Ser enfermera es uno de los trabajos más difíciles que existen. Literalmente, al igual que los doctores, tienen la vida de sus pacientes en sus manos. No pueden darse el lujo de cometer un error, pues podría ser fatal. Además, deben trabajar durante largas jornadas, casi siempre de pie.
Muchas veces, cuando nos toca estar en el lugar del paciente, o familiares del paciente, no podemos entender el comportamiento de las enfermeras. A veces hasta llegamos a llamarlas “inhumanas”, pero en pocas ocasiones somos capaces de entender por qué son así. Por eso, aquí te decimos 5 cosas que las enfermeras siempre han querido que sepas pero que nunca te lo dirán:
1. Lloramos en casa por ti
Las enfermeras podemos parecer que lo tenemos todo resuelto mientras trabajamos duro para cuidar de ti, pero la verdad es que, a veces, después de una larga y pesada jornada de trabajo, llegamos a casa y lloramos. A veces, el estrés de cuidar a los pacientes que están en un estado crítico es física y mentalmente agotador. Pasamos alrededor de doce horas corriendo de un lado para otro para obtener los suministros necesarios que cada enfermo necesita, haciendo análisis y consiguiendo medicamentos. De verdad nos gustaría poder tener un poco de tiempo para quedarnos a tu lado y sostener tu mano, pero nos es imposible.
Muchas personas nos dicen: “¡No sé cómo puedes ser enfermera! Yo nunca podría hacer lo que haces”. Bueno, lo cierto es que nosotras tenemos los mismos sentimientos que tú. Nos invade la emoción cuando salvamos a una persona de un paro cardíaco, o la tristeza cuando diagnostican a un pequeño niño con algún cáncer. Todo lo que vivimos en el hospital lo llevamos a casa, y a veces, necesitamos llorar. Sólo así podemos sacar todo lo que hemos vivido para poder comenzar un día nuevo para ti.
2. Estamos felices de prestarte nuestro hombro para llorar, pero no queremos ser tu saco de box
Trabajamos duro para garantizarles una buena y eficaz atención a ti y a los demás pacientes. Por supuesto que entendemos que tienes un terrible dolor, y ten por seguro que lo último que queremos es que sufras. Lo que no sabes es que mientras tú pulsas el timbre de llamada cada 20 minutos, nosotras estamos atendiendo a más pacientes que, tal vez, se encuentran más graves que tú, o que están postrados en la cama y necesitan ayuda porque se ensucian solos.
Cuando finalmente llegamos con tu medicina –a la hora que te corresponde– tus reclamos sobre nuestra labor como enfermeras o tu juicio sobre lo poco que nos importas son totalmente inexactos. En verdad nos importas –puedes leer la parte en donde mencioné que nos gustaría pasar un poco de tiempo a tu lado para sostener tu mano–, pero estamos demasiado ocupadas atendiendo a tantos pacientes como nos es posible.
3. Nadie desea colocar una intravenosa a la primera más que nosotras
Confía en mí. Te aseguro que cuando me dan una orden para colocar una aguja intravenosa no hay ningún plan malicioso en mi mente para ‘apuñalarte’ una docena de veces con el fin de conseguir una muestra de sangre para mandar al laboratorio y descubrir tu condición de salud. Cuando voy a hacerlo, rezo para que todo salga rápidamente y de la manera menos dolorosa posible. Si perdemos la vena y tenemos que intentarlo de nuevo, nuestra confianza se viene abajo y nos sentimos derrotadas. En cambio, cuando lo conseguimos a la primera y evitamos un dolor extra, para nosotras es un triunfo digno de celebrar.
4. Hacemos sacrificios por ti
Nos aguantamos las ganas de ir al baño durante horas sólo para asegurarnos que tu electro tenga un registro exacto. Nos saltamos el almuerzo para revisar que tu suero intravenoso esté goteando debidamente y que tu medidor de oxígeno esté en su lugar. No besamos la frente de nuestros hijos cuando van a la escuela porque cuando salimos de casa ellos aún duermen. Santa siempre llega a casa de la abuela el día de Navidad, porque mamá tiene que trabajar durante el turno de la noche. Hacemos todo esto y más, sólo por ti.
5. Amamos nuestro trabajo
Amamos nuestro trabajo y te amamos a ti y a tu familia. Puede ser que tú no te des cuenta porque estás pasando por un mal momento, pero cuando llegas al hospital y nosotras somos las encargadas de cuidar de ti durante los momentos difíciles, no sólo lo hacemos para aliviar tu dolor, lo hacemos por amor. Ninguna cantidad de dinero podría hacer que este trabajo valga tanto la pena como la satisfacción que sentimos al verte salir sano y feliz el día que te dan de alta. Es como si ganáramos la lotería.
Vemos a nuestra abuela en aquella mujer que esta luchando contra el Alzheimer; a nuestros amigos en el hombre de mediana edad que esta en terapia intensiva a causa de un accidente; nos vemos a nosotras mismas en la valiente mujer que esta luchando contra el cáncer. Te amamos. Y ese amor es el empujón que necesitamos a diario para hacer una mejor labor.