Los traumas de la niñez -como la violencia o la falta de cuidado emocional- pueden dejar marcas hasta la adultez.
Así lo afirma la doctora Andrea Brandt, experta en terapia de pareja y familiar, quien escribió una columna en el portal Psychology Today donde da cuenta de esta situación.
“Los niños dan un sentido a los acontecimientos que atestiguan y de las cosas que les ocurren, y crean un mapa interno de cómo es el mundo. Esta toma de significado les ayuda a hacer frente a las cosas. Pero si los niños no crean un nuevo mapa interno a medida que crecen, su antigua forma de interpretar el mundo puede dañar su capacidad de funcionar como adultos”, explica la profesional.
Aunque hay muchas más, la especialista ejemplificó 4 casos en que el trauma de la infancia se manifiesta en la adultez.
1. Crear un ‘falso yo’
Brandt dice que como terapeuta de trauma emocional de la infancia, ve a muchos pacientes que tienen heridas emocionales de la niñez aún siendo adultos. La profesional explica que una forma en que estas heridas se pueden revelar es a través de la creación de un “falso yo”.
“Como niños, queremos que nuestros padres nos amen y cuiden de nosotros. Cuando nuestros padres no hacen esto, tratamos de convertirnos en el tipo de niño que creemos que les va a encantar. Enterrando los sentimientos que pueden interponerse en el camino de nosotros satisfaciendo nuestras necesidades, creamos un falso yo, la persona que presentamos al mundo”, afirma la experta.
Brandt asegura que “cuando enterramos nuestras emociones, perdemos el contacto con quien realmente somos, porque nuestros sentimientos son una parte integral de nosotros. Vivimos nuestras vidas aterrorizadas de que si dejamos caer la máscara, ya no seremos atendidos, amados o aceptados”.
“La mejor manera de descubrir lo auténtico que está debajo del ‘falso yo’ es hablar con un terapeuta especializado que puede ayudarte a volver a conectar con tus sentimientos y expresar tus emociones de una manera que te hace sentir seguro y completo”, aconseja.
2. Tener un pensamiento de víctima
La especialista indica que lo que pensamos y creemos acerca de nosotros mismos impulsa nuestra auto-conversación. “La forma en que hablamos con nosotros mismos puede darnos poder o privarnos de poder. La auto-conversación negativa nos desautoriza y nos hace sentir que no tenemos control sobre nuestras vidas, como las víctimas. Podemos haber sido victimizados como niños, pero no tenemos que seguir siendo víctimas como adultos“, expresa.
“Incluso en circunstancias en las que creemos que no tenemos una opción, siempre tenemos una opción, incluso si es sólo el poder de elegir cómo pensamos acerca de nuestra vida. Tenemos poco o ningún control sobre nuestros entornos y nuestras vidas cuando somos niños, pero ya no somos niños. Es probable que seamos más capaces de cambiar nuestra situación de lo que creemos”, añade.
Brandt recomienda que en vez de pensar en nosotros mismos como víctimas, pensemos en nosotros mismos como sobrevivientes. “La próxima vez que te sientas atrapado y sin opciones, recuerda que eres más capaz y tienes más control de lo que crees”, afirma.
3. Ser pasivo-agresivo
“Cuando los niños crecen en hogares donde sólo hay expresiones malsanas de ira, crecen creyendo que la ira es inaceptable. Si fuiste testigo de la ira expresada violentamente, entonces como adulto podrías pensar que la ira es una emoción violenta y por lo tanto debe ser suprimida. O, si creciste en una familia que reprimió la ira y tus padres te enseñaron que la ira está en una lista de emociones que no debes sentir, la suprimes, incluso cuando como adulto podrías beneficiarte de la ira”, señala Brandt
Pero ¿Qué pasa si no puedes expresar tu ira?, plantea la experta. Cuando suprimes tus sentimientos de molestia, esto es lo que pasa: nada. “Aún te sientes enojado, después de todo, el enojo es una emoción natural y saludable que todos experimentamos, pero en lugar de llevarte a una resolución que viene con el reconocimiento de tu ira y la resolución de lo que la desencadenó, simplemente permaneces enojado. No expresas tus sentimientos directamente, pero como no puedes suprimir la ira de verdad, expresas tus sentimientos a través de la pasividad-agresividad”, indica Brandt.
¿Cómo se manifiesta la pasividad agresividad en la vida diaria? Cuando dices que olvidaste hacer algo que en realidad no querías hacer (como una tarea del trabajo), cuando dices ‘sí’ cuando querías decir ‘no’, cuando te quejas constantemente (con terceros no con quien ocasiona su queja) sin resolver nada, cuando ocultas tu resentimiento con una sonrisa, cuando eres vengativo, cuando manipulas a la gente, y cuando haces todo lo posible por evitar una confrontación, pero guardas mucho rencor.
4. Eres muy pasivo
Si fuiste descuidada/o de niño, o abandonado por tus cuidadores, puedes haber enterrado tu ira y miedo con la esperanza de que significaría que nadie nunca te iba a abandonar o descuidar de nuevo, dice Brandt.
“Lo que sucede cuando los niños hacen esto, sin embargo, es que terminamos abandonándonos a nosotros mismos. Nos retrasamos cuando no sentimos nuestros sentimientos. Terminamos pasivos, y no estamos a la altura de nuestro potencial. La persona pasiva se dice a sí misma: ‘Sé lo que tengo que hacer, pero no lo hago””, ejemplifica la profesional.
“Cuando enterramos nuestros sentimientos, enterramos quiénes somos. Debido al trauma emocional de la infancia, podemos haber aprendido a ocultar partes de nosotros mismos. En ese momento, eso nos puede haber ayudado. Pero como adultos, necesitamos nuestros sentimientos para decirnos quiénes somos y lo que queremos, y para guiarnos hacia convertirnos en quién queremos ser”, dice ella.
Si al leer esto, te sientes identificado/a con alguno de los puntos, es hora de que busques ayuda profesional. Esto te ayudará a superar esos traumas y prepararte mejor para lograr la felicidad que tanto buscas.