta sangrar.

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En 1547 la ley cambió, siendo castigados a realizar trabajos forzados en lugar de los azotes.

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La mano de obra gratuita de estos “nuevos esclavos” era tan útil, que los ingleses volvieron a cambiar sus leyes, ofreciendo un recompensas a aquellos que capturaran a los vagabundos y los entregaran al estado. Esto provocó un lucrativo negocio de tráfico de personas y que la gente se cazará entre sí.

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El estado permitió incluso que uno mismo se entregase como vagabundo para desempeñar trabajos forzados a cambio de ser marcado con un “P”. De esta forma todo el mundo sabía de tu condición y podía abusar de ti libremente.

Un sistema que claramente desincentivaba la creación de empleo, pues esta forma de esclavitud era gratuita.

4. Las novatadas y los estudiantes de las universidades podían dar lugar a batallas campales.

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Todos sabemos que juventud, hormonas, orgullo y alcohol no es una buena combinación, ahora añade espadas a la ecuación y obtendrás algunas de las batallas campales más estúpidas de todos los tiempos.

En 1229, un grupo de estudiantes se emborracharon en una pequeña posada. Tras beber mucho, los jóvenes comenzaron a discutir con los propietarios sobre el coste del vino. El resultado fue una gran pelea, en la que el pueblo tuvo que auxiliar a los comerciantes.

Claro que un joven orgulloso no es capaz de dejar las cosas así como así, y al día siguiente los estudiantes regresaron con más compañeros fuertemente armados para ajustar cuentas. Tras destrozar la taberna y destruir el vino, los estudiantes se echaron a la calle atacando a toda la población.

Este tipo de reyertas eran muy habituales en la famosa Universidad de Oxford, en la que muchos estudiantes perdieron la vida por peleas en las que el vino solía ser el protagonista.

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En 1335, por ejemplo, se produjo una de las peleas más grandes de su historia, después de que un posadero regañara a un grupo de estudiantes mal criados. Como era costumbre, la pelea se desmadró y las campanas de la iglesia llamaron a las armas a toda la población. Cuando la reyerta terminó, 30 residentes y 63 estudiantes habían perdido la vida.

5. La gente traficaba con especias y podían matar por ellas.

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En la antigüedad, la sal, la pimienta, el azafrán y tantas otras especies eran muy difíciles de encontrar y poseían un gran valor. Podían usarse como moneda, robarse y venderse de estraperlo.

Lo señores procuraban controlar su comercio y atesoraban estos productos, pues también servían como muestra de poderío, llegando a extremos muy disparatados durante la Edad Media. Por ejemplo, hubo duques que contaban su riqueza por kilos y no por monedas.

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En 1476 un duque presumia de que su fortuna la formaban 175 kg de pimienta, 92 kg de canela, 93 kg de azafrán, 129 kg de jengibre, 47 kg de clavo y 37 kg de nuez moscada.

Y como ya sabéis, todo lo que tiene valor es codiciado por los hombres y los ladrones. Los británicos, conquistaron las islas de Banda y masacraron a toda su población para controlar el mercado de nuez moscada. No tardó mucho tiempo hasta que los Holandeses entraran en guerra por estas islas. 6000 personas murieron por controlar un ingrediente que espolvoreamos en nuestra comida.

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Claro que las especias tenían precios tan exorbitados que “merecía la pena matar por ellas”. Para que os hagáis una idea, 450 gramos de jengibre equivalían al salario que un artesano podía ganar en 18 años de duro trabajo.

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Cuando los visigodos saquearon Roma durante el siglo V, exigieron un rescate de 1360 kilogramos de pimienta.

Esta tendencia de codicia, delitos, muerte y contrabando en torno a las especias continúo a lo largo de la antigüedad.