“No es una dieta ni un estilo de vida”.
1. Nadie elige convertirse en anoréxico.
Antes de volverme anoréxica pensaba que consistía en una dieta extrema para gente que quería ser supermodelo o que pretendía ser famosa, pero aprendí de primera mano que la anorexia no es una dieta ni un estilo de vida.
La anorexia nunca fue cosa mía. No siempre es fácil recordar esto y a veces siento que soy muy superficial, idiota y que estoy loca. Pero yo no elegí tener anorexia y no es mi culpa.
2. Es difícil saber a qué parte de tu cerebro escuchar
Cuando tengo un ataque de anorexia, se siente como si tuviera un duende sentado en mi hombro susurrando cosas destructivas e irracionales en mi oído:
Si engordas, nadie te amará, vas a morir sola y serás comida por gatos que también se volverán obesos.
Si escuchara a alguien decirle estas cosas a otra diría que es matoneo. El problema es que está en tu cabeza y suena como si fuera tu propia voz. La anorexia se alimenta de tus inseguridades y de lo que crees que el mundo espera de ti.
También depende un poco de tu personalidad. Me gusta sentir que tengo el control sobre mí misma y controlar mi peso me daba poder en tiempos de incertidumbre. Esto hace que la voz del duende sea tentadora y es difícil decirle que no.
3. Cada comida es un desafío.
Aprender a diferenciar entre la voz del duende y la tuya es una de las partes más difíciles de la recuperación. Piensa en un día promedio: ¿cuántos momentos están relacionados con comida?
Cada momento, tan diminuto para otros, produce un dilema masivo en mi cabeza. Un compañero de trabajo me ofrece un bocadillo. Estoy en un restaurante mirando el menú. Estoy en la casa de un amigo para cenar y están sirviendo una de mis comidas prohibidas.
¿Me uno pero me arriesgo a un espiral de culpa y vergüenza? ¿O rechazo la comida y evito la ansiedad, pero me siento excluida y grosera?
Incluso mientras me río y converso, hay una lucha constante en mi cabeza entre el duende y la parte de mí que quiere recuperarse y tener una vida libre de anorexia.
4. Recuperarse significa aprender a defenderte.
Eventualmente, a medida que me volvía más fuerte me di cuenta de que estos pensamientos no son una parte mal construida de mi personalidad con la que tengo que lidiar (como mi amor secreto por las comedias románticas malas o el hecho de que me saco los mocos cuando nadie mira).
La anorexia es una máquina impulsada por el estrés y la inseguridad y la necesidad de controlar un mundo imperfecto. La veo como un científico abusivo escondido detrás de la cara gigante del Mago de Oz.
Entender que la máquina es la causa de tu comportamiento no significa que puedas coger un martillo y romperla de inmediato, pero hace que sea más fácil defenderte cuando esa pequeña voz comienza a hablar.
5. No se trata simplemente de “comer más”.
Cuando alguien a quien amas luce tan frágil, tu instinto es sentarlos con un enorme plato de comida deliciosa cocinada en casa y asegurarte de que se lo acaben hasta el último bocado. Es un pensamiento bonito y cariñoso, pero ignora el hecho de que la anorexia es gobernada por la mente.
El cerebro de alguien sin anorexia piensa “Tengo hambre”, lo que lleva a “Necesito comer”. Mi anorexia interrumpe estos pensamientos para decir: El hambre es buena.
Después de meses o años de contar dolorosamente cada caloría que consumes, recuperarse puede requerir grandes ajustes. Uno no simplemente se despierta un día sin una mentalidad anoréxica.
6. Contarle a las personas es difícil, pero se vuelve más fácil.
Admitir que tienes este problema es aterrador y pensaba que las personas tendrían todas estas ideas preconcebidas sobre la anorexia. Me preocupaba que mis amigos pensaran que los juzgaba por lo que comían o por cómo lucía, que pensaran que soy una persona muy superficial, que estoy mintiendo cuando les digo que me gustan ciertas comidas, que es imposible ser feliz mientras estoy así.
Una vez que comienzas a hablar con las personas y te das cuenta de que responden con amor y apoyo, entiendes que no vas a ser rechazada y que no te van a mandar a vivir al bosque.
Sí, tus amigos no siempre sabrán qué decir y algunas veces sus acciones pueden hacerte sentir incómoda sin que sea su intención, pero me di cuenta de que la anorexia es difícil de entender y que si están dispuestos a trabajar conmigo durante todos mis desastres, tengo que hacer el esfuerzo de entender los suyos.
7. No puedes hacerlo por mí.
Sé que ver a alguien que amas estando tan enfermo puede ser doloroso. Sé que es terrible para mis seres queridos oír que odio partes de mi cuerpo si ellos me aman tal cual soy. Probablemente sienten la necesidad de decirme “Está bien, yo lo hago por ti”.
Lamentablemente, no pueden. Pero siguen siendo importantes para mí.
