Admirando los vestidos y peinados lujosos de las personas que los lucían en épocas anteriores, no siempre nos detenemos a pensar sobre el costo que suponía conseguir tal belleza. Ir a la última moda, siglos atrás, no solo resultaba caro -igual que ahora-, sino también físicamente complicado e incluso peligroso para la salud.
Encontramos para ti varios ejemplos que te demostrarán que el término “víctima de la moda” no apareció en el mundo por casualidad. Aquí van unas cuantas razones de sobra.
Tintes para tela tóxicos
Hoy en día, podemos encontrar fácilmente ropa de todos los colores del arcoíris, o hasta teñirla nosotros mismos. Pero en el pasado, la elección no era precisamente amplia, los tintes de colores vivos eran caros y, a menudo, tóxicos. Por ejemplo, este vestido hermoso de la época victoriana, de color verde, podía perjudicar en gran medida a su dueña. Para teñirlo, se utilizaba un tinte con arsénico y sulfato de cobre.
Pero este peligro no detenía a los amantes de la moda en aquellos tiempos y el malogrado “Verde de París” se utilizaba, no solo para fabricar ropa, sino también para pintar paredes, aunque era más apropiado para aniquiliar a los roedores e insectos. Lo que, por cierto, comenzaron a hacer más adelante: en la imagen puedes ver a un trabajador de la época de la Segunda Guerra Mundial preparando una mezcla para tratar criaderos de mosquitos.
Miriñaque
Por sí mismo, este molde para las faldas exuberantes no es tan terrible. Por supuesto, llevándolo, puedes quedarte atrapada en una puerta o entrar en otra situación incómoda, pero el principal riesgo provenía de los tejidos con los que estaba cubierto el miriñaque.
El hecho notorio es que las damas a menudo no se daban cuenta de que sus enormes faldas tocaban las llamas de las velas o el fuego en una chimenea, por lo que empezaban a arder. Debido a que algunos tejidos eran extremadamente inflamables, mejor nos ahorramos describirte las consecuencias. Si quieres, puedes verlas aquí.
Vendado de pies
Esta costumbre, verdaderamente bárbara, estaba ampliamente extendida en China hasta 1911, cuando de forma oficial fue prohibida. Los pies de las chicas pequeñas (en su mayoría de familias nobles) se vendaban de forma muy ajustada, rompiendo los dedos y el arco de los pies. Como resultado, el crecimiento de los pies se detenía y estos adquirían la forma de “loto”, algo considerado extremadamente atractivo en aquel entonces.
Realmente, estas chicas acababan sufriendo una minusvalía, perdiendo a menudo su capacidad de moverse sin pedir ayuda, pero así tenían más posibilidades de contraer matrimonio. A pesar de la prohibición oficial, esta terrible práctica existió por algún tiempo más y unas cuantas mujeres con “pies de loto” han sobrevivido hasta hoy en día.
Zapatos con una suela extremadamente alta
Hasta los tacones más altos de nuestra época se ven bastante inocuos e inofensivos si se los compara con los chapines del sur de Europa. Al parecer, la razón principal para que se fabricase este calzado fue la mugre perenne en las calles, una suciedad que no debía estar en contacto con las nobles damas.
Con el tiempo, esta moda se extendió por toda Europa y su altura se incrementó de tal manera que las mujeres solo podían caminar con la ayuda de sus sirvientes, de lo contrario, la caída se antojaba inevitable.
Belladona para una mirada expresiva
A pesar de que las propiedades tóxicas de la belladona eran conocidas desde la antigüedad, las mujeres nobles europeas no tenían miedo a emplear unas gotas de ella. Bajo su influencia, las pupilas se dilataban y la mirada se volvía más expresiva. El uso regular de estas gotas podía conducir a problemas de visión e incluso provocar la ceguera, pero les importaba poco.
Cosméticos tóxicos
La piel de porcelana blanca, que era tan apreciada por la nobleza, a menudo se conseguía gracias al óxido de plomo. Uno de los efectos secundarios de esta “palidez aristocrática” era la piel dañada y la intoxicación, a veces con resultados fatales. Otro de los productos cosméticos tóxicos de la época era el rubor, que contenía arsénico, por lo que no sorprende que algunas bellezas no alcanzasen los 30 años de edad.
Cuellos rígidos
La “moda asesina“ tampoco ha dejado de lado a los varones. En el siglo XIX se volvió muy popular un tipo de cuello alto, clavado con los gemelos a la camisa. Este accesorio era tan rígido que a menudo conducía a la interrupción de la circulación sanguínea y hasta provocaba la asfixia, por lo que fue denominado el ”asesino de padres”. Uno de estos tristes sucesos se puede leer en el periódico New York Times.
Peinados muy elaborados
En la época del rococó, los peinados femeninos alcanzaron una altura y esplendor sin precedentes. En la cabeza de las damas se construían unas composiciones completas que, por supuesto, aguantaban más de un día. Esto acarreaba la pérdida de cabello y enfermedades del cuero cabelludo, como la atracción de insectos y roedores. Así, las propietarias de estos peinados lujosos tenían que dormir con una jaula de hierro sobre la cabeza para que a los ratones no se les ocurriese hacer un nido entre sus horquillas.
Tejidos de aire
Después de la Revolución Francesa, las mujeres, durante un tiempo, se relajaron tanto que empezaron a llevar unos vestidos muy finos y ligeros, sin camisas interiores. Estos trajes excéntricos fueron denominados “tejidos de aire“. Más adelante, provocó la llamada ”enfermedad de la muselina”, debido a que las mujeres que iban a la moda no querían abrigarse en las épocas frías. A menudo se resfriaban y algunas hasta morían por ello.
Corsé
Los primeros corsés estaban fabricados de metal. Luego, los sustituyeron los modelos con inserciones de madera y más adelante, otro con placas de hueso de ballena, un poco más flexible. El uso de estos artículos del vestuario femenino provocaba el desplazamiento de los órganos internos y otros problemas. Sin embargo, se creía que producía todo lo contrario. El corsé se empezaba a llevar desde una edad muy temprana y no se quitaba siquiera durante el embarazo.
Quizá uno de los ejemplos más raros de la “moda del corsé“ sea el denominado ”corsé de la serpiente”, inventado por la bailarina La Sylphe. Llevaba al absurdo la silueta en forma de S de una figura femenina, tan popular a principios del siglo XX, lo que seguramente no era sano para la columna vertebral. Los corsés también se fabrican hoy en día, pero afortunadamente ya no causan mucho daño a la salud y, lo más importante, nosotras mismas elegimos si queremos usarlos o no.