Hace unas horas Lena Dunham le leía la cartilla a Tentaciones desde su cuenta de Instagram. La revista de tendencias de El País había impreso una imagen de portada en la que, según la artista, salía con un nada disimulado photoshopeo. El enojado estado de Lena Dunham dice así:
¡Ey, hola El País! Me siento especialmente honrada de salir en vuestra portada como lo estoy de que hayáis pedido la licencia de una foto de @ruvenafanador, quien siempre me hace sentir increíblemente guapa. Pero este NO es el aspecto que tiene mi cuerpo, o el que tendrá nunca (la revista ha hecho un uso que va más allá del estándar de photoshop). Así que, si de verdad os interesa lo que hago, ¿por qué no ser honestos con los lectores? Con cariño, Lena. Crédito a @peguerillo_ por enviarme la foto de la foto”.
El País ya ha respondido, declarando que ellos habían utilizado una imagen sin retocar (cosa que, según cuentan, no hacen nunca) de una foto adquirida de una sesión realizada por Dunham en 2013 con el fotógrafo Ruven Afanador y publicada en su momento por Entertainment Weekly. El original al que se refieren desde el periódico español puede verse en la página de Facebook del fotógrafo, aunque lo que no sabemos es si la misma foto subida por Afanador sufrió entonces, o no, los pertinentes retoques.
Por supuesto, el problema no son las, al parecer, desafortunadas acusaciones de Dunham contra Tentaciones, sino comprender por qué es posible que Dunham vea una portada de una revista de tendencias y no se sienta identificada consigo misma. Tal vez, porque estas personalidades están tan acostumbradas a sufrir la modificación de sus cuerpos que casi cualquier proyección del mismo estará en entredicho.
Dunham no ha sido, ni mucho menos, la primera
Asistimos recientemente a otro episodio de denuncia instagramera en territorio nacional cuando Inma Cuesta se despertaba, esta vez sí, viendo cómo le habían estirado el cuello, limado el brazo y achicado las caderas. Como si de una muñeca de plastilina se tratara. “Verte y no reconocerte”, criticó en su momento a El Periódico por la portada para la que la habían fotografiado. Y aunque Cuesta era la primera actriz española en criticar el abuso de la herramienta de edición, hay a lo largo de la historia reciente de los medios una larga lista de figuras públicas que, lejos de permanecer calladas ante la modificación de sus imágenes, no dudan en saltar a la palestra para defender su imagen natural.
A mediados de los 2000, la época dorada del retoque por Photoshop, Kate Winslet denunció públicamente que para su última portada para GQ habían adelgazado sus piernas en casi un tercio. Un año más tarde, en 2004, Keira Knightley se quejaba de los pronunciados retoques que los responsables habían hecho sobre su cuerpo cartel promocional de la película ‘El Rey Arturo’. Saltamos a 2013, cuando H&M se jugó perder la campaña acordada con Beyoncé por haber reducido el cuerpo de la cantante generosamente, cosa que a Queen B no le sentó nada bien y logró el repudio público de la acción de la marca textil sueca.
Ashley Benson, Zendaya, Lorde… son muchas más las que han sumado críticas al abuso del retoque de los editores fotográficos, con el permiso tácito de las cabeceras que llegan a millones de mujeres en todo el mundo. Pero también son muchos los medios que se aprovechan de la corriente contraria para publicar las imágenes originales de estas celebridades y descubrir la falacia, defendiendo la notoriedad del hecho como denunciable aunque la publicación pase para ello por encima del consentimiento de las fotografiadas. Jezebel tiene un historial de desmontaje de sesiones fotográficas, como con la mismísima Dunham, a la que descubrieron dando el visto bueno en una portada con un uso del Photoshop cuando menos, limitado.
El otro uso del Photoshop del que no somos conscientes
Aunque las celebrities más reconocibles para la cultura popular suelen sufrir los efectos de la reducción de su figura, existe también otra realidad no tan comentada. El retoque fotográfico por excelencia suele hacer engordar a muchas modelos de pasarela. Dentro de sus intentos por alcanzar la perfección dentro del ideal de belleza propuesto por el mundo de la moda y la publicidad, muchas de estas jóvenes terminan teniendo un cuerpo demasiado delgado o poco sano para poder mostrarse tal y como es.
