El trabajo de los camareros es difícil pero interesante. Todos los días tienen que comunicarse con docenas de personas diferentes. Por supuesto que no faltan casos divertidos e inusuales. Por ejemplo, pueden llegar unos vampiros energéticos y ordenar tu aura, o un hombre de repente puede desear comer papas crudas. Y también existen restaurantes en los que te pueden ofrecer panceta con capuchino.
Hemos recopilado casos reales de la vida de los camareros, que compartieron sus historias en las comunidades “Oído por ahí” y “Habitación N° 6”.
Trabajo como camarero en un prestigioso restaurante de la capital. Tuvimos un evento privado en honor al cumpleaños de alguien importante. Quiso la casualidad que dos mujeres llegaran con vestidos idénticos. Durante toda la noche se miraron con disgusto. Cerca de una hora y media después del comienzo, una de ellas me llamó y me ofreció una buena suma por arruinar “accidentalmente”, de alguna manera, el vestido de la otra joven. Naturalmente, me negué, porque media hora antes la otra mujer me había ofrecido el doble.
Llegó un cliente habitual, que dejaba mucha propina y siempre venía acompañado de un guardaespaldas. Yo estaba con mucho trabajo, me acerqué a él y con una sonrisa le dije: “¿Quiere agua sin gas, un energético y un gran batido?”. El hombre me miró sorprendido y respondió: “¿Aquí el camarero decide quién consumirá qué?”. Miré alrededor y no vi al guardaespaldas. Me había equivocado, era otra persona, solo que muy parecida.
Teníamos unos clientes habituales: una pareja tatuada, con piercings. La dama parecía dos veces más alta y más ancha que su compañero. En la mesa, coqueteaban entre ellos. Cuando la chica hacía la orden, el chico decía: “Creo que te gustaría comer más”. Ella respondía de manera coqueta: “¿Sabes qué? Te haré caso”, y pedía tres platos más. Eran extraños, pero estaban felices. @significantmundanity
Una vez vi la pelea de una pareja de sordomudos. La chica escribía algo violentamente, inclinada sobre la mesa, yo no paraba de llevarle un montón de servilletas para que se secara las lágrimas y siguiera escribiendo. Durante todo ese tiempo, el chico solo comía tranquilamente. Pero al final se fueron juntos, dejándome una buena propina, así que no estuvo tan mal. @midgetT-rex
Una vez, vino una pareja muy extraña: estaban vestidos con ropa gótica oscura y se presentaron como vampiros energéticos. Dijeron que no necesitaban comida humana, pero aun así la ordenaron. Luego le pidieron a la camarera que se parara junto a ellos para que pudieran alimentarse de su aura. La pareja se sostuvo de las manos; los dos cerraron los ojos y estiraron los labios, luego se reclinaron en los asientos y suspiraron felices, como si acabaran de haber cenado pavo. Mi colega recibió una buena propina por su “deliciosa” energía. @hexiron
Cuando era estudiante, trabajé como camarero en varios restaurantes. Y noté que muchos de los comensales que habían pedido rolls, en algún momento miraban a su alrededor para asegurarse de que nadie los vigilaba y luego bebían los restos de la salsa de soja de la salsera. No es nada grave, pero lo hacía al menos uno de cada tres comensales que pedían sushi. Los guardias dijeron que también siempre lo veían. Hasta trataron de contar: 50 personas por día.
Una vez tuvimos un pedido interesante: ordenaron pelar una papa y cortarla en rodajas. El hombre solo quería comer papas crudas. Qué pueblo tan extraño tenemos.
Llevo tres años trabajando en los restaurantes y ya aprendí a responder con calma preguntas estúpidas, al estilo de “¿Qué es una ensalada de tomate y lechuga?”. Pero hace poco, una señora me llevó al estupor, o, mejor dicho, a uno de mis compañeros. Al principio, pidió medallón de ternera. A la pregunta sobre el punto de cocción, respondió: “Oh, déjelo, mejor unos mejillones”. Mi colega preguntó: “¿Los que vienen con salsa de crema?”. A lo que recibió la respuesta: “No. Con sangre”.
Trabajo como camarero en un casino. Aquí no se utiliza efectivo. Ayer, un hombre ganó una gran suma de dinero y dejó de propina 1 500 USD en fichas. Fue una pena, pero tuve que llevarlo todo a la cuenta común. Al final, lo dividimos; me tocaron 150 USD.
