Los 8 peores empleos de toda la historia que solían hacer los niños

La evolución del hombre ha traído consigo la simplificación de la mayoría de los procesos de producción y prestación de servicios, principalmente como consecuencia de la industrialización y las nuevas tecnologías. Pero eso no implica que pueda borrarse de la memoria colectiva de la humanidad todas las acciones que anteriormente se realizaban.

Así como han cambiado los trabajos, también lo ha hecho la relación entre los niños y las actividades laborales. Hoy día, una sociedad es considerada como empobrecida cuando los más pequeños deben entrar en el mercado laboral para garantizar su supervivencia. Aunque en tiempos anteriores era visto como normal y los empleos eran verdaderamente demandantes, fuertes y, en algunos casos, sumamente desagradables.

Es por eso que la mayoría de los adultos de hoy tienen una historia acerca de algún trabajo horrible que tuvieron cuando niño y confirman que era tan malo como pensaban; tanto así que las probabilidades de que en el pasado fuesen terribles (o hasta letales) son abrumadoras, a pesar de que en la actualidad no lo serían tanto. Buenamente.com recopiló 8 de los peores trabajos que podían haber para los niños. Quizás algunos de tus amigos (e incluso tu mismo) pasaste por uno de ellos.

1. Los Castrati.

La Europa medieval apreciaba a los cantantes de coro y la sociedad sólo conocía una manera de dar a los hombres mayores una voz angelical. Cortaban sus testículos durante la pre-pubertad, simple y sencillo.

¡Es tan insólito como parece!

Lejos de un voto simbólico de castidad, esto sólo tenía la intención de cortar la testosterona. Los muchachos (la mayoría menores de doce años y generalmente de familias más pobres con la esperanza de beneficiarse financieramente de la popularidad alcanzada) mantenían sus voces agudas de esta manera. El lado positivo, es que no tuvieron que preocuparse de engendrar hijos si las cosas no funcionaban.

2. Asistente de cirugía.

¿Qué peor que ser operado por cirujanos primitivos en un barco, en medio del océano y sin tomar anestesia? Muy pocas cosas. Sin embargo, estamos adivinando lo que sentía el niño que asistió a este cirujano. La mayoría de los niños huérfanos pasaban su tiempo sirviendo comida a los enfermos, pero también tenían que contener a los pacientes durante la cirugía, deshacerse de los miembros después de una amputación, vaciar los inodoros y limpiar los instrumentos médicos usados.

3. Barredores de chimenea.

Los barredores de chimenea encenderían muchas de las leyes del trabajo infantil que hoy damos por sentadas. Este empleo ganó una notoriedad particular durante la revolución industrial, cuando las leyes de la sociedad no habían alcanzado al desarrollo rápido de la producción y del comercio.

¿Por qué los niños limpiaban las chimeneas si era tan inseguro?

Eran los únicos lo suficientemente pequeños como para caber en ellas. Imagínate qué tipo de enfermedades y problemas respiratorios se podrían desarrollar al trabajar dentro de una chimenea industrial gigante todo el día, todos los días … si sobrevives.

4. Cazadores de ratas.

Las ratas pueden salvar vidas cuando están entrenadas adecuadamente, pero tienden a propagar enfermedades en áreas urbanas. Agrega la creciente cantidad de residuos de dichas áreas y tendrás una alta tasa de mortalidad. Proporcionar viveros para ratas creó un mercado de trabajo para atraparlos, de forma natural. De hecho, la reina Victoria incluso tenía su propio colector real de ratas en el Palacio de Buckingham.

Por supuesto, la idea de manejar ratas potencialmente enfermizas suena desagradable, pero para muchos jóvenes en la época victoriana (en el caso de esta profesión por lo general eran más grandes) era aún mejor que invertir su vida en una mina de carbón o barrer chimeneas.

Las ratas atrapadas servían de entretenimiento.

Los mejores receptores de ratas no sólo las exterminaban sino que capturaban a las ratas vivas para su uso en competiciones en las que los tenientes fueron entrenados para matarlas a todos lo más rápido posible. Toda una industria de juegos de azar se generó alrededor de este “deporte”.