Tener personas que me escuchen hablar sobre mis ansiedades sobre mi cuerpo y sobre comer y después, cuando comencé a recuperarme, tener a alguien que escuchara mi lucha por aceptar la forma en la que estoy cambiando me dio la oportunidad de decir en voz alta pensamientos que de otra forma hubieran rondando por mi cabeza aumentando el estrés y quitándome mi motivación.
Estas personas son mi equipo. Son el Samwise para mi Frodo, mis Scoobies para mi Buffy, el Ron y el Hermione de mi Harry. No pueden llevar el anillo a Mordor, matar al Maestro o luchar contra Voldemort por mí. Pero su apoyo y cariño y todas las veces que me dicen que no estoy tan mal me dan la munición que necesito cada vez que lucho contra la anorexia.
8. La recuperación es difícil y extraña, pero maravillosa.
Aceptar que tienes que ceder el control, incluso si no puedes comenzar a hacerlo al comienzo, es aterrador y parece imposible, pero también es maravilloso. Es como si te llevaran a un abismo y te dijeran que saltaras, porque “Oye, no te preocupes. Una vez que saltes, te saldrán alas que evitarán que caigas. ¡Volarás y será increíble!”.
Las reglas que creas para apaciguar a los pensamientos anoréxicos que te dicen que tienes que mantenerte delgada son como un ancla que tienes que eliminar. Contar calorías es una ecuación simple. Elegir eliminar estas reglas y averiguar qué pasa es como levantar el ancla que te mantiene estable (pero limitada). Averiguarás cómo se siente caer… pero también cómo se siente volar.
9. Aprender a cuidar a tu cuerpo de nuevo es una revelación.
Han habido personas que me han dicho que debe ser divertido recuperarse de la anorexia porque de repente puedo comer todo lo que quiera sin que nadie me llame golosa.
Sin embargo, se necesita tiempo para que tu mente se acostumbre a ver a la comida como combustible y no como si fuera el enemigo. Algunas veces me siento débil por hacer algo que me había prometido no hacer. Tuve que aprender que elegir luchar es lo opuesto de ser débil.
Tal como dijo un mago muy inteligente: “Se requiere mucho coraje para enfrentarte a tus enemigos, pero se necesita aún más para enfrentarte a tus amigos”. Y ni hablar de enfrentarte a ti misma. Da ese salto, confía en tu psicólogo, confía en los que te apoyan y descubrirás no sólo lo fuerte que eres mentalmente, sino también todas las cosas increíbles que tu cuerpo puede hacer por ti.
10. Las cosas pequeñas producen grandes cambios.
Restaurar tu peso es una parte necesaria de la recuperación, pero puede ser estresante, especialmente cuando tu cerebro te ha estado diciendo que este es elpeor escenario posible. Sin embargo, tu cuerpo también te da unas cuantas sorpresas inesperadas.
Una vez cuando corría para coger el bus, sentí un balanceo extraño que recordaba haber sentido alguna vez. Oh, hola, senos. ¡Bienvenidos de nuevo! Nunca he estado más agradecida que ahora por ese balanceo cuando subo escaleras o cuando me levanto por la mañana.
Nunca dejaré de agradecer tener la habilidad de pararme sin que todo de vueltas. Después de ver que mi cabello se había reducido a hilos, puedes estar segura de que me encantan mis rizos rejuvenecidos en toda su gloria enredada y llena de frizz.
Y el pastel de cumpleaños que comí con mi familia supo mucho mejor porque no incluía una parte de culpa, sino un triunfante sentimiento de normalidad.
Sí, todavía me paro frente al espejo y no me gusta lo que veo. Sí, todavía tengo días en los que la culpa en mi cabeza está en nivel 11. Pero estas cosas pequeñas, estos detalles diminutos, son pedazos de canciones perfectas que atraviesan la estática y me recuerdan que yo tengo el control y que es hora de cambiar de estación.
11. Soy más que una persona anoréxica.
He viajado, me han roto el corazón, hice amigos, me mudé, conseguí un nuevo empleo y me enamoré mientras tenía esta enfermedad. No necesariamente en ese orden.
No camino por ahí pensando “Soy anoréxica, así que tengo que actuar de cierta forma”, así como no hay personas que vayan por ahí pensando “Soy vegetariano”. Las preocupaciones por la comida siempre están ahí, pero a menudo funcionan como ruido de fondo en lugar de ser el pensamiento que suena más duro o el más presente.
Estaba llegando a un punto en el que la enfermedad iba a evitar que hiciera lo que amo y esa fue una gran motivación para comenzar a frenar. Pero incluso si hubiera seguido así, siempre hubiera querido ser más que “La Anoréxica”. Soy una hija, una amiga, una hermana, una compañera, una novia. Moléstame, ríe conmigo, ámame. No soy una víctima, soy un ser humano y tendré días buenos, días malos y días desastrosos… pero no voy a rendirme.