Mi esposo estaba meciendo sobre sus rodillas a nuestra pequeña hija de dos meses cuando entré en la habitación y grité: “¿QUÉ PASÓ CON SUS OREJAS?”
Mi esposo alarmado volteó la cabeza preguntando, “¿qué pasó?”, dijo.
“¡Sus orejas!”, le dije. “¡Son enormes!”
“Oh”, respondió más relajado. “No es nada para alarmarse”.
Pero en realidad sí había algo para alarmarse: sus orejas. Vistas desde atrás se veían muy grandes como si fuesen un par de manijas que sobresalían. Nunca antes había visto a mi hija desde ese ángulo. Normalmente solía estar frente a ella, ya fuera amamantándola, cambiándole los pañales o acostándola a dormir. Y de frente era perfecta. De hecho, durante el verano cuando la sacaba a pasear las personas comentaban sobre sus delicados rasgos y sus ojos luminosos. “¡Es hermosa!”, decían.
Pero últimamente había notado que el tipo de comentario había cambiado. Ahora decían: “¡Parece muy inteligente!”. ¿Era el equivalente para decir que una mujer poco atractiva tiene una “gran personalidad”?
No quiero que se me malinterprete: después de cuatro años luchando contra la infertilidad estaba muy agradecida por tener a mi hija, que realmente es adorable. Sin embargo, después de tanto tiempo intentando quedar embarazada juré que no me iba a convertir en uno de esos padres sobre-protectores, deseando instruir a mi hija desde los dos años para que entrara a Yale.
En realidad mi esposo y yo éramos personas muy desenfadadas, el clásico tipo de gente con pantalones vaqueros y camiseta, aunque ambos nos habíamos sometido a una cirugía estética, él para arreglarse la nariz y yo para un rejuvenecimiento facial con células madres. Pero esto no tenía que ver solo con la apariencia de nuestra hija, sino con la manera en que podrían tratarla los otros niños.
Sin saber qué hacer, fui a hablar con una amiga para intentar aclarar mis ideas. Una decisión desafortunada ya que no me percaté que ella también tenía ese problema y me dijo: “Yo también tengo las orejas grandes”.
“Oh, y ¿ha sido un problema para ti?”, le pregunté de forma inocente.
“Bueno, aparte de que en la escuela primaria me llamaran Dumbo…”, dijo. Argh.
¿Qué debía hacer entonces? Los foros de madres en Internet tampoco fueron de mucha ayuda pues cualquier pregunta sobre el tema era atacada por las madres que encontraban “adorablemente deliciosas” las orejas protuberantes de sus hijos. Una madre salió en defensa de alguien que preguntaba al respecto diciendo: “Los niños son crueles y la mayoría de los padres no se lo piensan dos veces ante una decisión de este tipo ya se trate de circuncidar a su hijo o perforar sus orejas, ¿cuál es el problema?”.
“Las madres de los recién nacidos pasan demasiado tiempo solas con sus bebés en casa y por eso los examinan al detalle”, dijo el médico. Pero entonces le di la vuelta a mi hija. “Oh, ya veo lo que quieres decir”, agregó. Me comentó que probablemente le habían crecido demasiado las orejas porque dormía boca abajo.
El cirujano plástico no estuvo de acuerdo. Sí, ahí fue donde la llevamos después de investigar otras opciones, como el Bonete para bebés de Francia, un sombrero de malla que contiene las orejas del bebé mientras este duerme, y los Ear Wells de Inglaterra, unas pequeñas “férulas” de plástico con forma de oreja que corrigen las deformidades de las orejas y las “orejas de murciélago”, que es lo que tenía mi hija. Mi esposo quiso optar por la opción más profesional.
“Las orejas de su hija no van a aplanarse si continúa durmiendo sobre su barriguita”, dijo el doctor David A. Staffenberg, especialista en cirugía cráneo-facial. (Tengo que reconocer que me sentí muy mal charlando con otra madre en la sala de espera, que me dijo que su hija necesitaba cirugía para separar los huesos del cráneo que aún no había cerrado.) Él dijo que mi hija era la candidata perfecta para los Ear Wells, una férula de plástico compleja que le daba la forma la oreja y la enjaulaba sujetándola a la cabeza del bebé. Solo había un problema. Se perdió demasiado tiempo. Había tardado varios meses en decidirme para llevar a mi hija al médico y ahora estaba empezando a crecer el cartílago.
“Algunas madres se acercan directamente a mí en el hospital”, dijo la enfermera Amanda Young, quien ha entablillado las orejas de unos 250 bebés, una cifra que ha superado 10 veces el Dr. Staffenberg. Al saber cuánto costaba el tratamiento me estremecí, 350 dólares el primer par y después de diez días, si se necesitaba otro par nuevo, otros 250 dólares.
“Es más barato que la cirugía plástica”, dijo el Dr. Staffenberg y explicó que a los 6 o 7 años se pueden re-posicionar las orejas a través de una cirugía con anestesia que puede costar cerca de 8.000 dólares.
“Y sin sentir dolor”, agregó Young. Ella había tenido algunos pacientes, bebés de seis meses, con resultados muy prometedores pero no garantizaba el mismo resultado para mi hija.
“¿Qué puede salir mal con el procedimiento de las férulas?”, preguntó mi marido.
Ciertamente había varios inconvenientes. Además del hecho de que parecía que nuestra hija tenía un Bluetooth en cada oreja y no solo lo dije yo sino también todas las personas que la vieron, al menos hasta que empecé a mentir diciendo que era para tratar una infección. Ah, y al hecho de que a ella tampoco le gustaban ya que a la hora de acostarse movía furiosamente la cabeza de un lado a otro para lograr dormirse. Además de eso, después del primer día el aparato de la oreja izquierda comenzó a desprenderse.
“La mayoría de los bebés no lo notan”, dijo Young, quien sustituyó gratis el Ear Well. El par nuevo no tuvo ningún problema hasta la cita médica siguiente y luego, en los últimos días, le aplastamos las orejas con la cinta médica que nos dieron. La enfermera comentó que en el sur, ¡todos lo hacen así!
¿Y puedes adivinar qué sucedió? Sus orejas definitivamente mejoraron. En la siguiente cita médica, el equipo médico estuvo de acuerdo en que ya no necesitaba una intervención quirúrgica. Ella ya era perfecta.