Supone que eres mujer y estás hablando con un colega sobre una preocupación común. De repente, sin que lo pidieras, notas que la conversación se convirtió en una clase de él hacia ti. Él procede a a darte instrucciones sobre cómo hacer algo que sabes perfectamente bien cómo hacer. O tal vez estás en una conversación sobre política con un sujeto. Tú sabes mucho del tema porque has leído bastante, sin embargo, antes de que te des cuenta, él comienza a “enseñarte” de manera muy básica cómo son las cosas, sin siquiera intentar evaluar tu nivel de conocimiento antes de lanzarse con su monólogo. ¿Te suena conocido?
Así lo describe la psicóloga estadounidense Susan Krauss Whitbourne -académica de la Universidad Massachusetts Amherst y autora de varios libros-, en una columna del portal especializado Psychology Today, donde agrega que si eres el hombre en esta situación, tal vez pensaste que tu pareja necesita instrucción.
“Estás acostumbrado a que las mujeres no tengan especialización en política o ‘números” y que todos los temas complejos son difíciles de entender para ellas, comenta la especialista. “Sientes que tienes ideas únicas que ofrecer”, añadió.
Krauss cita un artículo publicado por la revista Cosmopolitan, donde se pusieron 17 ejemplos de este tipo, en el que los hombres consideran que las mujeres necesitan ser educadas por ellos. Entre las historias, un hombre reveló que un amigo suyo corregía siempre a una chica porque creía que pronunciaba mal su propio nombre. En otro caso, una mujer que trabajó en un hipódromo durante 14 años señaló que cuando ella apostaba, los hombres -sin que ella lo pidiera- trataban de explicarle cómo funcionaba el juego.
Aunque este tipo de comportamiento no es nuevo, el término que lo describe ha surgido sólo en los últimos años, dice la especialista.
Se trata del “mansplaining”, una conducta condescendiente de los hombres hacia las mujeres, que se puede describir como: “Cuando un hombre habla condescendientemente a una mujer sobre un asunto, porque cree que ella es ignorante, cuando en realidad su propio conocimiento del tema (el de él) es incompleto y existe la posibilidad de que ella sepa más sobre el asunto, pero es algo que el hombre no puede comprender”.
El concepto de Mansplaining, según explica el diario español El País, es una palabra compuesta que junta los términos man (hombre) y explain (explicar), y señala que incluso hay un blog dedicado a este curioso y nefasto comportamiento masculino.
Krauss explicó que uno de los que ha analizado el fenómeno es el investigador Joseph Reagle de la Universidad Northeastern, quien ofreció algunas perspectivas de la llamada cultura geek. “Dentro de esta cultura, hay una obligación de aprender cosas en internet o a través de manuales en lugar de tener que preguntar. En esta cultura es raro que le pidas a alguien que te explique algo, porque puedes descubrirlo tú mismo”, retrata.
El problema -según él- es que en la sociedad actual los “geeks” son estereotipados como hombres blancos. Por lo mismo, se asume que las mujeres no tienen tanto conocimiento de las cosas.
La investigación de Reagle sobre la cultura geek también identificó algo que él llama Ley Unicornio, que consiste en que “las mujeres con conocimientos técnicos, son como los unicornios, son raras e invisibles hasta que deciden mostrarse a sí mismas”.
“Un problema relacionado para las mujeres en esta cultura es la sensación de que son impostoras en este mundo. Los geeks masculinos no tienen ningún problema en presumir de sus habilidades técnicas, pero las mujeres son más propensas a sentir que sus logros no son dignos de mención”, dice Krauss.
Los autores sugieren que el mansplaining ocurre porque los hombres se vuelven demasiado confiados de sus habilidades y sienten que las mujeres son menos conocedoras y por lo tanto necesitan ser educadas constantemente.
“Parece, entonces, que el problema ocurre cuando los hombres asumen que son naturalmente superiores a las mujeres en áreas de especialización que tienen un alto estereotipo de género, como la programación de computadores. Los hombres pueden explicarse cosas entre sí, pero sin el elemento de género, sino que simplemente por condescendencia. Presumiblemente, los hombres que son el blanco de esta variante del mansplaining no tienen problemas para enfrentar a otros hombres que están tratando de superarlos”, dice Krauss.
¿Qué puedes hacer si un hombre que es importante para ti cae en este molesto comportamiento? Krauss afirma que lo primero es darte cuenta de que está sucediendo. “La cosa más molesta del mansplaining es la suposición implícita de que no sabes de lo que te están hablando cuando en realidad si sabes que lo haces. Esto generalmente te lleva a preguntarte si en realidad tus conocimientos son suficiente”, dice la psicóloga.
Pero en lugar de cuestionarte a ti misma y tus habilidades, expresa Krauus, puedes darte cuenta que el problema es de la otra persona, no tuyo. Si aceptas su conducta sólo reforzarás la impresión de que necesitas ser “educada” por este hombre.
“El ‘mansplaining’ es fácil de arreglar, siempre y cuando sepas verlo con perspectiva, tanto si eres el objetivo como el autor. Las interacciones dependen de que cada persona en la relación muestre respeto por las creencias, actitudes y -en este caso- conocimiento del otro individuo”, explica Krauss.
Aunque a Juana Gallego, coordinadora del máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, no le gusta mucho el término porque cree que responde a esa necesidad estadounidense de encasillarlo todo, dice que se trata de “una palabra nueva que describe algo que lleva ocurriendo hace mucho tiempo”.
De hecho, ella misma lo ha vivido. “Estaba en el gimnasio haciendo pesas, cuando un hombre pasó por delante y, sin mediar palabra, corrigió la postura de mis manos”, contó ella sobre un tipo que no era el instructor y que ni siquiera se planteó la posibilidad de que ella lo estuviera haciendo bien o de que había más de una forma de hacerlo.
Uno de los problemas -según Gallego- es que a los hombres les cuesta aceptarlo. Cuando una mujer los detiene en esta conducta, ella dice haber visto la “estupefacción que sienten los hombres ante el cambio en el rol de las mujeres. Tradicionalmente, el papel del hombre se asociaba a la autoridad y a la iniciativa. Era el sujeto importante. En cambio, la mujer tenía un papel secundario, subordinado y que había que proteger”.
Gallego explica que es algo tan arraigado en la sociedad que incluso “los hombres que escriben sobre feminismo tienen más repercusión y están más aceptados” que las mujeres que hacen lo mismo, quienes suelen ser tachadas como “resentidas, feminazis o revanchistas”.
“Hay que recordar -apunta Gallego- que nunca en la historia hombres y mujeres se habían relacionado en igualdad” y que cambiar esta actitud (dejar de lado la condescendencia y la actitud paternalista innecesaria) es para que “todos nos sintamos más cómodos en nuestras relaciones”.