Hay historias increíbles que circulan por la red, y hoy hemos querido recopilar las 12 que más nos han asombrado:
1. Mi novio es increíble. Ayer nos peleamos, le dije que ya no lo quería volver a ver y ¡él simplemente apagó la luz! ¿Cómo puedo discutir con él?
2. En la infancia me enfermaba mucho. ¡Las interminables consultas médicas me hartaron! Les dije a mis padres: “Estoy harta, ¿existe alguna medicina mágica para que la tome y me cure?”. Al día siguiente, papá entró a mi cuarto gritando: “¡La encontré!”. Me pasó un frasquito de vidrio y me dijo: “Si te lo tomas, te curas rápido, es una poción mágica”. La cosa verde en el frasco me convenció de que la bebida de verdad era mágica. La tomé y mostré señales de mejora. Luego descubrí que “la poción milagrosa” solo era un refresco que se vendía en cualquier tienda.
3. La única manera de dejar de fumar usando el libro de Allen Carr es pedir que tus amigos lo usen para pegarte en la cara cada vez que tu mano busca un cigarro. Más o menos así fue como dejé de fumar, porque el libro no me ayudó en nada…
4. En el metro enfrente mío había una chica simpática que estaba mirando descaradamente al chico enfrente de ella. De pronto ella sacó una hoja de papel de su bolsa, escribió algo y echó la nota en la capucha del joven. Al parecer, cinco minutos después, ella cambió de parecer. Estiró la mano para recoger la hoja. El chico se dio cuenta, se puso la capucha en la cabeza y la hoja se cayó al suelo. Estaba esperando ver qué sucedería después. El chico recogió el papel y marcó el número escrito en él. El móvil de la chica sonó y ella, con su cara roja, parecía un tomate avergonzado. Cuando salí del tren, ellos dos ya estaban charlando.
5. Estaba escribiendo una nota para explicar por qué había llegado tarde al trabajo. No se me ocurría nada, así que escribí que había escuchado en la radio la canción de Ricky Martin “La Mordidita”, empecé a cantar, bailar y luego se me ocurrió poner todo su repertorio de los 90’s y 2000’s. Me perdonaron y no me dijeron nada.
6. ¡Qué vergüenza! En el quirófano el anestesista intentaba despertarme de la anestesia, me estaba golpeando con un dedo en la frente, diciéndome algo. Abrí un ojo y le pregunté: “¿Acaso cree que es un pájaro carpintero?” Todo el quirófano se echó a reír. Claro que no recuerdo nada, me lo contó una enfermera.
7. Descubrí que mi marido me era infiel gracias a la balanza electrónica. Cuido mucho mi peso, siempre lo controlo. Encontré en la memoria de la balanza una cifra que no había visto antes. Lo pensé mucho, no podía recordar en qué momento llegué a pesar tanto. Luego lo entendí. Se lo pregunté directamente. Él se sorprendió mucho, pero lo aceptó. Mi marido no sabía que la balanza era “inteligente”. Más inteligente que él.
8. Mi hermana tuvo gemelas. Vino a visitarme, dejando a las niñas con su marido. Pasamos un día bonito, en la noche volvió a su casa para ver cómo le había ido a su marido. Una hora después me llegó un mensaje: “¡Jamás adivinarías lo que se le ocurrió para distinguir a las niñas!” y las fotos de sus hijas: ¡una tenía el número 1 en la frente y la otra, el número 2!
9. Mi abuela apostó a que no podía comerme 25 ravioles suyos. Me reí y le dije que me estaba subestimando. Estaba comiendo el número 24 y el 25 no estaba en el plato. De pronto mi abuela sacó del frigorífico un ravioli de tamaño de un melón… Ganó la apuesta.
10. Encontré en la casa de mi difunto abuelo un baúl, pasé un buen rato intentando abrirlo. Pensé que tenía un tesoro. Cuando por fin lo abrí, vi la nota: “Aquí había una botella de ron de 20 años, te la quería regalar para el bisnieto, pero como no tengo bisnietos, me la tomé. ¡Ahora léelo y date cuenta de lo fracasado que eres! ¡Y el ron estaba magnífico. ¡Jojojo!”.
11. Si vienen algunas visitas a verme, siempre charlan con alegría, comparten noticias, ayudan a cocinar golosinas, bromean, cantan y juegan juegos de mesa. Mis amigos adoran venir a mi casa. Dicen que es un ambiente especial. Mi secreto es sencillo: no tengo Internet, así que las personas tienen que comunicarse, no mirar sus pantallas.
12. Estaba paseando con mi hijo de 4 años. Entre otros vecinos, tenemos una pareja de chinos que no hablan español. Estaban tres niños chinos jugando en un arenero, con sus bicicletas a un lado. A mi hijo le gustó uno de estos vehículos. Lo miró durante unos cinco minutos, luego se armó de valor y dijo: “Chicos, ¿me dejan montar su bicicleta? Me gustaría usar esta. ¿Me entienden? ¿Puedo hacerlo?”.
Los niños no lo habían entendido. Entonces mi hijo suspiró y, señalando la bici con un dedo, dijo: “¡SINKHANCHONCHINKHANCHONCHIKHAN!”. Después de una pausa de 5 segundos, el dueño de la bicicleta se levantó, tomó tu transporte y, en silencio, se lo pasó a mi hijo y volvió a sentarse en el arenero sin pronunciar ni un solo sonido. Mi hijo, feliz de la vida, fue a dar una vuelta por el parque. Y yo ni sabía que este truco estaba permitido.