Es un hecho comprobado que el cerebro humano no es una estructura completamente estudiada. Los neurofisiólogos han descubierto que el neocórtex, o el nuevo cerebro, es lo que nos distingue de los animales: pensamos, sabemos cómo sacar conclusiones, entendemos la lógica… Pero existe otro lado más, el denominado cerebro reptiliano, el cual poseían incluso nuestros ancestros más antiguos. Este es el responsable de ciertos instintos que heredamos de nuestros antepasados. Por ejemplo, el deseo de sobrevivir a cualquier precio.
Encontramos 9 peculiaridades del comportamiento humano sobre las que la evolución humana aún no ha trabajado, pero que claramente no nos sirven de nada hoy en día.
1. La dependencia a la luz del modo sueño-vigilia
El modo vigilia-sueño del hombre primitivo estaba regulado por la luz solar: los ojos de nuestros ancestros estaban adaptados para ver bien de día. El amanecer significaba que ya era hora de levantarse e ir a buscar comida.
Ahora podemos dormir todo lo que nos plazca, especialmente los fines de semana, pero en cuanto un sol insidioso penetra a través de las cortinas, nuestro cuerpo grita: “¡Levántate!”. Este hecho responde a una brusca caída del nivel de una hormona llamada melatonina. Esta contribuye a que la persona se duerma, pero su concentración baja cuando la luz alcanza a la retina del ojo.
2. Almacenar existencias para un día negro
Todos aquellos que han intentado seguir dietas estrictas se enfrentaron con una desesperada resistencia de su cuerpo. Tan pronto como baja drásticamente la cantidad de calorías que recibimos, nuestro organismo astuto ralentiza instantáneamente el metabolismo, evitando la pérdida de peso.
En nuestro tejido adiposo se encuentra un gen llamado receptor de insulina. Y este le dice al cuerpo que se aferre a todas las calorías que tenga. Al fin y al cabo, si el dueño come poco, eso significa que han llegado los tiempos de hambruna. Y por eso es necesario bajar el gasto de los abastecimientos en forma de exceso de peso. Así las cosas, la máquina de supervivencia de nuestros antepasados nos impide adelgazar.
3. Sentirse vago y saltarse el gimnasio porque nada amenaza tu vida
La tendencia de una persona a tumbarse en el sofá en vez de ir a hacer ejercicio es absolutamente normal. La lógica de nuestro código genético, que no ha cambiado durante miles de años, es obvia: no tiene sentido gastar fuerzas sin más hasta que aparezca un depredador o una presa en el horizonte.
Desde el punto de vista del cuerpo, el entrenamiento es un desperdicio de energía porque así no obtenemos comida ni huimos de peligro alguno. Por eso, hace falta aplicar una elevada fuerza de voluntad para mantener un estilo de vida saludable. Es más, queremos posponer incluso la limpieza o ir a la tienda: el cuerpo no ve nada importante en esto en materia de supervivencia.
4. Pérdida de energía vital con la edad
Muchos, en su juventud, se preguntan por qué las personas mayores rara vez escriben libros, se dedican a la creación, dado que tienen tanto tiempo libre y experiencia acumulada. La respuesta es bien sencilla: con la edad, los niveles de ciertas hormonas en sangre disminuyen, por lo tanto, la eficiencia del cerebro baja y la energía vital desaparece.
A menudo, una persona mayor no tiene la fuerza suficiente para grandes logros, incluso si su salud está bien. La pasión, el entusiasmo y el ímpetu se esfuman. Por supuesto, para la gente moderna, esto es simplemente injusto e incorrecto. Pero desde el punto de vista de una naturaleza cruel e inexorable, una persona mayor ya ha cumplido su misión de procreación y ya no es necesaria.
Sin embargo, la edad de la vejez aumenta cada vez más y más y, por lo tanto, muchos de nuestros contemporáneos viven una vida activa gracias a los logros del mundo de la medicina.
5. La aparición de la irritabilidad debido a una sensación de hambre
Con frecuencia, tenemos que posponer la ingesta de alimentos debido a una reunión importante, problemas con el transporte o simplemente asuntos urgentes. El cuerpo responde a eso, no solo con una sensación de vacío en el estómago, sino también con un aumento de la irritabilidad. Estamos dispuestos a gritar a cualquiera que se ponga por delante y buscamos cualquier excusa para discutir.
La realidad es que, en respuesta a una caída del nivel de glucosa, el cerebro emite una señal al cuerpo para que produzca adrenalina. De este modo, el organismo le proporcionaba al dueño una caza más exitosa. Y ahora solo contribuye al deterioro de las relaciones interpersonales: para calentar o cocinar la comida, la adrenalina sobra.
6. Comérselo todo hasta el último bocado
El hombre primitivo no sabía cuándo comería de nuevo. Por eso, en el caso de una caza exitosa, llenaba su estómago al máximo, porque así albergaba más posibilidades de sobrevivir si llegaban los tiempos de hambruna. El instinto que viene de la época de la cueva también nos dice que comamos todo lo que podamos. Es bastante difícil explicar al organismo hambriento que en un par de horas podemos volver a picar tranquilamente: nos requiere comida ahora mismo, y más, más.
Pero si comes con frecuencia y menos cantidad, calmas al cuerpo, acostumbrándolo al hecho de que los alimentos siempre están disponibles todo el tiempo y no hace falta comer para crear una reserva por si acaso.
7. Salvar lo más valioso
¿Quién no ha saltado o respirado sobre sus dedos congelados cuando tenía frío esperando en la parada del autobús? Debes saber que tus extremidades están heladas porque el cuerpo literalmente les quita la sangre, dirigiéndola a los órganos más importantes. Es difícil explicarle al cuerpo que en cinco minutos entraremos en un autobús caliente y la muerte por hipotermia no nos amenaza en absoluto.
Es cierto que los cuerpos de los cazadores y pescadores del norte, que se vieron obligados a actuar en el frío con las manos al aire libre, se adaptaron a las condiciones. De vez en cuando la sangre llega a sus extremidades, calentándolos y devolviendo la vida a los dedos helados.
8. El miedo a la oscuridad
Hace miles de años, la llegada de la noche conllevaba una amenaza creciente para el ser humano. Los despiadados depredadores salían a cazar y el hombre estaba prácticamente indefenso frente a ellos. Solo la luz de la hoguera disipaba la oscuridad e inspiraba esperanza de asustar a las bestias.
Muchos niños temen a la oscuridad: en ellos se pronuncian los instintos de nuestros antepasados. Desde la lógica, en un apartamento no hay nadie a quien temer y, sin embargo, un miedo inexplicable a veces envuelve incluso a los adultos que se quedan solos durante la noche. Y una simple historia de terror despierta a todos sus instintos de antaño.
9. Sumisión a la voluntad de los padres
Si la madre primitiva prohibía bañarse en aquel río, era mejor seguir sus indicaciones. Por eso es tan difícil para nosotros resistirnos a la opinión de nuestros padres. Hace miles de años, el progreso estaba dando pasos tan lentos que no había razón alguna para dudar de la experiencia y la exactitud de los argumentos de los más ancianos. Hoy, el progreso va como un avión a toda velocidad y ahora la generación más joven ya les está enseñando algo nuevo a sus padres.
Los padres, con más frecuencia, llevan la razón en cuanto a las relaciones personales, las opiniones sobre los demás, pero a veces apenas perciben los métodos y las profesiones del mundo moderno. Nuestra vida es muy diferente de las suyas, así que no tengas miedo de tomar decisiones en contra de su voluntad si estás convencido de que ahora nadan peces deliciosos en aquel río y no un cocodrilo.