Vivimos en un mundo enorme en el que hay más de 7.000 millones de personas, con lo que las posibilidades de encontrarnos los unos a los otros son prácticamente remotas. Es por eso que la historia que aquí se cuenta destaca no solo por las casualidades, sino por las conexiones que se forman entre personas que tienen un vínculo pero que ni siquiera se conocen.
Solo así se puede explicar que Jennifer Bricker, una acróbata que nació sin piernas, pudiese admirar durante años a su propia hermana sin haberla visto nunca, simplemente a través de la pantalla de televisión. Nos explicamos.
Jennifer fue abandonada por sus padres, de origen rumano al nacer, y adoptada por el matrimonio Bricker, en Illinois, Estados Unidos. En su nuevo hogar siempre fue tratada como una persona normal y corriente; jugaba con sus tres hermanos, hacía toda clase de deporte y se sentía totalmente integrada socialmente.
Sus nuevos padres siempre se mostraron muy abiertos a hablar de su pasado y se esforzaron en hacerla entender que probablemente los biológicos la habían dado en adopción debido a su complicada situación: inmigrantes que habían llegado a Estados Unidos sin recursos y que debían afrontar un costoso tratamiento médico que no se podían permitir, tal y como cuenta la BBC. Por eso, su decisión fue para darle a ella la oportunidad de una vida mejor. Por otra parte Jennifer desde muy niña mostraba interés en la gimnasia y era muy hábil haciendo ejercicios pese a su deficiencia. Jugaba a la pelota, trepaba a los árboles y apenas usaba las piernas protésicas…
En 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, se quedó prendada del equipo femenino rumano de gimnasia que ganó el oro. Especialmente le fascinaba Dominique Moceanu, de 14 años, debido a que ambas tenían una fisionomía parecida y a Jennifer, por aquel entonces con 8 años, la conectaba con esa parte de ella rumana que no había podido conocer.
A raíz de ese campeonato, nuestra protagonista empezó a competir en campeonatos de gimnasia siguiendo el ejemplo de su ídolo. La gente se sorprendió de que no tuviera piernas, pero las victorias llegaban y de hecho a los 11 años se proclamó campeona de Illinois.
A los 16 finalmente los padres adoptivos le contaron a Jennifer algo que habían descubierto: su apellido biológico era Moceanu, lo que suponía que era hermana de Dominique. Se habían enterado por casualidad y habían esperado hasta que ella fuera mayor para confesarle este gran secreto sobre su vida.
Pasaron cuatro años y finalmente la joven decidió ponerse en contacto con su recién descubierta hermana. Le mandó una carta en la que le contaba la situación y le mandaba pruebas de su parentesco. En esta primera misiva omitió que no tenía piernas. Lo que sí le contaba es que gracias a sus actuaciones, ella también había querido dedicarse a la gimnasia. “Eras el ídolo de toda mi vida y resultaste ser mi hermana”.
Dominique, que en ese momento estaba esperando un bebé, le dijo que necesitaba un tiempo para procesar toda la información y pasadas unas semanas se llamaron por primera vez. Unos meses después se reunieron en Ohio las dos con Christina, la otra hermana. Y más adelante Jennifer también pudo conocer a Camelia, su madre biológica; su padre había muerto unos meses antes. No hay rencores y Jennifer sabe que con sus padres biológicos nunca habría podido tener la vida que tiene ahora. Lo único que quedan son unas ganas tremendas de recuperar el tiempo perdido.
Las hermanas se reúnen a menudo pese a que viven en distintos estados y nuestra protagonista sigue con su carrera de acróbata, incluso ha llegado a actuar en la gira de Britney Spears. Una historia que no es muy frecuente pero que afortunadamente tiene final feliz.