9 Controversiales experimentos que involucran a niños y causan una tormenta de indignación justificada

La sabiduría y el conocimiento no llegan a las personas por sí solas, sino que se adquieren después de muchas pruebas y errores. Gracias a los científicos que no tenían miedo de experimentar, cometer errores, arriesgarse y repetir sus intentos una y otra vez, el mundo obtuvo la bombilla eléctrica y la radiografía, la primera vacuna y la decodificación del ADN.

Pero el estudio de la naturaleza humana es una cuestión mucho más delicada. Y si estamos hablando de experimentos en los que participan los niños, estamos ante una clase de práctica absolutamente inaceptable. Aquí, un error puede tener terribles consecuencias para la vida de la pequeña persona.

Hemos recolectado 9 experimentos que involucran a niños, que causan una tormenta de justificada indignación. Muchos investigadores y científicos claramente sobrepasaron el límite en su búsqueda de conocimiento, aunque gracias a uno de ellos el mundo recibió la vacuna contra la viruela.

1. El muñeco Bobo, o cómo los niños copian el comportamiento de los adultos

A mediados del siglo XX, el psicólogo Albert Bandura quiso averiguar hasta dónde llegarían los niños repitiendo el comportamiento agresivo de los adultos. Tomó un gran muñeco de payaso inflable, lo llamó Bobo y filmó algunos videos. En uno de ellos, un adulto abraza al muñeco y juega con él y, en el segundo, lo regaña, lo empuja y hasta lo golpea con un martillo de goma.

Luego se dividió a los niños en tres grupos. A uno le mostraron el video sin violencia, al segundo, la versión cruel, y al tercero no se le mostró nada en absoluto. Los niños fueron llevados por turnos a la habitación donde estaba Bobo, y también martillos y pistolas de juguete.

Los niños que vieron el video agresivo, sin la menor duda comenzaron a tratar mal al muñeco. Al igual que el adulto, lo regañaban, lo pateaban, lo golpeban con los martillos y lo amenazaban con las pistolas. En los otros dos grupos, no hubo ni una pizca de violencia.

¿Cuál es el punto? Los niños imitan el comportamiento de los adultos y algunas veces lo hacen sin pensar. Por lo tanto, si tu hijo ha comenzado a decir palabras obscenas, a golpear a los niños vecinos o a ser grosero con sus abuelos, fíjate: ¿a quién imita?

2. Criar a una chimpancé como hermana del hijo propio

En los años 30 del siglo XX los científicos todavía estaban tratando de averiguar qué parte de la inteligencia humana se hereda, y qué puede cambiar con la educación. Incluso hubo una teoría bastante loca de que los chimpancés no pueden hablar y no tienen buenos modales sólo porque no se crían como los niños humanos.

El psicólogo Winthrop Kellogg decidió probar esta teoría en la práctica. Nació su hijo, Donald, y la familia se hizo cargo de la educación de una hembra de chimpancé de 7 meses de edad llamada Gua, y empezó a criarla junto a su propio hijo, como si fueran hermano y hermana.

Pero las cosas no salieron según lo planeado. Aunque Gua aprendió a sostener una cuchara en la mano y entender un poco el habla humano, en general no avanzó mucho en su desarrollo. Mientras que Donald sí repetía muchas de las cosas que hacía su “hermana”: saltaba, gritaba y mordía. En un año y medio solo aprendió tres palabras. El experimento tuvo que ser interrumpido de manera urgente.

¿Cuál es el punto? Los niños también pueden copiar el comportamiento de los animales, cosa que se confirma por varias historias de los niños-Mowgli. Por otra parte, un intento de “humanizar” a un animal, incluso un primate cercano a nosotros, ha fracasado.

3. Una muñeca rota, o cómo imponerle a un niño un sentimiento de culpa

Los psicólogos de la Universidad de Iowa decidieron descubrir, de una manera bastante cruel, cómo nace el sentimiento de culpa en los niños. Para lograrlo, hicieron un experimento con una muñeca rota. Un adulto le mostraba el juguete a un niño, y le contaba lo valioso que era para él, lo mucho que lo amaba y todas las cosas lindas con las que lo asociaba. Luego se lo daba al pequeño, pidiéndole que fuera muy cuidadoso.

