La tierra se ha vuelto un bien escaso en algunas ciudades como Tokio, en el que el precio del suelo supera los 100.000 dólares americanos el metro cuadrado.
Sin embargo el incremento del precio de la vivienda y la superpoblación no es algo que afecte solo a los vivos, sino que comprar una parcela de tierra en el cementerio se ha convertido en un lujo que muy pocos pueden pagar.
El cementerio de Aoyama en Tokio ya está considerado como una de las tierras más valiosas del mundo. Rodeado de edificios grises, este pequeño parque de color verde no puede seguir creciendo, por lo que el precio de sus parcelas no ha hecho más que aumentar en los últimos 50 años.
Sin posibilidad de comprar un trozo de suelo físico donde enterrar a sus seres queridos, los tokiotas han tenido que encontrar otra manera de conjugar la tradición, la vida y la muerte.
Los cementerios verticales
Limpios, accesibles, tecnológicos y rentables, así son los nuevos cementerios verticales que se han inaugurado en Japón y otros lugares del mundo.
Este es el edificio Shinjuku Rurikoin Byakurengedo, un osario de varios pisos diseñado por el famoso arquitecto Kiyoshi Takeyama, y situado en el famoso distrito comercial de Tokio.
En él se guardan los restos de miles de difuntos y su funcionamiento es muy sorprendente, ya que se valen de la última tecnología en logística industrial para organizar a sus residentes.
En lugar de caminar interminables pasillos en busca de la tumba de tu ser querido, serán sus restos los que irán a tu encuentro, gracias a la utilización de una tarjeta electrónica.
Tras colocar la tarjeta en el lector, el sistema logístico desarrollado por Toyota se pone en marcha transportando las cenizas, una fotografía y una pequeña lápida con su nombre, hasta al sala de visitas. Concluida la visita, los restos volverán a ser guardados en su nicho.
El lugar cuenta con climatización y amplios ventanales para que los vivos puedan sentirse a gusto y encontrar consuelo charlando con los monjes que velan el cementerio.
Más futurista aún es el nuevo cementerio de Banshoji de Nagoya y su sala Suishoden.
En ella, 2.000 pequeñas lápidas de vidrio iluminadas por LEDS azules guardan las cenizas de los difuntos.
También aquí la tecnología juega un papel importante, aunque de forma más tradicional. Con una tarjeta electrónica, los familiares pueden cambiar el color de la lápida a dorado, para poder encontrar así los restos y dirigirse a ellos en oración.
Al igual que Japón, otras ciudades metropolitanas con gran densidad de población, como Brasil, China e Israel están, construyendo sus propios cementerios verticales, una tendencia que se extenderá a otras partes del mundo a consecuencia de la escasez de recursos.