¿Es posible quererla más? De verdad creo que no.
La unión de los Duques de Cambridge (“Will y Kate” para los amigos) fue para muchos la boda del siglo, probablemente porque una generación entera ha olvidado “el cuento de hadas” que observaron con ojos húmedos y pañuelos desechables más de 750 millones de personas varias décadas atrás, el 9 de julio de 1981:
El matrimonio de Lady Diana Spencer con el Príncipe Carlos.
La entonces simplemente conocida como Lady Di sólo tenía 19 años y un nivel de nerviosismo bastante comprensible. Tan nerviosa estaba que, como se supo después, dijo los nombres de Carlos en desorden.
Sin embargo algo más la tenía al punto del colapso nervioso y fue revelado recientemente por Barbara Daly.
Esta maquillista de celebridades fue la encargada de asegurarse que Diana luciera perfecta para las cámaras en el que se suponía sería el mejor día de su vida. Luego de que Daly le confirmara (muchas veces) que lucía totalmente perfecta, Diana decidió por fin ponerse un último toque: unas gotas de su perfume favorito en sus muñecas.
Tomó la botella de Quelques Fleurs, perfume francés creado en 1921 con notas de flor de azahar del naranjo, estragón, bergamota, limón y otros cítricos, y con manos temblorosas, acabó tirando la botella en su regazo.
Diana estaba desconsolada, pero Daly y sus asistentes rápidamente la tranquilizaron, enseñándole a cubrir la mancha con una de sus manos.
Al final ni siquiera fue necesario, pues las arrugas naturales del vestido diseñado por David y Elizabeth Emmanuel disfrazaron la mancha entre sus sombras.
A pesar del gozo con que el pueblo británico celebró la unión del Príncipe Charles con Lady Di, el día pareció estar marcado por inconvenientes que quizá quería vaticinar el futuro de la pareja. Acosados por los medios, separados por infidelidades, apatía y crueldad, finalmente la triste historia de Diana en Buckingham salió a la luz, estremeciendo al mundo y haciendo temblar la línea de sucesión que gracias a la opinión pública bien podría cambiar en cualquier momento, marcando efectivamente la historia para siempre.