Robin Derrick, director creativo de Vogue, decía así: “Me he pasado 10 años de mi carrera haciendo parecer a las chicas delgadas, y en los últimos 10 haciéndolas parecer más grandes”. Pero no es, ni de lejos, la única cabecera de tendencias en caer en el uso del llamado reverse-Photoshop, Leah Hardy de Cosmopolitan,Alexandra Shulman de la Vogue británica, Nicky Eaton de GQ y Glamour han hecho alegaciones similares. Entre las declaraciones que Derrick hizo aHuffington Post hace un par de años sobre el tema, este extracto es especialmente iluminador:
Sabíamos que nuestros lectores sentirían repudio por estas mujeres grotescamente delgadas, y también sabíamos que lanzaríamos un mensaje negativo e irresponsable de mostrar esos cuerpos como son en realidad. Pero ahora me pregunto si, por culpa de nuestros retoques, la gente verá esas imágenes de mujeres muy, muy delgadas y pensará… ¿Cómo es posible que se vea tan genial? Es decir, eran cuerpos femeninos con cinturas de 55 cm, pero con unos pechos generosos y una piel fantástica. Con unos diminutos y adorables tobillos y unos muslos delgados pero con un pelo estupendo y unas mejillas llenas”.
Gracias a los retoques los lectores nunca ven la horrible verdad de la extrema delgadez. Que estas modelos infraalimentadas no tienen nada de glamouroso al natural. Que sus cuerpos esqueléticos y su pelo adelgazado y sin brillo, con manchas por todo su cuerpo y ojeras kilométricas pasaban mágicamente, gracias a la tecnología, con un aura de extremidades juguetonas y ojos de Bambi”.
Mujeres y revistas que contraatacan contra los estándares
Esta idea expresada por Dererick es la más clara manifestación de hasta dónde llega la política del control de la imagen física, especialmente de la femenina, en la obsesión por su objetivización. De unas empresas que no buscan promover tanto el ideal de belleza como más bien el control en todas las facetas del aspecto físico y la educación en el empleo de una gran parte de su tiempo y recursos en esta faceta que, evidentemente, le viene de perlas a la gigante industria que tiene detrás. Contra eso es que actrices y modelos han clamado públicamente, defendiéndose de los abusos promoviendo condiciones como la “cláusula de no-photoshop” de la que han hecho gala Marion Cotillard, Coco Rocha o Vanessa Hudgens entre otras.
Aunque casi todas las revistas piden disculpas públicamente cuando les pillan en una de estas, son también las mismas publicaciones de moda las que promueven de vez en cuando una visión más natural del cuerpo femenino. Son los casos de la francesa Elle, que en 2009 mostraba a una Monica Bellucci sin retocar o maquillar, o la Harper’s Bazaar de 2010, que retrataba a una Kim Kardashian 100% real. También en la reciente campaña de Pirelli (ya sabes, el almanaque de un fabricante de neumáticos que lleva décadas desnudando a mujeres y marcando la evolución de la imagen del deseo masculino) mostraban a Patti Smith, Serena Williams y Amy Schumer entre otras en unas únicas imágenes de Annie Leibovitzen las que no se perseguía la mejor postura o el mejor efecto lumínico desde el punto de vista de la estética dominante.
Más allá ha ido incluso Verily, una revista sobre moda que, entre su Declaración de Principios, incluyen la idea de no publicar ningún apoyo visual en el que el cuerpo femenino quede retocado. “Mientras que otras revistas alteran artificialmente imágenes en Photoshop para lograr lo que se conoce como “cuerpo ideal” o para dejar un máximo de tres arrugas, nosotros nunca alteraremos la estructura del cuerpo o de la cara de nuestras modelos”.
El verdadero rostro de la denuncia
El problema, como habrás notado, es que siguen siendo prácticas aisladas y segregadas a lo largo de los ciclos de tendencias mediáticas para darle el puntual añadido de interés a la campaña. Este “nuevo maquillaje feminista”, según palabras Suzanne Moore para un editorial en The Guardian en referencia a las fotos de Leibovitz para Pirelli, permite el aplauso para con las cabeceras por mostrar a esas “mujeres reales” de vez en cuando mientras la industria cosmética sigue sistemáticamente creando una ideología de la imperfección del cuerpo femenino (que es, en el fondo, su razón de ser y su nicho de mercado) y las cabeceras de las revistas no cesan de insertar su publicidad y contenidos afines a esta doctrina.