Seguramente, a todos nos ha pasado, al menos una vez en la vida, una historia ridícula que nos da vergüenza contar a nuestros amigos. Pero si igual tenemos ganas de compartir el divertido suceso con alguien, podemos hacerlo a través de una publicación en “Oído por ahí” y “Habitación N° 6”. Eso fue exactamente lo que hicieron los protagonistas de nuestro artículo de hoy, que confundieron el coreano con el japonés, recibieron tomates en lugar de rosas y encontraron un anillo del ex 3 años después de la separación.
Te proponemos dejar tus quehaceres por un rato y leer las historias de las personas que saben reírse de sí mismas y de sus fracasos.
- Mi amigo no es muy bueno cocinando, así que cuando decidió hacer un pastel y leyó “separe las claras de las yemas”, consideró que era lógico primero cocinar los huevos: así sería más fácil separarlos.
- Pedí por Internet las semillas de una hermosa rosa negra. La planté en el jardín de mi casa, esperé a que creciera… No eran unas hermosas rosas negras, sino unos comunes tomates rojos. ¡Tomates, maldita sea!
- Soy una mujer de 23 años, trabajo de vendedora en una tienda de mascotas. Hoy, un cliente masculino me hizo el cumplido más extraño en mi vida. Cito: “Te vi y me acordé de mi perro”. Telón.
- Una vez, en la escuela primaria, perforé la mano de un compañero de clase con un bolígrafo. Han pasado muchos años, todos ya se han olvidado de esa historia, pero el otro día un auto me pisó el pie. Es fácil adivinar quién era el conductor de ese auto.
- Tengo 23 años. Hace poco noté un bulto bajo mi brazo. Me asusté terriblemente, así que pedí un turno para ver a un mamólogo y a un ginecólogo urgente. Por fin, llegó el día de la consulta. Obviamente, en el transcurso de la semana me inventé un millón de diagnósticos y un millón de escenarios posibles: desde la cuarta etapa incurable de un cáncer hasta un tumor benigno, que ni siquiera necesitaba operarse. El veredicto del médico fue duro: se trataba de una costilla. Una costilla, maldita sea, y un busto de tamaño cero. Comencé a ahorrar para un aumento de senos.
- Pasé un año estudiando coreano con un manual autoinstructivo. Comencé a comunicarme con personas de Corea por Internet, pero no me entendían. Sólo después de un tiempo me di cuenta de que lo que había estado estudiando era japonés.
- Antes de viajar al mar, me compré una costosa funda impermeable para mi iPhone. Bueno, me dije, ¡hay que probarlo! Llené un cubo de agua, estaba colocando el teléfono en la funda, y en ese momento se me acercó mi hermana, que me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. Se lo expliqué, ella me miró, luego miró el teléfono y dijo: “¿No sería mejor, en vez del teléfono, poner allí papel higiénico? Mira si se filtra el agua”. La niña tiene 6 años. Nunca me sentí tan estúpida. Y sí, el papel se mojó en la funda.
- Conocí a un chico por Internet, nos conocimos en persona, fuimos a pasear por un parque. Pasamos por un stand que venía algodón de azúcar, el chico me preguntó: “¿Quieres?”. Le respondí que sí y él dijo: “Bueno, entonces cómprame a mí también”, y hasta tomó mi cartera para liberarme las manos. Mientras yo hacía la compra, él vio en mi cartera un aerosol de pimienta y con las palabras “¿Acaso apestas, y por eso llevas un desodorante en la cartera?” se roció de la cabeza a los pies. Bajo la sorprendida, por decirlo de alguna manera, mirada del vendedor de algodón y mía, corrió en círculos, gritando groserías. Fue una cita muy corta.
- Trabajo como subdirectora en un hipermercado. Hace poco, hubo una situación en la que varios empleados no fueron a trabajar, y tuve que sentarme en la caja por un tiempo. Estaba pasando los productos, y de pronto vi una araña que se arrastraba hacia mí, y yo les tengo terror a las arañas. Estallé en lágrimas por el susto, el guardia de seguridad mató a la araña, pero tuve que seguir trabajando entre lágrimas porque había una larga fila de clientes. Y entonces a la caja se acercó una compañera de la escuela, con quien nunca nos habíamos llevado bien. Cada una creía que la otra no lograría nada en la vida y pude imaginarme vista con sus ojos: una cajera en un chaleco que trabaja y llora, trabaja y llora.
- Llegué a casa de un viaje de negocios un día antes de lo previsto. Mi novio tenía que quedarse en la casa de sus padres hasta que yo regresara, así que no le dije nada: quería organizarme un día de series y pizza. En la puerta escuché adentro la voz de una mujer, y hasta pude ver las chispas de ira que saltaron de mis ojos. Generalmente soy muy tranquila, pero en ese momento tomé una cuchara para los zapatos con la intención de matar a la amante y a mi novio con ese arma tan ridícula. Entré en el dormitorio con la cara torcida: la mujer del servicio de limpieza puso los ojos de un lémur y colocó el trapeador delante de ella para salvarse de mi cuchara.
- Una Navidad, mi ex me regaló un osito de peluche: en una pata tenía un ramo de flores, en la otra una mini cajita de regalo. Él sabía lo que yo pensaba sobre esos recolectores de polvo, pero por alguna razón se sorprendió mucho cuando dije que mejor hubiera comprado algo de comida, en vez de esa porquería. Nos separamos, pasaron 3 años. Entonces, un día, mi sobrino jugaba con ese oso y dijo: “¿Por qué hay un anillo aquí?” ¡Había un anillo en la caja! Pero, maldita sea, era un acertijo demasiado difícil, la vida no me había preparado para eso.
- Volví de las vacaciones, descansé bien, me bronceé, pero, desafortunadamente, subí de peso. Me envolví con un papel film, me puse mi ropa deportiva y salí a correr. No me tuve piedad, volví a casa arrastrándome, apenas viva, llena de sudor. Comencé a desvestirme y vi que toda mi piel debajo del papel film tenía unas extrañas manchas blancas. Entré en pánico: no entendí de inmediato que así era como se me había ido el bronceado. Mi marido, al verme, dijo: “¡el leopardo ha vuelto de sus vacaciones!”.
- Estuve 2 semanas sin Internet. Llamé a un técnico, revisó todo, no encontró nada. Puso un cable nuevo, nada. Estaba desconcertada, tenía que trabajar. Vino una amiga con su hijo, estábamos tomando té en la cocina, el pequeña se fue a la computadora. De repente, escuché el sonido de los disparos, fui a ver y él estaba en un juego en línea. Le pregunté: “¿Cómo hiciste que anduviera Internet?”, a lo que él, sin distraerse del juego, respondió: “Inserté el adaptador en el enchufe”.
- ¿Y tú qué sabes de las situaciones en que un hombre se queda solo en casa sin su esposa o alguien cerca? Mi marido una vez me contó que, cuando yo no estaba, se comió una bolsa de papas fritas. ¿Crees que no hay nada raro en eso? Llenó todo de kétchup y solo al final del paquete se dio cuenta de que las papas tenían que freírse antes.
Cuéntanos las historias de tu vida de las que ahora puedas reírte, pero antes estabas seguro de que la suerte te había pasado por alto.