Si el sentido del humor fuera un virus transmitido por gotas aerotransportadas, tal vez no habría más guerras: todos se reirían, y se irían a su casa. Y mientras haya personas que prefieran bromear en cualquier situación, tendremos la esperanza de que la diversión ganará. Lee sobre las familias en las que la capacidad de divertir a los demás se hereda. Que eso te levante el ánimo y te inspire a ver los problemas y las preocupaciones desde un ángulo diferente.
Hemos recopilado en las comunidades “Oído por ahí”, “Habitación N° 6” y “Pikabu” historias de las personas que aman reír y también divertir a sus seres queridos.
- Mi esposo estuvo conmigo en el parto de nuestro hijo. Yo ya estaba gritando de dolor y le dije: “¡No puedo más!”. A lo que él respondió: “Bueno, si no puedes, está bien, vamos a posponerlo, ponte los pantalones y vamos a casa”. Amo a ese payaso.
- Hace poco, tuvimos una fiesta familiar. Todos se reunieron alrededor de una mesa grande, se pusieron a conversar y a divertirse. Y entonces llegó el momento de los regalos. Cuando llegó mi turno con mi hermano, nos extendimos las codiciadas cajas con resoplidos salvajes, y las abrimos. Y ambos vimos un certificado para una consulta con un fonoaudiólogo. En la misma clínica, con el mismo médico. Mañana iremos al consultorio juntos. Y sí, ambos tenemos problemas para pronunciar la “R”.
- Estaba viajando en un autobús, adelante mío iba sentado un hombre de unos 60 años. En un momento, le sonó el teléfono, de manera involuntaria, miré la pantalla: aparecía una foto típica de una esposa, una seria mujer adulta, de la edad del hombre. Y claro que no tenía nada de malo, solo que aparecía registrada como “Mi cerdito”.
- Mi mamá está aprendiendo a tejer, todavía no le sale muy bien. Un día, vino a visitarla una amiga, se sentaron a charlar en la sala de estar, yo estaba cerca. La amiga le preguntó acerca de sus avances en el tejido, y mamá dijo: “Pero si ya puedo tejer cualquier cosa”. Luego lo pensó un poco y añadió: “Si es una bufanda”.
- Llamo a mi esposo Ronconzel, y él a mí, Talón Frío. Y vivimos así.
- Mi abuelo tiene 75 años. A los 69 se casó con el amor de su juventud, a los 73 se convirtió en el director de un cementerio (sí, has leído bien), a los 74 quiso divorciarse, ¡porque apareció otra opción! Y ayer se aburrió, y cambió oficialmente el nombre del gato de “No se discute” a “Sorpresa”. Ahora sé a quién he salido.
- Mis padres estaban en un supermercado. Papá iba con un carrito detrás de mamá, ella tomaba la comida y, sin mirar, la ponía en el carrito detrás de ella. En un momento se dio vuelta y vio en el carrito un montón de productos poco saludables. Empezó a sacar todo, murmurando: para qué llevas toda esta basura, ¿acaso no te alimentan en casa? Luego levantó la mirada y vio a un perplejo hombre completamente desconocido. Y papá estaba parado cerca, destornillándose de la risa.
- La pregunta que más les interesaba a todos nuestros amigos cuando esperábamos la llegada de la bebé era: “¿Qué harán con los perros?”. ¡En referencia a nuestras mascotas de 10 y de 11 años! “¿Cómo que qué haremos? ¡Los freiremos con unas papas! Tenemos una tradición así: con la llegada de un nuevo miembro de la familia, ¡nos comemos al anterior!”. P. S.: los perros son muy cariñosos con la niña. Y la segunda palabra de la pequeña fue “¡Guau!”.
- Cuando era pequeño, mi madre me decía que las puertas automáticas en los centros comerciales solo se abrían para aquellos que tenían dinero. Lo creí hasta los 10 años.
- Mi esposo se acostó en mi lugar de la cama. Mi hija vino por la mañana y, viendo las piernas de mi marido, dijo: “Mamá, ¡qué piernas tan peludas tienes!”. Respondí: “Jálalos”. Ella quedó sorprendida: “¿No te dolerá?”. Yo: “¿A mí? Claro que no”. ¡Y ella tiró con todas sus fuerzas! Mi marido a los gritos, la niña en shock y yo a carcajadas. Una gran forma de comenzar el día. ¡Le pasa por haber ocupado mi lugar en la cama!
- Fui a casa para las vacaciones. Estábamos hablando con mi madre, y de repente escuché un extraño sonido a mis espaldas. Me asusté y le pregunté: “¿Quién es?”. Mi mamá, con cara de póquer, respondió: “Las cucarachas estornudando”. Quedé en shock. ¡Había escuchado estornudar a una cucaracha! Me lo creí hasta que, a la mañana siguiente, vi el ambientador automático.
- ¿Qué saben ustedes de los nombres raros? Un profesor de física llamó a sus hijos Átomo y Marte. Me reiría, solo que era mi abuelo.
- Hoy papá se olvidó de ir a recoger a mamá de la tienda. En casa, ella le armó un mini escándalo: “Explícame, ¿por qué a mis 52 años debo temblar de frío mientras te espero?”. Y tuve la maravillosa idea de decir: “No quiero echar leña al fuego, pero tienes 53…”. Bueno, al menos mamá se olvidó de papá y de la tienda.
- Una vez, hice enojar a mi madre porque no recogí los juguetes de felpa que quedaron esparcidos por el piso. Como castigo, ella los cosió en una gran bola de felpa.
- ¿Cómo sé que mamá viene del trabajo de mal humor? Si está bien, se quita los zapatos, los pone cuidadosamente en el armario, se cambia tranquila y va a comer. Si las cosas no van tan bien, tira los zapatos haciéndolos chocar contra la pared, luego corre al gato por todo el departamento, lo atrapa y, abrazándolo, va a la cocina con las palabras: “¿Alguien puede alimentar a una madre moribunda?”.
- Con mi esposo buscábamos un pequeño colchón para colocar en un mueble bajo en el balcón y sentarnos en él. Fuimos a una tienda de mascotas, y le pregunté a la vendedora: “¿Dónde están las camas más grandes para los perros?”. Ella preguntó por la raza del perro, a lo que mi esposo respondió: “¡Soy yo!”. Me asusta pensar qué se habrá imaginado.
Bono: y así es cómo algunos hacen una propuesta de matrimonio
“Leanne, soy yo, Derrick. Poner un mensaje en una botella de agua fortificada no salió barato, pero quería demostrarte que eres muy importante para mí (elegí entre esto y un anillo de diamantes). ¿Me harías el honor de convertirte en la señora Derrick Kugelman? Por siempre tuyo, Derrick”.
¿Qué historia te divirtió más? ¡Cuéntanos una propia en los comentarios!