La vida a veces da donde más nos duele, nos quita las cosas que nunca pensamos perderíamos y nos deja como jamás pensamos que quedaríamos. No diré más, y seré, de ahora en adelante, sólo un mero relator de los hechos que Eleni escribió acerca de la muerte de su hermana Aletha. Dice así:
“La vez que más triste me he sentido fue cuando leí la nota que mi hermana había dejado sobre la puerta principal de mi casa. Hacía frío, había niebla, yo estaba sola, y las palabras que leí en el papel me llevaron al lugar más miserable que puede existir; la soledad. Eleni, si eres la primera en ver esto, no entres al sótano. Sólo llama a una ambulancia. No quiero que me veas así. Te amo, Alehta.
A pesar de su profunda depresión, mi hermana trató de protegerme del horror que pude haber visto en el subterráneo de mi casa.
Me quedé inmóvil en la entrada, temblando del frío y el terror. No solo me sentía abandonada, sentía que todo lo que yo era se perdía con el viento, nada en mí era de verdad, yo no existía. El universo se convirtió, repentinamente, en un lugar miserable.
Después de lo que para mí fue una eternidad, la policía me dijo con lástima, “Aletha ha muerto” y lo que siguió a esa oscura declaración, fue un pequeño momento de lucidez en el que sólo una cosa importaba; la verdad.
Tenía que ser honesta, tenía que decir la verdad.
En el momento en que me senté a escribir el obituario de mi hermana, supe que la primera frase que anotaría sería: Aletha Meyer Pinnow, 31, (de Chicgaro, Il) Murió por depresión y suicidio.
Compartí esa información con todos -amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc.-la causa de muerte de mi hermana; Depresión y suicidio. Les dije que mi generosa, solidaria, encantadora y querida hermana no pudo ver nada de eso en ella y decidió irse de este mundo. Les dije que la depresión había creado una muralla que bloqueó la luz, impidiendo que el amor de todos nosotros la alcanzara.
El dolor de aquel momento en la entrada de mi casa no era nada comparado con la desolación que mi hermana había vivido durante toda su depresión. Yo tenía que decir la verdad.
La depresión le mintió a mi hermana. Le dijo que no valía nada, que no podía ser querida, que era una miseria. Imagino que esas mentiras era un ruido permanente en su vida, y después de años, ella creyó que todas esas mentiras eran ciertas. En la nota que les dejó a mis padres, escribió: “No se entristezcan, no valgo la pena.”
Ella estaba tan equivocada. La depresión miente, yo tengo que decir la verdad.
La verdad es que mi hermana era increíble. Me hizo feliz por solo existir y cada vez que yo necesité ayuda, cada vez que pasé por un momento difícil, cada vez que la ansiedad me sobrepasaba, Aletha estaba ahí. Y cada vez que yo tenía un buen día, necesitaba compartirlo con ella. Aletha y yo teníamos una cercanía que nunca más volveré a tener con alguien.
La depresión nos quito décadas de nuestras vidas juntas. La depresión miente, yo tengo que decir la verdad.
Mi hermana se convenció de tener que ocultar la depresión al resto. Yo no pude salvar a mi hermana, no pude rescatarla de su depresión. Se resbaló de mis manos y no puedo traerla de vuelta.
Sólo puedo implorarle al resto de las personas que aún viven, que no oigan la voz de la depresión, no escuchen sus mentiras.
La verdad es que ustedes valen, ustedes son amados. Confíen en las voces de quienes los aman. Confíen en el enorme coro de voces que dicen solo una cosa: Tú importas. La depresión miente. Debemos decir la verdad.
Hay una delgada línea negra que separa mi vida en dos. Aún soy nueva en este territorio. Es incierto, estoy desorientada. Siento que camino en un piso inestable, curvo, flotante, y que no sé nada salvo una cosa: La depresión miente, yo contaré la verdad…”
-Eleni Pinow-
Mira esta entrevista del Washington Post a Eleni: