El 24 de octubre de 1936 ocurrió en el pueblo haitiano de Ennery un acontecimiento que trastocó la aparente calma de sus habitantes. Ese día, bajo el deslumbrante sol del Caribe, apareció una mujer, más bien una anciana, desnuda, con el rostro recubierto por un retazo ya deshilachado, harapiento.
Deambulaba sin ton ni son, lucía extraviada. Los ojos en blanco, no tenía pestañas. La piel, según descripción médica, se notaba pálida, arrugada y con unas escamas similares a las de los peces. Cojeaba de su pierna izquierda y de su garganta brotaban chillidos aterradores.
En medio de su pánico, algunos residentes de Ennery observaron el notable parecido físico de esta mujer con Felicia Felix-Mentor, quien, por lo demás, también cojeaba de la pierna izquierda.
El único gran detalle es que Felicia había fallecido 29 años atrás, tras padecer una larga enfermedad. Muerta y fue enterrada en 1907.
Se cuenta que los Mentor la recibieron con los brazos abiertos en la casa familiar, la alimentaron, la alojaron en una de las mejores habitaciones. Y para ellos era Felicia, la muerta-viva, el cadáver que había resucitado de las tinieblas. Un zombie, pues.
Un fenómeno popular
Y es que para muchos, y ciertamente para la escritora, folklorista y antropóloga estadounidense Zora Neale Hurston, quien conoció de primera mano el caso de Felicia Felix-Mentor, la repentina aparición de esta mujer supuso la prueba definitiva, concluyente, de la existencia de zombies en Haití.
En su libro Tell My Horse, un recuento de su trabajo de campo en el país caribeño. publicado en 1938, Neale Hurston relató lo que había presenciado:
“Tuve la extraña oportunidad de ver y tocar un caso auténtico. Escuché los sonidos fracturados en su garganta… Si no hubiera experimentado todo esto bajo la luz del sol, en el patio de un hospital, podría haberme ido de Haití interesada en el tema, aunque dudosa. Pero yo vi el caso de Felicia Felix-Mentor, el cual venía con el aval de las principales autoridades. Sé que hay zombies en Haití. Gente que ha regresado de entre los muertos”.
Sin embargo, el tema zombie permaneció dormido en la cultura popular hasta el año 1968, cuando el cineasta George A. Romero estrenó la película Night of the Living Dead. A partir de ese momento, los zombies, o una particular interpretación de los zombies, criaturas monstruosas que persiguen a personas inocentes para comérselas vivas –¿quién no ha delirado con la serie The Walking Dead o películas como Shaun of the Dead, Zombieland, Juan de los Muertos o World War Z?–, se convirtieron en una presencia permanente en el cine, la televisión, los juegos de video, las novelas de terror y hasta los parques temáticos.
Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Existen los zombies en la vida real? ¿De qué estamos hablando en realidad cuando hablamos de “zombies”?
Para muchos estudiosos, las respuestas a estas y otras preguntas se encuentran en Haití, donde existe una arraigada tradición de zombies o, como también suele ser escrito, zombis.
Se dice que son fundamentalmente personas muertas que vuelven a la vida por obra de una serie de conjuros de magia negra efectuados por los bokor, como se conocen los sacerdotes o hechiceros del vudú –la religión oriunda de la costa atlántica de África y que trajeron los esclavos africanos a las costas occidentales– con distintos propósitos, sobre todo para tener mano de obra.
Hijos del vudú
Temida o malinterpretada por muchos en vista de la enorme cantidad de deidades, de conjuros, de posesiones, de sacrificios de animales –incluso se han llegado a registrar sacrificios humanos con propósitos de magia negra), el vudú es la religión que principalmente se practica en la isla caribeña y en la diáspora haitiana.
