La vida de la realeza siempre está rodeada de misterios, y las joyas juegan un papel decisivo en eso. Un diamante en la corona, por ejemplo, puede romper amistades de países enteros. Las reliquias reales nos cuentan la historia desde otra perspectiva, un poco más fina.
Encontramos las 9 joyas más interesantes de la corte real, cada una de ellas con un destino totalmente único.
9. Broche de zafiros de la reina Victoria
A la reina Victoria (1839 —1876) le encantaban los zafiros. Unos días antes de su boda, su novio, el príncipe Alberto le regaló un broche de ese mineral precioso, el cual le gustó tanto que se lo puso en la fiesta. Según la tradición antigua inglesa, la novia en el día de su casamiento debe tener 4 cosas consigo: algo viejo, algo nuevo, algo azul y algo prestado. Ese color simboliza la lealtad y la fidelidad a un ser querido, y el hombre no pudo haber pensado en un mejor regalo antes de la celebración que ese. Actualmente, el broche pertenece a Isabel II, la cual lo utiliza en actividades conmemorativas.
A partir de esa época, la casa de joyería “House of Garrard” coloca en cada anillo de matrimonio un pequeño zafiro como un tributo a la tradición de “algo azul” para la novia.
8. Collar de María Antonieta
Este hermoso collar consta de metales preciosos con diamantes de aluvión, y era el más escandaloso del siglo XVIII. La intriga se debe a que seres cercanos a la reina, sin que ella lo supiera, compraron esa joya con títulos de préstamos a un precio increíble de aproximadamente 1,5 millones de libras francesas, supuestamente a nombre de la mujer. Por cierto, María Antonieta lo quería comprar, pero no se atrevió a pedir esa gran cantidad de dinero al rey.
El juicio de estafadores contribuyó al aumento de la insatisfacción en el país, ya que el papel de la reina en este asunto permanecía oscuro y el pueblo le atribuyó el liderazgo sobre los timadores. Este accesorio se convirtió en fatídico para María Antonieta y contribuyó al triste final de su reinado.
7. Tiara rota de Isabel II
La tiara de diamantes de Isabel ll, fue un regalo en el día de su boda. Sin embargo, justo antes de la ceremonia, el peluquero de la reina la rompió. La pieza fue enviada urgentemente a “House of Garrard” donde la repararon rápido y de nuevo se la entregaron a la mujer. ¡Vaya accidente!
6. Huevo de Fabergé: las reliquias familiares de la casa Romanov
La tradición de pintar los huevos en Pascua también existía en la Rusia antigua, y era muy celebrada por la familia imperial. Sin embargo, el Zar Alejandro lll decidió ampliar la costumbre al hacer una interesante sorpresa a su esposa: un huevo con un secreto trabajo de joyería. Dentro de él, cubierto de un esmalte blanco, se encontraba un pollo en el cual también se escondía otro regalo: un huevo de rubí y una corona imperial. La emperatriz quedó fascinada y desde entonces, cada Pascua su esposo le regalaba otro “milagro”. Su hijo también continuó esta tradición perpetuándola en la historia.
El autor de estas creaciones era Gustav Fabergé, residente de San Petersburgo. La tradición se amplió y los huevos de regalo eran encargados para los familiares de la realeza, inclusive de otros países.
Después de la “Revolución de Octubre”, los bolcheviques, en un intento de beneficiarse del tesoro, vendieron una parte de los huevos preciosos. En total se han conservado 9 piezas en Rusia, las cuales se pueden admirar en el Museo de Fabergé.
5. Corona del imperio británico
La corona del Imperio británico, tal como la conocemos ahora, fue creada en 1937 para el rey Jorge VI. La regalía fue decorada con la mayor cantidad de piedras preciosas que se pudo, por lo que no es de extrañar que su peso sea de casi un kilógramo.
Sin embargo, ellas se palidecen ante el diamante “Koh-i-Noor” (que se traduce del persa como “montaña de luz”) que se ubica en el centro de la corona, siendo la joya más famosa de Inglaterra. La piedra preciosa nació en la India hace más de 300 años y durante todo el tiempo de su existencia nunca ha sido vendida, solamente se hereda mediante el uso de la fuerza de un gobernador a otro. En 1849, despues de la colonización de dicho país, la joya llegó a la reina Victoria.
Después de obtener la independencia, el gobierno de la India exigió devolver el tesoro nacional. Sin embargo, las autoridades inglesas les dieron a entender que era imposible.
4. Tiara de la boda de Kate Middleton
La tiara de diamantes en la cabeza de Kate Middleton no tuvo un destino tan complicado, aunque su camino apenas comienza. El accesorio fue comprado por Jorge VI y se heredó a Isabel II. Está decorada con 888 diamantes y crea un sorprendente efecto óptico de un halo encima de la cabeza.
Isabel ll, prácticamente, nunca utilizo la tiara. Sin embargo, la prestaba constantemente, ya que muchas veces fue usada por su hija y las hermanas menores de la reina. El momento estelar de la reliquia llegó en 2011, cuando adornó la cabeza de la feliz novia del príncipe Guillermo.
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2. La tiara de esmeraldas de la reina Rania
Cada salida de Rania es un look perfecto. Entre sus marcas favoritas se encuentran “Chanel”, “Dior”, e “Yves Saint Laurent”. Sin embargo, a pesar de su estatus, durante mucho tiempo no tuvo su propia corona. Fue recién en el año 2000 que la reina de Jordania adquirió su propio accesorio para la cabeza: una tiara de esmeraldas y oro negro creada por la casa de joyería “Boucheron”. La pieza se asemeja a una corona de hojas, por lo que recibió el nombre de “Hiedra de esmeraldas”.
1. Anillo de la princesa Diana
Este anillo de zafiros de la señorita Diana fue elegido para su compromiso con el príncipe Carlos, lo que sorprendió considerablemente a la familia real, en especial a Isabel ll. La pieza no fue hecha bajo pedido, sino que fue fabricada por la casa de joyería “House of Garrard” y costaba, en aquellos tiempos, 28 mil libras esterlinas. Según la familia real esto era insoportable, ya que cualquier persona lo podía adquirir.
Después de la muerte de Diana el anillo fue heredado al príncipe Guillermo el cual, a su vez, lo regaló a Kate Middleton. Hoy en día, el problema de exclusividad de las marcas reales ha pasado a un segundo plano, ya que la duquesa de Cambridge se puede permitir aparecer en un abrigo de la marca “Zara”, que los ciudadanos perciben como un ejemplo perfecto de la economía y la elegancia que caracteriza a esa mujer.