La famosa historia dice que el cantante siguió con su show y olvidó que su padre estaba muriendo…pero no fue así.
Desde que Netflix desenterró los misterios de la enigmática vida del cantante mexicano Luis Miguel, todo sobre él comenzó a generar nuevamente interés. Sobre todo aquellas nuevas hipótesis de la desaparición y muerte de su madre, y acerca de la desgraciada relación que tenía con su padre y manager, Luisito Rey.
El último capítulo que ha salido al aire en Netflix de “Luis Miguel, la serie”, se recrea lo que se conoce a viva a voz: aquella oportunidad cuando su manager le comunica justo antes de subir a un escenario en Paraguay, a fines de 1992, que su padre está muriendo.
Luisito Rey había sido el impulsor de la carrera de su hijo. Pero así como le consiguió éxitos, fama y fortuna, fue el artífice de los momentos más tristes y dolorosos de Luis Miguel. En la serie se muestran cómo se interpuso en su vida, haciéndolo pasar por vergüenzas, miserias y controlándole todo. Y en la vida real, fuentes cercanas al artista, han revelado que le dio cocaína desde los 13 años.
En la serie, después de que se entera que su padre está mal de salud, utilizan el recurso de flashbacks y la narración vuelve a unos cuantos años antes, pero en la vida real -seguramente lo mostrarán también en la serie- Luismi le responde: “El show debe continuar”. Y solo como él sabía hacerlo, se subió a aquel escenario y dejó a su público en llamas. No había rastro de un Luis Miguel dolido ni entristecido.
Al terminar su trabajo en Paraguay, la gira de su exitoso álbum del momento, Romance, continuaba en Buenos Aires, Argentina. Por varios días el Solecito de México deleitó a los espectadores en Luna Park. Pero pocos saben realmente lo que ocurrió después.
Cuando Luis Miguel se enteró nuevamente que la salud de su padre realmente estaba empeorando, decidió dejar de lado los rencores y tomó a primera hora un avión privado rumbo a Barcelona, donde estaba internado. Dejó todos sus compromisos botados en Argentina.
Lo que sucedió después, una vez que aterrizó a España, está narrado y reconstruido por el periodista Javier León Herrera en su libro Luis Miguel, La historia.
Según el autor, el cantante jamás pensó que su padre estaba en tan mal estado. Cuando lo vio allí, internado en un hospital de mala muerte a las afueras de Barcelona cerca al aeropuerto, quedó en shock.
Luis Rey estaba inconsciente y muy deteriorado por su adicción a las drogas y al alcohol. Luis Miguel le tocó las manos, le acomodó el pelo, se acercó levemente a su cuerpo, le dio un beso en la frente y estalló en lágrimas. Lágrimas de rabia y dolor.
“¿Qué pasó, papá, qué pasó?’ Como respuesta, el silencio”, relató la revista Gente en la edición del 17 de diciembre de 1992. “Estaban padre e hijo solos por primera vez en mucho tiempo. Pero esa soledad resultó inútil. Ya nada podía decirle. Su padre ya nada podía escuchar. Las disculpas no habían llegado a tiempo. El rostro de Luis Miguel se llenó de lágrimas, sólo pudo gritar: ‘¡No puede ser, no puede ser!
El cantante estaba acompañado por parte de su equipo, y también quien presenció aquel momento fue un fotógrafo argentino, Gabriel Piko, a quien habían mandado como corresponsal de una revista a cubrir el encuentro.
“Cuando él sale de verlo en el hospital, sale quebrado. Estaba completamente dado vuelta. Estaba fuera de sí, fuera de la realidad, era un ente”, dijo Piko al sitio Infobae.
Luis Miguel pensó que era un amigo de su padre, y lo abrazó llorando. Luego, le preguntó por qué no lo habían llamado para que le enviara dinero y así lo hubiesen internado en una clínica privada.
En su desesperación pidió a los mejores médicos de España, pero ya nada se podía hacer por Luis Rey. Murió al cabo de unas horas.
Uno de los medios que cubrió la tragedia en esa época fue la Revista Caras de Argentina. Allí señalaron que Luis Miguel estuvo hasta el último momento acompañando a su padre, y que olvidó todas las peleas y circunstancias negativas que los llevaron a distanciarse. Se quedó con lo mejor de su padre porque, a pesar de todo, le había entregado cariño y se había mantenido a su lado, no como su madre.
Le suministraron calmantes y decidió ir a conocer el lugar donde había estado viviendo su padre todos esos años. Más tarde, en una ceremonia íntima en el cementerio de Collserola, Barcelona, donde acudió también su hermano Alejandro, despidieron a Luis Rey.