Asia posee algunos de los pueblos abandonados más bonitos e inquietantes del mundo, como la exuberante y verde ciudad fantasma de Shengshan. Sin embargo, hemos encontrado un pueblecito en Japón que le gana por goleada, al menos en lo que a perturbador se refiere. Conoce con nosotros la historia de estos escalofriantes y silenciosos habitantes.
Nagoro es un pequeño pueblo de Japón situado en los verdes valles de Shikoku.
La historia de esta localidad es similar a la de tantos otros pueblos y aldeas abandonadas en nombre del progreso.
La búsqueda de trabajo llevó a la gente joven emigrar a las grandes ciudades.
Una vez fallecieron los ancianos y sin gente joven, Nagoro quedó desierto.
Sin embargo, hace 11 años, una serie de extraños habitantes fueron apareciendo hasta adueñarse del lugar.
Hoy, 350 muñecos de trapo de tamaño natural residen en las calles del pueblo, observando silenciosos a los turistas que acuden a fotografiarlos.
Obviamente los muñecos no han llegado solos, el único habitante que queda en Nagoro los ha colocado allí.
Hace más de una década Ayano Tsukimi, regresó a pueblo natal.
Con tiempo libre, Ayano se dedicó a la agricultura, pero tras un año de siembra no obtuvo fruto. Los pájaros se habían comido las semillas.
Decidió construir entonces un espantapájaros a semejanza de su padre, el anterior labriego de esas tierras. Una especie de homenaje que dio lugar a su arte.
Tras su padre, Ayno recreó al resto de su familia. Después continuó haciendo muñecos de amigos, vecinos y otras tantas personas.
Fabricados con paja, los espantapájaros visten ropa y tienen los rasgos de antiguos vecinos de la localidad.
De esta forma, Ayno no se siente solo. Sabe que no son reales, pero le ayudan a recordar.
Incluso a soñar, pues ha creado una escuela llena de niños.
Un deseo que espera que algún día se cumpla.