De manera formal, se ha establecido el año 1724 como el del inicio del vudú allí. Nació como un culto a la serpiente y una adoración a distintos espíritus relacionados con las experiencias de la vida diaria, pero estas prácticas originarias se fueron mezclando con los rituales católicos ya existentes en América y fue así como, de este sincretismo, surgió esta religión practicada hoy por unas 80 millones de personas en el mundo.
En 1809, los esclavos africanos de Cuba transportaron el vudú al estado de Louisiana, en Estados Unidos. Fue así como el tema de los zombis pisó por primera vez la tierra que mayor provecho ha sabido sacarles.
Entre las creencias principales del vudú –o vodún, o vudún– se encuentra aquella según la cual una persona muerta puede ser revivida y quedar bajo el control del bokor, pues carecen de toda forma de voluntad propia.
¿Zombis o esclavos?
Más o menos eso fue lo que describió el psiquiatra Louis P. Mars, uno de los médicos que atendió a Felicia Felix-Mentor en un hospital de Puerto Príncipe que luego se llamó Centre Hosp Univers De Psychiatrie et De Neurologie Mars and Kline.
En un artículo publicado en 1945 por la revista especializada en antropología Man, el doctor Mars describió al “presunto zombi en cuestión” como alguien que “no estaba en capacidad de darme ninguna información sobre su nombre, su edad, su lugar de nacimiento, dónde había estado antes, a dónde iba y cómo fue que llegó al hospital”.
“Había perdido todo sentido del tiempo y se mostraba muy indiferente al mundo de cosas alrededor de ella”.
Un ser, por cierto, perfecto para hacer lo que otros no quieren hacer. Se dice, en efecto, que cuando los esclavos haitianos se vieron ante las duras condiciones de trabajo en los campos y plantaciones, fue que nació la idea del zombi, una palabra que proviene de nzambi, palabra congolesa con la que se designa al “alma”.
De hecho, hasta bien entrado el siglo 20 –¿y no en el 21?– los zombis fueron utilizados en Haití para realizar trabajo esclavo en haciendas y plantaciones de azúcar.
El calvario del zombi Clairvius
Fue, sin dudas, el caso de Clairvius Narcisse, un hombre haitiano de 40 años a quien los médicos declararon muerto el 2 de mayo de 1962, luego de padecer durante varios de una fiebre misteriosa e insoportable. El cadáver fue identificado por sus hermanas Marie-Clare and Angelina y enterrado en un pequeño cementerio del L’Estère, un pueblo ubicado en el occidente de Haití, tras pasar 24 horas en la morgue.
Hasta ahí llegó la historia de Clairvius.
¿Estamos seguros?
Pues no, en Haití nadie puede estar seguro de morirse del todo.
En 1980, un hombre de movimientos torpes y mirada perdida se acercó a Angelina en un mercado del pueblo y le dijo que era Clairvius, su hermano, el mismo que ella había enterrado 18 años atrás.
Pues sí, tras el funeral, presumiblemente en la noche, la tumba de Clairvius Narcisse fue profanada, su cuerpo desenterrado por el hombre que ya le había hecho el maleficio –un poderoso bokor–, quien le golpeó y le obligó a tomar una extraña poción. Luego, lo puso a trabajar como esclavo en una plantación de azúcar, donde continuamente le obligada a ingerir dosis de la poción para mantenerlo en un estado zombi.
Clairvius estuvo bajo el control del bokor hasta la muerte de éste, dos años después. El zombi escapó y estuvo vagando de un lado a otro, lejos de su casa, por 16 años, hasta que decidió regresar.
También se determinó que el bokor recurrió a las secreciones venenosas del sapo de caña o Bufo marinus, los cuales utilizaba como anestésico. Y se cree que para resucitarlo y controlar su mentas, usó un compuesto a base de la hierba estramonio o Datura stramonium.
Ahí, quizás, radica el secreto de los zombis. No es magia. No es como en las películas. Clairvius murió –esta vez sí– en 1994.
¿Y tú qué opinas de estas historias?