Es lo que siente Sacha Harland, un holandés de 22 años, cuando comienza su experimento.
Debe pasar un mes sin consumir productos que tengan azúcar añadido, alcohol y comida chatarra, y en los primeros días el reto le parece enorme.
Así lo cuenta en la primera parte de Guy gives up added sugar and alcohol for 1 month (Un tipo deja el azúcar añadido por un mes), el último documental de la productora holandesa LifeHunters.
En su primera semana a base de jugos naturales, fruta, verdura y otros alimentos no procesados, Harland pasa hambre constantemente y se siente falto de energía.
Además, se muere de envidia cuando un compañero disfruta de una pizza mientras él se conforma con una ensalada. En el cine tiene que renunciar a las palomitas dulces y al refresco, y la única opción sin azúcar que encuentra es un botellín de agua.
Si tomaba jugo, debía ser natural.
No pudo comprar palomitas ni cerveza para el cine.
Eso, la escasez de opciones, es algo con lo que se encuentra constantemente.
Y es que hasta los productos que no son considerados dulces, como las papas fritas, la salsa de tomate industrial o las sopas de supermercado, tienen sacarosa.
“Una sorpresa agradable”
“Lo más difícil fue pasar la primera semana y media. Tenía que buscar qué podía comer y qué no, y fue complicado”, le confirma a BBC Mundo.
“Aunque después me fui acostumbrando” a leer etiquetas, añade.
Pero además de habituarse a su nueva rutina alimenticia, el documental cuenta que a los 25 días de dieta comienza a sentir los beneficios.
Una experta le avisó de los beneficios.
Él mismo lo relata a cámara: “La última semana (del experimento) está a punto de terminar y me levanto con más facilidad y tengo más energía”.
“Ha sido una sorpresa agradable, ya que no pensaba que físicamente me sentiría tan diferente”, añade.
Además, una médico deportiva le confirma que su sensación se corresponde a un cambio real en su cuerpo.
Tras someterlo a varias pruebas, le informa que perdió cuatro kilos, que su colesterol se redujo en un 8% y que su presión sanguínea es 10 puntos menor que cuando inició el proceso.
Y tras varias pruebas médicas, su sensación se vio confirmada.
“Ya que cada vez es más difícil comer alimentos saludables, queríamos saber cómo se siente una persona que renuncia al azúcar, el alcohol y los aditivos durante un mes, y también cómo influye esa decisión en su cuerpo y sus condiciones físicas”, dice a Erik Hensel, uno de los responsables de LifeHunters, a BBC Mundo.
El video que recoge el proceso cuenta ya con más de cuatro millones de visitas en YouTube, tantos como logró el anterior proyecto de la productora, un video en el que hacían pasar los productos de la cadena de comida McDonald’s por comida ecológica en una feria gastronómica.
¿Pero qué respaldo científico tiene lo que cuenta el último documental de LifeHunters?
¿Cualquiera que dejara de tomar azúcar, alcohol y comida chatarra experimentaría los mismos cambios que su protagonista, Sacha Harland?
Menos del 5% de calorías diarias
“Depende de la cantidad de azúcar y alcohol que consuma antes de someterse a la dieta”, dice Samuel Durán, el presidente del Colegio de Nutricionistas de Chile a BBC Mundo.
“Sería raro que alguien que consuma una cantidad normal sintiera esos cambios”, explica.
Según la Organización Mundial de la Salud, esa cantidad normal diaria de azúcar, la que permitiría cumplir con “una dieta sana óptima”, debería ser el equivalente a un 5% del total de calorías ingeridas.
Y en su defecto, no más del 10%.
Una sola lata de refresco del tamaño estándar de 330ml contiene el equivalente en azúcares a 9 cucharillas de azúcar, es decir más de la cantidad diaria óptima recomendada por la OMS.
Esta es la recomendación de la OMS para una persona adulta que consuma aproximadamente 2.000 calorías al día.
Siguiendo la recomendación del 10%, sería un máximo de 50 gramos de azúcar al día, equivalente a unas 12 cucharaditas.
Siguiendo la recomendación del 5% para una dieta óptima y un bienestar adicional, serían 25 gramos al día o 6 cucharaditas de azúcar.
Un consumo superior podría llevar a desajustar los mecanismos de regulación que permiten al cuerpo almacenar y “quemar” los azúcares simples.
“Así que alquien cuyo consumo de calorías por azúcar sea superior al 20% de calorías diarias podría sentir mareos, temblores, transpiración o una ligera cefalea”, explica Durán.
“Pero sería alguien que lleva todo el día tomando café con muchas cucharadas de azúcar y jugos embotellados”, aclara.
“Lo más probable es no tener las sensaciones” del joven del documental, cree el experto.
Por su parte, Eduard Baladía, coordinador de la revista de Evidencia Científica y miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas, es más tajante.
Siguiendo la recomendación del 10%, sería un máximo de 50 gramos de azúcar al día, equivalente a unas 12 cucharillas o terrones.
“El video no tiene ninguna validez científica”, recalca.
“Falta de rigor”
“La muestra es extremadamente pequeña: una sola persona”, explica a BBC Mundo.
“Además, no es un estudio controlado, porque no toma en cuenta otros factores (que no sean el cambio en el consumo de azúcares añadidos, alcohol y productos con aditivos) o modificaciones que pudo haber hecho el sujeto consciente o inconscientemente, como por ejemplo aumentar el nivel de ejercicio”, aclara el experto.
“Por eso, como investigación no tiene ningún rigor y por tanto ninguna credibilidad”, sentencia.
Harland dice que no eliminará del todo la comida chatarra y los azúcares añadidos.
“Eso sí, desde la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas estamos totalmente de acuerdo en que hay que limitar el consumo de azúcar añadido a menos del equivalente del 10% de la ingesta calórica diaria”, aclara.
E insiste en que esa recomendación se basa en investigaciones científicas rigurosas en las que se ha observado a miles de personas.
Por su parte, el protagonista del documental, el holandés Sacha Harland asegura que seguirá la recomendación, pero “sin obsesionarse”.
“He decidido buscar un equilibrio entre los azúcares y los alimentos sanos, ya que optar por un lado u otro te puede hacer realmente infeliz”, reconoce.
“Esa fue mi conclusión del experimento”.
Vía: BBC Mundo