Desde pequeños se nos inculca que la fecha de caducidad es una frontera infranqueable: si un yogur o un preparado la sobrepasa, no debemos consumirla y la debemos tirar a la basura. Aunque no es lo mismo la fecha de consumo preferente que la de caducidad, cualquier alimento que no la cumpla nos repele de alguna manera.
Pero a Casey Williams, editor del Huffington Post, le gustaría que pensáramos de otra manera. Por eso se ha pasado una semana entera solo comiendo productos caducados. Y los resultados son sorprendentes.
Williams consumió de todo. Carnes como pollo o bacon, envasadas o compradas en un mercado. Fruta que iba a ir a la basura, pero que terminó en su estómago. Platos preparados de pasta, yogures y hasta alguna lata. Todo pasado de fecha. Y aunque algunas comidas le supieron realmente mal, no se puso enfermo en ningún momento.
“Recogí un par de cosas de la basura y me las comí. Una de ellas fue un melón que parecía estar podrido por fuera, pero que luego por dentro estaba buenísimo”, asegura en el artículo en el que cuenta su experiencia.Lo pero que comió fue un melocotón que sabía de manera espantosa y que casi tenía moho, pero que no le puso malo.
Además de descubrir que la comida caducada no hizo que enfermara, el periodista descubrió que el sabor o el olor no son un indicativo de que algo está en mal estado.“Sorprendentemente, ninguno de estos indicativos significa necesariamente que un alimento esté en mal estado o que contenga un parásito que te haga vomitar”,asegura la doctora Dr. Natalie Azar a la web today.com, que ha entrevistado a esta experta para conocer su opinión sobre los hallazgos del periodista.
“Y al contrario pasa lo mismo: alimentos con buen sabor pueden estar contaminados con baterías muy peligrosas, como la salmonela o el E-Coli. Podemos comer algo que esté delicioso y en unas horas acabar en el hospital”, asegura Azar.
Volviendo a Williams, en su experimento solo había una línea roja: la carne o el pesado podrido. El resto, sobre todo si eran productos envasados, le daba igual su estado o su fecha de caducidad, siempre que no hubieran pasado más de 7 días desde que se superara.
Con este experimento, Williams quiere denunciar que son las propias empresas las que marcan la fecha de consumo, y no lo hacen en función de ninguna norma gubernamental. La política de las compañías al respecto suele ser muy conservadora: no quieren que ninguno de sus clientes se intoxiquen. Pero dependiendo del producto, esta fecha como mínimo puede retrasarse un par de días sin problema. Como mucho, la comida nos sabrá un poco peor, pero no sufriremos ningún tipo de enfermedad.