5. Barredores de cruces.

Otra carrera común para un adolescente de la Inglaterra victoriana. Los barredores de cruces ordenaban los caminos públicos con la esperanza de recibir alguna propina de los ciudadanos acomodados. ¿Qué hay de malo en barrer un paso de peatones? Recuerda que era antes de que las carreteras tuvieran carriles adecuados (o reglas específicas en lo absoluto), lo que significaba que no había tiempo entre el cambio de semáforo para limpiar.

Una dura jornada diaria.

Los automóviles no habían llegado a ser comercialmente populares tampoco, así que se podía encontrar mucho excremento de caballo esparcido alrededor. Incluso se podía encontrar algún caballo muerto tirado por ahí. Esos chicos probablemente no tenían idea de cómo mover a estos animales fuera del camino.

6. Compactadores de mechas de fósforos.

Dejar que los niños manipulen materiales peligrosos como, por ejemplo, llamas encendidas, era (y sigue siendo) irresponsable. Así que el empleo de niños pequeños para trabajar con fósforo blanco para crear mechas es mucho peor; y aquí está el motivo: la exposición prolongada provoca “necrosis fosforosa de la mandíbula”.

Suena mal porque es malo.

La condición interfirió con el desarrollo del hueso en los niños, separando eventual la mitad inferior de la quijada del resto de la cara. El fósforo rojo vino para sustituir el fósforo blanco a finales de 1880, porque era más seguro. Únicamente después de una huelga pública fue que vieron luz los muchachos que perdían la mitad de sus caras.

7. Recogedores de basura en molino o “mulas”.

Los molinos textiles eran peligrosos en la primera Revolución Industrial (a partir de la segunda mitad del siglo XVII). Las máquinas, conocidas como mulas, necesitaban limpiarse con frecuencia, ya que no eran tan avanzadas como los equipos del siglo XX.

Sin embargo, como el “el tiempo es dinero”, las fábricas textiles no se detuvieron a pensar en el bien de los niños que debían limpiarlos. Al igual que los barredores de chimenea, los niños terminaron asumiendo este papel porque eran los únicos lo suficientemente pequeños como para meterse bajo los espacios reducidos de las máquinas para reunir la basura.

Arriesgaban sus vidas a diario.

Estos niños tuvieron que ingeniárselas, mientras estaban propensos al movimiento de la maquinaria a tan sólo pulgadas por encima de sus cabezas. No pensemos en lo que podría haber pasado si los operarios de las mulas no eran lo suficientemente rápidos.

8. Empaquetadores de pólvora.

Dicen que la gente en una guerra muere primero de una enfermedad o de hambre que por causa de la lucha propiamente dicha. Dile eso a los niños que empaquetaron la pólvora en los cañones en medio de la batalla. Los marineros adultos tenían otras cosas más importantes que hacer, como apuntar a los cánones y dirigir la nave.

Al parecer, el manejo de polvo explosivo no se consideraba un “trabajo para chicos grandes”.

Por eso las tripulaciones sólo dejaba a los pasantes para hacerlo. Por pasantes, se referían a los sirvientes contratados. En un intento por hacerles justicia, los que sobrevivían eran ascendidos en las filas en la marina. No era tan desproporcionado entonces, ¿o sí?

Comodín: Acomodadores de pines.

¿Sabes cuál es la diferencia entre un pediatra y un podólogo? El primero se especializa en la medicina infantil, y el otro se especializa en el cuidado de los pies. Podrías haber necesitado hacer una cita para ambos luego de pasar el día trabajando en las antiguas boleras. Todo el mundo ama a un buen juego de bolos, pero tal vez no todos los niños esperaban estar al final de cada carril.

Aunque lo parezca, no era una tarea fácil.

El diseño de las bolas de bolos debía ser pesado para mantener el impulso, pero el ajuste de los pines no siempre ha sido automatizado (ni seguro tampoco). Alguien tenía que estar allí para acomodarlos y, al mismo tiempo, esquivar los pesados objetos que volaban alrededor de ellos. Además, estaban los jugadores de bolos borrachos que sólo intentaban apuntar a los niños solo para entretenerse. Divertido, ¿verdad?