Cuando el niño tomaba a la muñeca, se activaba un mecanismo especial que hacía que la muñeca se rompiera entre las manos del niño. Según las instrucciones de los psicólogos, el adulto tenía que mirar al niño durante un minuto en completo silencio.

Es difícil de imaginar lo que sucedía en la cabeza del niño que ya de por sí se sentía culpable, y encima tenía que soportar una mirada de reproche en completo silencio. Después de un tiempo, el adulto regresaba con el mismo juguete, pero entero, y le explicaba al niño que nadie tenía la culpa de nada. Dudamos de que el niño se sintiera inmediatamente aliviado.

¿Cuál es el punto? Los niños que participaron en este experimento en los años siguientes se comportaron de forma bastante moderada y correcta. Pero difícilmente haya sido porque aprendieron a tener un saludable sentimiento de culpa. Lo más probable es que la razón de este comportamiento haya sido el miedo a disgustar a otra persona, y tal vez la conclusión de que se podía esperar cualquier cosa de los adultos.

4. La conversión forzosa de Bruce en Brenda

Bruce Reimer, junto a su hermano gemelo, nació en 1965 en Canadá. A la edad de 8 meses, el niño fue circuncidado y, por un error médico, una parte de su órgano genital fue quemado. El psicólogo, John Money, les dio a sus padres un consejo radical: llevar a cabo una operación para cambiar el sexo del niño y criar a un hijo como a una hija.

Los padres pensaron que era una buena idea. Y para el doctor Money era una excelente oportunidad para probar su teoría de que es la educación, y no la naturaleza, lo que determina la identidad de género de una persona.

Pero Bruce no quería convertirse en Brenda. No quería usar vestidos, ni jugar con las muñecas, quería ser un niño, igual que su hermano. John Money aseguraba que se trataba de una “edad difícil” y que todo pasaría. Pero, con el paso de los años, el problema solo empeoró. Cuando el joven supo la verdad, pasó por varias operaciones, se convirtió en un hombre llamado David, y más tarde incluso se casó. Pero a la edad de 38 años se suicidó.

¿Cuál es el punto? Este tipo de experimentos pueden romper la psique de un niño. El tema de la identidad de género se ha vuelto particularmente agudo. La decisión de no determinar el sexo del niño antes de su elección consciente, la aparición del tercer sexo, son cosas que causan mucha controversia y discusión. Pero hay algo que es seguro: hacer este tipo de cosas contra la voluntad del niño es un crimen.

5. Cosquillas con una expresión imperturbable

En 1933, el psicólogo Clarence Leuba decidió descubrir por qué nos reímos cuando nos hacen cosquillas. ¿Es un instinto innato o vemos la sonrisa de quien nos hace cosquillas y le devolvemos la sonrisa? Decidió hacer su experimento en su propio hijo pequeño.

Leuba prohibió que le hicieran cosquillas, a excepción de las sesiones especiales que dirigía él personalmente. Además, el psicólogo le prohibió a su esposa que se riera cuando tocara al bebé.

Durante sus sesiones, Leuba usaba en la cabeza una máscara de cartón para que no se viera su expresión y le hacía cosquillas al bebé. Pero la pureza del experimento fue alterada por la esposa del psicólogo, que una vez se rió cuando acunaba a su pequeño hijo. Después de un tiempo, el experimento se repitió en el segundo hijo de la pareja.

¿Cuál es el punto? El psicólogo dio su veredicto: “Los niños se ríen, incluso si no saben que se supone que deben hacerlo”. Sin embargo, es extraño que el tema de la investigación fuera tan importante para un padre como para que privara por un tiempo a su propio hijo de las alegrías comunes de la vida.

6. Infectar a un hijo con viruela para la invención de una vacuna

En el siglo XVIII, el médico inglés Edward Jenner decidió probar que si se infecta a una persona con la viruela bovina no letal, luego de la recuperación será inmune a la realmente terrible viruela humana.

Para demostrar la seriedad de sus intenciones, Jenner infectó con la viruela bovina a su propio hijo. Ese momento incluso fue inmortalizado en una escultura. Cuando el bebé se recuperó, Jenner asumió un gran riesgo y le inyectó una viruela humana real. Si su teoría era correcta, el niño no debía enfermarse.

