En invierno de 1944, en el apogeo del Holocausto, el fotógrafo judío Henryk Ross enterró bajo el suelo una caja de fotografías. Un año después, volvió para desenterrarlas, y la trágica historia que muestran aún es desgarradora.
Henryk Ross vivía en Lodz, Polonia, y era fotógrafo de noticias y deportes hasta que las fuerzas alemanas invadieron su ciudad en 1939. A partir de entonces, sobrevivió haciendo fotos identificativas y de propaganda para el Departamento de estadística nazi. Sin embargo, mientras trabajaba, arriesgaba su vida para documentar en secreto la vida diaria en el gueto de Lodz, lo que incluía la deportación de sus residentes a campos de concentración. Como corría el riesgo de que le sucediera lo mismo, enterró las fotos cerca de su casa, en una caja sellada con alquitrán, para preservar las evidencias de los crímenes contra su gente para las futuras generaciones.
Tras la liberación de Lodz por el ejército soviético en 1945, Ross volvió para desenterrar sus fotos, muchas de las cuales habían quedado dañadas por el agua. Sin embargo, las que quedaron intactas proporcionaron una mirada íntima a las vidas de los judíos polacos, muchos de los cuales tuvieron un fin horrible. Ahora las fotos se encuentran en la Galería de Arte de Ontario, donde sirven como homenaje a las víctimas del mayor genocidio del mundo.