Es indudable que la seguridad en los aeropuertos es necesaria y que protege la vida e integridad de millones de personas que los utilizan día a día. Pero también resulta imperativo que las revisiones de seguridad que se realizan a los pasajeros sean conducidas con respeto y dignidad, algo que no necesariamente se habría cumplido en el singular caso de Shadi Petosky, escritora y productora de televisión.
Petosky, que es una mujer transgénero, se disponía, como muchos otros pasajeros, a cruzar el área de revisión del aeropuerto de Orlando para tomar un vuelo hacia Minneapolis.
Al cruzar el escáner de cuerpo completo, el agente de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA) encargado de la operación de ese equipo vio en su pantalla la silueta del cuerpo de Petosky y emitió una alerta. Según dijo la propia Petosky en Twitter, el agente había detectado una “anomalía” en su bajo vientre.
Pero no se trataba de un arma, sustancia o cualquier otra cosa ilegal o peligrosa. Era, simplemente, su pene. Petrosky se lo hizo saber al a agente, explicándole que ella era una transgénero. Entonces, el agente le respondió que “si era un hombre, volviera a la máquina para que lo escanearan como a un hombre”.
Pero el agente le respondió que si no quería ser escaneada como hombre, sea lo que sea que eso significase, entonces debía someterse a una revisión manual. Y, como colofón dramático, le preguntó si era ella hombre o mujer y si quería ser revisada por un agente masculino o femenino.
El asunto había ya llegado a una situación especialmente incómoda. Era la primera vez que algo así le sucedía a Petosky en un aeropuerto.
Ella se quedó paralizada, pues no quería que una mujer le inspeccionara el área genital, pero desde luego tampoco le agradaba que lo hiciera un varón. Entonces, ella fue retenida, llevada a un área aparte y cuestionada durante 40 minutos por agentes de la TSA, incluso por especialistas en explosivos. Se le hicieron dos revisiones en el área genital.
Petosky preguntó con insistencia si tenían un protocolo para tratar con personas transgénero y por respuesta recibió que los agentes sabían lo que estaban haciendo. Al final, tras tensos y desagradables momentos, los agentes la dejaron tras establecer que no había peligro. Pero ella perdió su vuelo y pasó un trago realmente amargo.
El Centro Nacional de Equidad Transgénero, que en su website da consejos útiles a la hora de cruzarla seguridad de los aeropuertos, explica que en efecto los escáneres de cuerpo completo pueden detectar “anomalías”, que una persona puede optar por no ser revisada por ese aparato pero que, en consecuencia, debe someterse a una revisión manual a cargo de un agente, que en el caso de los transgéneros debe ser del mismo género que el que muestra la persona revisada (y no por su sexo biológico).
Pero también se dice que una persona no debe ser cuestionada al respecto de su género, algo que no habría sucedido en el caso de Petosky. Además, se recomienda que al margen de las consideraciones de género, las personas viajen siempre con nombres que coincidan con los de sus identificaciones oficiales, aunque pueden, no obstante, mostrarse como hombres o mujeres según su propia condición transgénero.