Un error que terminó de forma terrible.
En el complejo de apartamentos que vivía Alexis Bukrym, junto a su mejor amigo, ubicado en Ocala, Florida, hubo una seguidilla de robos de automóviles que asustaron a toda la comunidad. Durante días todos caminaban nerviosos por sus hogares.
Por eso cuando un ruido estrepitoso, cerca del frente de su apartamento sonó, seguido de que la perilla de su puerta principal comenzara a moverse, descolocó completamente a Alexis.
Era una noche de abril del 2017. Alexis se asustó y se puso de pie. Se movió sigilosamente y cuando la puerta por fin se abrió, buscó rápidamente debajo de la almohada por una pistola que tenía escondida. Apuntó hacia la figura que estaba en la entrada y sin pensarlo, disparó.
La bala entró en el pecho del hombre, quien se desplomó en cosa de segundos. Todo era confuso pero Alexis lo miró a la cara. No era un desconocido. No era un ladrón. Era su compañero de apartamento y su mejor amigo, Anthony Schwartz. Dejó caer el arma al suelo y ella cayó contra la pared en un completo estado de shock. No pudo contener el llanto.
Anthony sangraba en el piso pero estaba aún consciente. Mientras Alexis llamaba al 911 para conseguir ayuda. Intentó salvarlo con lo que tenía y le decía que todo estaría bien. Pero no se podía sacar de la cabeza el hecho de que ella, le había disparado. Llegó la ambulancia y se lo llevó.
Antes del incidente, ambos junto a otro amigo habían pasado la noche bebiendo cerveza. Ella se fue a su habitación y Anthony salió a buscar algo a su auto. Pensó que saldría a algún lugar. “Normalmente dice mi nombre o llama antes de entrar”, dijo en una entrevista con Buzzfeed News, quienes recogieron la historia.
Esta era la primera vez que la chica de 23 años dejaba la casa de sus padres para vivir sola. Llevaban 3 meses viviendo juntos cuando ocurrió el tiroteo. “Nunca obtuvimos muebles, solo un sofá y un televisor”, dijo. “Tenía mi cama en el suelo, pero era mi piso”, añadió.
La noche del tiroteo, mientras Schwartz yacía en una camilla, dijo a los oficiales que todo había sido un accidente, que había tenido la intención de bromear con su amiga y que finalmente la había asustado. Anthony no perdió la conciencia después de recibir la bala, lo que le dio esperanza a Alexis. No fue hasta el día siguiente que se dio cuenta de cuán grave era la situación.
Para estabilizar al chico, los médicos del Hospital Health Shands de la Universidad de Florida en Gainesville lo pusieron en coma inducido. La bala le había perforado el hígado, el páncreas y el estómago. Sufrió dos aneurismas y se sometió a una transfusión de sangre. Su corazón se detuvo en un punto. Los cirujanos le extirparon el bazo y dos tercios de su estómago.
Atormentada por la culpa, Alexis ya ni siquiera salía de su habitación. Dos semanas después, Anthony seguía en coma. Pero cuando estaba por empezar su cuarta semana en el hospital, Anthony despertó del coma. Le envió un mensaje de texto a su amiga para decirle que todavía no estaba listo para hablar con ella, que necesitaba reflexionar consigo mismo lo que había ocurrido. Habló con la policía y no presentó cargos.
Su recuperación fue lenta. Escribió en Facebook sus primeros avances, a punta de bromas, lo que tranquilizó a sus cercanos.
Tras salir del hospital, se quedó en la casa de sus padres en Ocala y le dijo a Alexis que no volvería al apartamento que solían compartir. Ella decidió dejar el piso y volver donde sus padres.
Pasaron las semanas y Anthony creyó estar listo para afrontar esta difícil situación. Envió un mensaje a Alexis para que hablar sobre lo ocurrido. El encuentro duró varias horas. “No puedes ser el mejor amigo de alguien y simplemente hacer que desaparezca. Fue muy importante para el proceso de curación ventilar todas las quejas y emociones “, expresó Anthony. Finalmente perdonó a Alexis. Aunque solo meses después pudieron salir juntos de nuevo.
A finales del 2017, Anthony terminó su terapia física. El único daño permanente que le dejaría el tiroteo sería las cicatrices en su estómago y el bazo que le tuvieron que extirpar.
Luego de dispararle a su amigo, la policía le quitó el arma a Alexis. Se la devolvieron, pero ella ya no la tiene debajo de su almohada. Es la nueva precaución que ha tomado desde el tiroteo.
Contrario a lo que podríamos pensar, este incidente no la hizo alejarse de las armas. Sino que “todo lo contrario”. “Es desafortunado que fuera mi amigo detrás de la puerta, pero si no hubiera sido así, habría salvado mi propia vida y la suya también. Si alguien atraviesa mi puerta, presionaría el gatillo todo el tiempo “, concluyó la chica.