¿Cuál es el punto? Para gran alivio, los cálculos del médico fueron completamente correctos y el niño no se infectó. De lo contrario, Jenner habría pasado a la historia como un loco asesino de su propio hijo, y no como un héroe inventor de una vacuna vital.

7. Infundirle a un niño miedo a las cosas blancas

El científico John Watson quiso averiguar cómo se forman las reacciones emocionales condicionadas en los niños. Para esto, llevó a cabo un experimento con un bebé de 9 meses llamado Albert y le enseñó a temerle a las cosas blancas.

Primero le mostró al niño una rata blanca. Después de que el bebé se acostumbrara y jugara con ella tranquilo, el científico comenzó a asustar al niño, golpeando un platillo de hierro cada vez que Albert le acercaba las manos a la rata.

Albert comenzó a tener miedo no solo a la rata, sino también a cualquier otra cosa blanca que era remotamente parecida a ella. Al ver alguna, comenzaba a llorar inmediatamente. Pronto el experimento fue interrumpido y la madre se llevó al bebé.

¿Cuál es el punto? Esta característica se usa para entrenar a los animales de circo, pero resultó que también es posible “enseñar” una emoción determinada a los bebés. El tabú sobre la violencia moral y psicológica contra los niños no permite la realización de otros experimentos tan crueles.

8. Educar a un niño tartamudo

Un experimento no menos monstruoso se realizó en 1939 por los científicos Wendell Johnson y Mary Tudor, que estudiaban los factores del desarrollo del habla. Reunieron a 22 niños, los dividieron en dos grupos y trataron de formular artificialmente un tartamudeo en uno de ellos.

Los niños de uno de los grupos fueron elogiados constantemente, mientras que a los del otro los ridiculizaban y humillaban, convenciéndolos de que hablaban mal y que definitivamente se convertirían en tartamudos. Muchos niños del segundo grupo pronto dejaron de comunicarse con los demás, y algunos realmente comenzaron a tartamudear.

Los periodistas bautizaron el experimento de Johnson como “el estudio monstruoso”. Es mucho mejor estudiar la dinámica de la crianza de los niños con la ayuda de las actitudes positivas (o al menos en ausencia de las negativas).

¿Cuál es el punto? No se puede decir que estos científicos hayan descubierto América. Si le gritas a un niño y lo maltratas constantemente, educarás a una persona insegura. Pero si lo elogias y lo apoyas, entonces el niño incluso podría superar sus defectos ya existentes.

9. Los experimentos de Pavlov sobre los niños

Es difícil encontrar a una persona que no conozca al académico Ivan Pavlov y los experimentos que el científico realizaba sobre los perros, estudiando sus reflejos alimenticios. Incluso hay un monumento que representa al famoso “perro de Pavlov”. Pero junto a él bien podría haber un niño de bronce.

La escuela de Pavlov no solo realizaba experimentos con los perros, sino que también llevó a cabo estudios con la participación de niños huérfanos de la edad de entre los 6 y los 15 años. Ellos aceptaban gustosos formar parte de los experimentos, porque después de la investigación se les convidaba con arándanos, chocolate y otras exquisiteces con las que no podían ni soñar en el orfanato.

Estos experimentos fueron descritos en detalle en los libros del fisiólogo y pediatra soviético Nikolai Krasnogorsky. No eran muy diferentes de los que se realizaban en perros.

¿Cuál es el punto? Como resultado de sus experimentos, Pavlov logró demostrar que no existe una diferencia fundamental entre los reflejos alimenticios de los humanos y los animales. El científico quería obtener por estos experimentos un segundo Premio Nobel, pero la comisión decidió no nominarlo por el lado ético del asunto.

Los experimentos en humanos son uno de los temas más controvertidos en la ciencia moderna. Por un lado, este enfoque les permite a los científicos obtener más información sobre el cuerpo humano y encontrarle aplicaciones útiles, pero por el otro, surge toda una gama de cuestiones éticas. Y si lo involucrados en la investigación son niños, que podrían sufrir terriblemente como resultado de un experimento fallido, la práctica debería abandonarse por completo. ¿Estás de acuerdo con nosotros?