Ya sabes que muchas veces algunos vecinos se convierten en amigos y que los amigos son considerados como parte nuestra familia. Puedes contar con ellos para las cosas buenas y malas, te dan buenos consejos y sabes que siempre estará ahí para todo lo que necesites.
Una traición por parte de un amigo puede ser muy dolorosa. Lo más probable es que la relación se acabe pero existen casos en los que la traición conlleva a la muerte.
Un ejemplo de esos lo tenemos en la famosa serie de Pequeñas Mentirosas donde las amigas de Alison la entierran porque las había traicionado.
Y aquí comenzamos con la historia de una mujer llamada Leonarda Cianciulli, la cual no tenía muy claro el concepto de amistad.
Era conocida como la jabonera de Correggio y a continuación intentaremos entender por qué actuó así a pesar de que sus acciones no tengan justificación alguna.
Tuvo una vida un poco difícil. Fue producto de una violación y su madre era alcohólica. No cuidaba nada de ella y cuando fue un poco más mayor, Leonarda se negó a la propuesta de su madre de casarse con su primo y eligió como esposo a Raffaelle Pansardi. Según ella, en ese momento, la madre le echó una maldición. Tuvo dos intentos de suicidio aun siendo una niña.
Todo esto junto a la cantidad de supersticiones en las que creía, hicieron que su vida se volviese en torno a la ignorancia y los crímenes por Italia en 1940.
Solo cuatro embarazos, de 17 que tuvo, fueron viables. De los cuatro, Giusseppe era su hijo favorito.
Las pesadilla siguieron atormentándola ya que la terrible maldición de su madre la seguía persiguiendo. Un día tuvo un sueño en el que alguien le dice que para salvar a sus niños, deberá hacer sacrificios humanos.
En el pueblo de Correggio, su reputación era la de una madre trabajadora que se dedicaba a hacer jabones, pero la realidad es que asesinó a tres mujeres con el mismo modus operandi. Cuenta la leyenda que Cianciulli engañaba a sus vecinas para que fuesen a su casa con la promesa de rejuvenecerlas con tratamientos faciales. Posteriormente las drogaba y finalmente se deshacía del cuerpo de una forma muy extraña.
Faustina Setti fue su primera víctima. Era una mujer soltera que buscaba su oportunidad en el amor y la convenció de que un hombre de otra ciudad estaba interesado en ella. Con la excusa de que tenía que irse a esa ciudad le pidió que escribiera cartas a sus familiares y conocidos que luego le serviría a ella para cubrir su rastro después de asesinarla. Más tarde le ofreció una copa adulterada que sería el motivo de la muerte tras sufrir los efectos de la droga que Leonarda añadió a su copa. Recurrió a la sosa cáustica que usaba en su trabajo para deshacerse del cuerpo, convirtiendo el cuerpo descuartizado en una masa. Todo el proceso se entiende mejor con la descripción que realiza la propia criminal.
“Coloqué los trozos en una olla, usé siete kilogramos de soda cáustica, la misma que usaba para hacer jabón. Lo mezclé hasta disolver, era una papilla espesa, oscura, que vertí en varios recipientes y después arrojé a una fosa séptica. Había guardado toda la sangre en una vasija, esperé hasta que se coaguló, la metí al horno, la molí y mezclé con harina, azúcar, huevo, chocolate y mantequilla para hacer unas deliciosas galletas para el té. Hice un montón de galletas crujientes que después serví a mis visitas, aunque Giuseppe y yo también comimos”.
Francesa Soavi fue la segunda víctima. La engaño del mismo modo pero esta vez debía irse de Correggio para trabajar en un colegio para niñas. También uso el engaño de las cartas para librarse del asesinato y usó un hacha para descuartizarla.
Virginia Cacioppo fue la tercera y última víctima. Era una cantante soprano y le prometió trabajo en Florencia. Como a todas las demás, le pidió que no dijera nada a nadie.
Leonarda cuenta lo que hizo con el cuerpo: “Terminó en la olla, como las otras dos… su carne y su grasa eran blancas, cuando se había disuelto le agregué una botella de colonia, y después de un largo tiempo hirviendo puede hacer un jabón cremoso bastante aceptable. Le di barras a mis vecinos y conocidos. Las galletas también eran mejores: esa mujer era muy dulce”.
La cuñada de la tercera víctima, Virginia Cacioppo, comenzó a sospechar de la extraña desaparición y le contó sus sospechas a las autoridades por lo que los asesinatos finalizaron. Leonarda confesó muy rápido, por lo que la investigación no duro mucho y fue llevada a juicio.
Leonarda fue condenada a 30 años en la cárcel, más 3 años en un centro psiquiátrico.
Murió por apoplejía cerebral en el centro psiquiátrico para mujeres de Pozzuoli en 1970.
En el Museo Cronológico de Roma se exhiben algunos de los artefactos del caso, incluido el bote en el que las víctimas fueron hervidas.
Ya sabemos que la historia no es justificable, pero después de sufrir horribles experiencias a lo largo de tu vida, podemos entender que la mente humana se pueda convertir en siniestra y retorcida y realizar acciones monstruosas que a ninguna persona cuerda se le pasaría por la cabeza.