El 15 de marzo de 2011, Marcus Freeman decidió conducir su auto tras salir de una dolorosa visita al dentista, acompañado de su novia. Durante el trayecto, el joven de 16 años fue adoptando una mirada extraña, perdió el control del vehículo y se salió de la carretera interestatal 75 en Sarasota. Freeman, el quaterback del equipo de fútbol de la escuela secundaria North Port, murió a causa de sus heridas; su novia sobrevivió.
Menos de un mes después, el 8 de abril, Wesley McKinley, también de 16 años y enrolado en la misma escuela, se ahorcó afuera de su casa, sin llegar a cumplir su sueño de participar en una audición para tocar guitarra en la prestigiosa Julliard School of the Arts.
Ese mismo año, los padres de Brittany Palumbo, de 17 años, estudiante del mismo centro escolar, la hallaron ahorcada dentro de un closet de la casa.
Freeman, McKinley y Palumbo tenían algo en común: los tres habían sido hipnotizados por el director de su escuela, George Kenney.
Ahora el distrito escolar del condado de Sarasota accedió a pagarles una compensación de 200,000 dólares a los padres de cada uno de los estudiantes fallecidos, admitiendo negligencia en permitir que el hombre –quien no poseía licencia para practicar la hipnosis- lo hiciera con los estudiantes.
Kenney no enfrentó cargos criminales por las muertes.
El joven McKinley había sido hipnotizado tres veces por Kenney, incluida una el día antes de quitarse la vida. Horas antes lepidió a su amigo Thomas Lyle que le diera un puñetazo en la cara. Las sesiones de hipnosis lo afectaban. De acuerdo con Lyle, cuando tomaba el autobús escolar tras ser hipnotizado, a veces no sabía su nombre ni quiénes eran sus amigos.
“Yo diría que se encontraba en una fase lejana. Él no parecía estar allí mentalmente después de las sesiones”, dijo Lyle, de acuerdo con una declaración jurada. Kenney hipnotizaba a Freeman –el primero de los tres en morir- con el fin de ayudarle a concentrarse y no preocuparse por estar adolorido durante los juegos. También comenzó a enseñarle cómo auto-hipnotizarse, algo que al parecer intentó hacer el último día de su vida, mientras manejaba al salir del dentista.
Los padres de Palumbo recuerdan que la joven quería asistir a la Universidad Central de Florida antes de que Kenney le diagnosticara informalmente que sufría de ansiedad ante los exámenes y le asegurara que la hipnosis podía ayudarla a mejorar sus resultados académicos. Sin embargo, esto no ocurrió y la joven estaba deprimida antes de suicidarse.
Una investigación del distrito escolar reveló que a pesar de las repetidas advertencias de las autoridades escolares, Kenney a menudo hipnotizaba a estudiantes y maestros. Entre 2009 y 2011 lo hizo con alrededor de 75 personas. Un estudiante del equipo de baloncesto contó que el hombre lo había hipnotizado de 30 a 40 veces para mejorar su concentración.
Kenney, quien admitió haber hipnotizado a Freeman el día antes de su muerte, fue suspendido en mayo de 2011 y renunció en junio de 2012. Fue acusado de dos delitos menores ese año, entre ellos practicar la hipnosis terapéutica sin licencia y cumplió un año de libertad condicional por esa causa. En 2013 renunció a su licencia maestro bajo la presión del Departamento de Educación de la Florida y no puede volver a solicitar otra. Al parecer actualmente vive en Waynesville, Carolina del Norte, donde opera un pequeño hotel de su propiedad.
Nunca ha ofrecido una disculpa pública por sus actos.
Damian Mallard, el abogado que representó a las familias de McKinley, Palumbo y Freeman, dijo que los padres no demandaron por dinero, sino para hacer al distrito escolar responsable y asegurar que algo similar no vuelva a suceder. “Es algo que nunca superarán. Probablemente la peor pérdida que pueda tener un padre es perder a un hijo, en especial si fue innecesariamente porque alguien decidió realizar los servicios médicos en los niños sin licencia “, dijo Mallard. “Se alteraron los cerebros subdesarrollados de los adolescentes, y todos ellos terminaron muertos a causa de ello.”