Hace un par de años, una norteamericana hizo noticia por querer convertirse en la mujer más obesa del mundo. Se trata de Monica Riley, hoy de 27 años, quien quería llegar a pesar 1000 libras (454 kilos) debido a una fantasía con su pareja.
Mónica pesaba 317 kilos y para cumplir su meta consumía grandes cantidades de calorías diarias en batidos que eran preparados por su propio novio y que le daba a través de un embudo ya que la mujer apenas podía moverse.
“Me sentiría como una reina (…) a él le gusta la idea. Es una fantasía para ambos, ya lo hemos conversado bastante” contó en ese momento al canal de Youtube Barcroft TV. “Mientras más gruesa me pongo, más sexy me siento”, agregó.
Sus planes, sin embargo, cambiaron radicalmente cuando en noviembre pasado se convirtió en madre por primera vez. La mujer decidió bajar de peso, más de 100 kilos, para poder moverse y cuidar al bebé.
“Después de sufrir dos abortos y sabiendo que quiero tener familia, cuando quedé embarazada por tercera vez, nos sentamos para discutir el tema y pensar cuál era la causa principal (de las pérdidas). Era todo lo que estaba comiendo y la calidad de esa comida, sin duda”, comentó la mujer al diario británico The Sun.
También con la ayuda de su pareja, Mónica redujo su consumo de calorías de 10 mil a 2 mil, y dejó de lado la comida chatarra. “He cambiado prácticamente todo. Ahora como vegetales, pollo y unos pocos carbohidratos con cada comida. Tengo tres comidas y dos meriendas al día, en muy pequeñas porciones”, agregó.
Mónica no tuvo un embarazo fácil ya que desarrollo diabetes y preeclampsia, e incluso dio a luz prematuramente, pero finalmente todo salió bien.
“Estoy enamorado de ella como un ser completo. Es mi alma gemela, tenemos mucho en común. La amo”, reconoció sobre la bebé que nació con 33 semanas, problemas de peso y en el corazón.
Después de seis semanas hospitalizada, la pequeña Michelle fue dada de alta para comenzar su vida junto a sus padres.
Actualmente la mujer pesa cerca de 190 kilos y su familia está enfocada en mantener una vida lo más sana que le sea posible. “Cuando miro hacia atrás, y me acuerdo comiendo comida chatarra todos los días, no me arrepiento, sabe increíble, pero ahora sé lo que me hizo, y ya no me gusta ese estilo de vida”, sentenció.