El 14 de enero de 1989, los tres adolescentes Rosario Isabel Sayete, Francisco Valeriano y Pilar Ruiz se fueron de acampada a una caseta en los montes de Catadau, cerca de la localidad valenciana de Macastre. No se volvió a saber de ellos.
El 19 de enero un pastor encontró el cadáver de Rosario, de 15 años, en una caseta. El 8 de abril se encontró en mitad del monte el cuerpo en avanzado estado de descomposición de Francisco, de 14 años. El 24 de mayo, unos niños encontraron el cuerpo de Pilar, de 15 años, cerca de un río de las proximidades, le faltaban un pie y una mano que habían sido cortados con una sierra mecánica y su rostro estaba completamente desfigurado. Su pie apareció días más tarde en una calle de un pueblo cercano que años más tarde sería conocido en toda España: Alcàsser.
En un primer momento, debido a la edad de las tres víctimas, la policía elaboró una hipótesis en torno al mundo de las drogas, las noche y un posible paro cardíaco por consumo de estupefacientes. Sin embargo, cuando apareció el cadáver de Pilar, esta hipótesis se vino abajo: una posible triple muerte accidental pasa a convertirse en un triple asesinato.
En la caseta donde pasaron su última noche se encontraron, además de las huellas de los tres adolescentes, unas huellas desconocidas que nunca pudieron identificarse.
El crimen jamás pudo resolverse y, a excepción de las familias, la gente comenzó a olvidarse de lo sucedido en Macastre. Años más tarde, tras el asesinato de las niñas de Alcásser, la policía preguntó a uno de los principales sospechosos, Miguel Ricart, si había tenido algo que ver con el asesinato de Rosario, Francisco y Pilar. Ricart negó toda relación con los crímenes.