Un cuadro al óleo pintado en 1972, que representa a un niño de cinco años acompañado de una muñeca, estaría relacionado con la muerte directa de tres personas…
En 1972 un artista californiano llamado William Stoneham pintó un óleo que representa a un niño y a una muñeca parados delante de una gran puerta de vidrio, detrás de la cual se ven varias manos apoyadas. No es una pintura precisamente bonita, sino que es más bien una obra inquietante: los numerosos pares de manos estampados contra el vidrio, las cuencas vacías en los ojos de la muñeca y la expresión estoica del niño parecen derechamente extraídos de la peor pesadilla.
La obra, llamada “The hands resist him” ( “Las manos se le resisten” o “Es resistente a las manos”), fue expuesta públicamente por primera vez en la galería Feingarten de Beverly Hills, California, y comprada por el actor John Marley (quien encarnó al personaje del potentado productor de cine Jack Woltz en la famosa película “El Padrino”, el mismo que encuentra sobre su cama la cabeza de su caballo purasangre favorito). A la muerte de Marley, no se sabe en qué circunstancias, el cuadro terminó tirado en la trastienda de una vieja cervecería de California, donde fue encontrada por una pareja californiana. Después de quedarse con el cuadro durante cierto tiempo, la pareja decidió venderlo en el sitio de compra y venta on line eBay.
¿El motivo que tuvieron para deshacerse de la pintura?
He aquí la explicación que la esposa publicó en la misma página web: “Nuestra hija de cuatro años una noche nos pidió dormir con nosotros porque dijo que estaba muy asustada. Nos contó que los niños del cuadro se estaban peleando y que se metían a su habitación por las noches. Mi esposo, alarmado, instaló unos sensores de detección de movimientos. Al cabo de tres noches captó una imagen borrosa donde puede verse al niño tratando de salir del marco del cuadro, amenazado por una especie de arma que la muñeca apunta contra él”.
Después de ese increíble relato, los vendedores de eBay advirtieron : “La pintura debe irse y no nos haremos responsables de lo que ocurra después de la compra”.
La noticia de la peculiar pintura, por descontado, se propagó muy rápidamente por Internet, los usuarios compartían el enlace de la página o escribían notas de opinión al respecto. Algunas personas que pudieron acercarse a la pintura reportaron que al observarla detenidamente se sintieron mal o tuvieron desagradables experiencias: una persona confesó que del cuadro salía por las noches una voz infantil junto con una ráfaga de un aire muy caliente. Y un usuario que intentó imprimir la imagen del cuadro después de tomarle una fotografía, confesó que su impresora nueva Epson devoraba y mutilaba página tras página cada vez que intentaba imprimir las imágenes de la pintura. Otras personas que se habían parado a contemplar el cuadro reportaron, en tanto, haberse sentido “violentamente enfermas”: algunas habían vomitado, mientras que otros se habían desmayado o lanzado gritos de terror. Un experto en fenómenos paranormales que se acercó al cuadro llegó a comentar que era “como estar de pie frente a la puerta de un horno”.
El siniestro marketing que se armó en torno a la pintura logró en el año 2000 que en menos de un mes se recibieran más de 30 ofertas y que una pintura avaluada en 199 dólares aumentara su precio hasta los 1.050, siendo adquirida finalmente por un galerista de Michigan.
William “Bill” Stoneham, el autor de la obra, tras enterarse de todos estos sucesos y ser contactado por un sitio web, aclaró que el niño del cuadro estaba basado en una vieja fotografía de sí mismo cuando tenía 5 años y que, con respecto a la supuesta arma que la muñeca parece sostener en sus manos, sólo había pintado una pila con unos cables.
“Siempre tuve una conexión con lo que llaman el inconsciente colectivo. Pienso que todos lo tenemos. Los artistas, especialmente los artistas visuales, son barómetros de los sucesos colectivos del momento. Los sueños son una experiencia común. De cualquier forma, mi propia experiencia es una sensibilidad a un lugar, físico, geográfico. Hay memorias, ecos de la vida en ese lugar. A lo mejor es lo que llaman canalización. Cuando pinté “The hands resist him” en 1972, usé una foto mía de cuando tenía 5 años en un departamento de Chicago. Las manos que aparecen detrás del vidrio son las otras vidas y la puerta de vidrio es ese delgado velo entre la vigilia y el sueño”, sostuvo.
Sigui”Y la niña/muñeca es la compañía imaginaria o la guía en estos dos reinos. Charles Feingarten, el dueño de la galería donde “Hands” estaba siendo expuesta y el crítico de arte que habló sobre mi cuadro murieron un año después de la muestra. Y la persona que compró el cuadro en ese tiempo (el actor John Marley) murió en 1984.
La pintura es muy extraña y surrealista o cómo quieran llamarla, y pues causa una sensación…bueno, no sabría explicarla. Gracias a esas extrañas sensaciones y al destino que sufrieron esas 3 personas la pintura ha sido objeto de varias leyendas urbanas, como la de la gente que se desmaya al verla o de los niños en la pintura que cambian de posición. Vivimos en una era de ciencia, duras realidades y hechos concretos, pero todavía nos sentimos atraídos por el misterio. ¿Y qué es más misterioso que las pinturas? Más que cualquier otro objeto, las pinturas son una especie de cosa creada por alguien usando sus manos. Y a veces, esas manos crean algo que aterroriza a la gente durante décadas”.
El actual propietario del cuadro “The hands resist him”, un sexagenario galerista de apellido Smith, explicó por su parte que “hasta el momento no he sido testigo de ningún hecho paranormal relacionado con la pintura, aunque debo confesar que recibí miles de correos electrónicos que me sugerían oraciones de liberación, consejos de cómo limpiar mi casa de las energías negativas e incluso la ayuda desinteresada de un chamán nativo americano de Mississippi. Pero yo creo que todo es fruto de la mente. Sólo he podido mostrar la obra en seis ocasiones. Una de las ocasiones más memorables ocurrió en 2007, cuando cerca de una docena de hombres, de edades entre los 14 a los 60 años, quisieron ver el cuadro en persona. Sólo pasaron veinte segundos, y sólo había silencio. Y entonces alguien dijo: “Eso es espeluznante”. He recibido ofertas de hasta seis cifras por la pintura, pero no me interesa venderla. Esta pintura no tiene valor, ya que tiene su propia mística y crece aquí día a día”.