Trabajo en un teatro-restaurante donde la gente almuerza y, al mismo tiempo, ve actuaciones en el escenario. Organizamos sorteos falsos: la ganadora, sin sospechar nada, sube al escenario por su regalo, y luego aparece su novio y le hace una propuesta de matrimonio. Una vez, uno de los visitantes fue más lejos: decidió cantar una canción. El chico estaba visiblemente nervioso y se calmaba bebiendo. Nosotros, como de costumbre, hicimos el sorteo e invitamos a la chica de la audiencia a subir al escenario. Y allí estaba, frente a cuatrocientas personas, cuando el chico de repente comenzó a cantar algo ininteligible sobre haberla engañado con su hermana y sobre lo mucho que lo lamentaba. Y luego se puso sobre una rodilla delante de ella. Por lo general, en ese momento todos aplauden, pero los invitados estaban perplejos, y la joven, con el murmullo de la multitud de fondo, negó con la cabeza y dijo: “Pero, ¿qué te pasa?”. Y a nuestro gerente no le ocurrió nada mejor que llenar una pausa con las palabras: “Bueno, algo de eso”. @AgainstBelief
Solía trabajar en un restaurante japonés. Y sí, los camareros se comen los restos de los platos de los comensales: rolls que han quedado enteros, sushi, papas fritas. Una vez, atendimos a un grupo de gente. Pidieron gyozas (empanadas de carne japonesas). Cuando se fueron, limpié la mesa y encontré una que había quedado enterita, la llevé al cuarto de servicio, la mordí… Y resultó que adentro tenía wasabi. Habían cambiado el relleno.
Atendí una mesa: un chico y una chica de unos 20 años. Ordenaba el chico, y la chica asentía y suspiraba enamorada. El chico era muy guapo. Cuando llegó la cuenta, él se la entregó a la joven. Ella puso los ojos como platos, y él le sonrió, le pidió que dejara buena propina, se levantó y se fue. La joven, sonrojada, me rogó a que esperara hasta que su mamá le transfiriera el dinero y rompió a llorar. La tranquilicé y prometí ayudarla. Pagué su cuenta, ella se puso contenta, me dejó un número de teléfono y desapareció. Pronto hicieron lo mismo en otros dos cafés cercanos.
Una vez, observé una cita así: el chico sacó una cajita y se puso sobre una rodilla. Cuando la chica la abrió, él salió corriendo. Adentro había una pequeña nota. Después de leerla, ella comenzó a llorar. Resultó que él había roto con ella. Fue gracioso y triste al mismo tiempo. @Stepan1894
Una vez atendí a un chico que estaba muy nervioso porque había ido a una cita por primera vez en los últimos 3 años. Dijo que había conocido a una chica por Tinder, pero que ella ya llevaba 2 horas de retraso. Finalmente, llegó, el chico saltó entusiasmado para saludarla, pero ella dijo: “¿Tú eres Joe? Hmm, no, gracias”, y se fue. Pobre Joe. Pero vaya que bebimos ese martes. @Corticulture
En una época trabajé en el restaurante de un hotel. Durante las vacaciones, llegó un grupo de niños de entre 9 y 11 años que tenía las comidas abonadas. Una vez, un camarero se acercó a la mesa para poner un plato frente a un niño y, tras escuchar una historia divertida, sonrió. Cuando el niño le preguntó por qué se reía, el camarero respondió: “¡Eres gracioso!”. El niño, sin perturbarse, dijo: “Lo gracioso es tu salario”. Nos reímos con todo el equipo durante cinco minutos seguidos.
Una vez, en lugar de propina, unos comensales me dejaron un paquete de mayonesa, media hogaza de pan y dos bolsitas de café. Es mejor que nada.
¿Alguna vez un camarero te ha ofrecido panceta para acompañar tu capuchino? ¿O un poco de rábano picante para acompañar el café con leche? Una vez estaba tan cansada que les ofrecí eso a dos comensales, y también les dije que ese día yo sería su orden.
Entra un cliente, pide un café para llevar, me pongo a batir la espuma para su capuchino, y de pronto un mesero se acerca con la frase: “El suelo es lava, cinco, cuatro, tres…”. La barra del bar llena de leche, el cliente en shock, pero me salvé a tiempo.
Una vez, vino una pareja casada muy pretenciosa junto a sus padres, aunque nuestro café está lejos de ser de primera clase. Todo el tiempo se quejaban por algo: o el tenedor no estaba lo suficientemente limpio, o había poco hielo, o la música estaba fuerte. Pidieron sushi y solicitaron que, en lugar de la salsa de soja, les sirviéramos teriyaki. Corrí a ver al cocinero, y me dijo que no lo teníamos. La mujer estaba muy indignada y llamó al administrador, quien una vez más le explicó que no teníamos teriyaki. Entonces, la madre de la mujer me tomó del brazo y me susurró confidencialmente: “No quería decírtelo, pero mi hija es Miss Rusia, así que debes encontrar lo que te pide”. En resumen, el cocinero simplemente añadió pasta de miso y vinagre a la salsa de soja. “Miss Rusia” comió sus rolls con deleite, todos contentos.
Cuando fui a trabajar a un restaurante, me costaba mucho el período de adaptación. Un colega, para animarme, me dijo: “¿Ves a ese chico? (señalando a uno de los mejores camareros). Bueno, cuando era un pasante, una vez le pidieron que limpiara la mesa; es decir, que quitara los platos sucios. Y él tomó la mesa y la llevó”.
¿Y a ti te han pasado situaciones divertidas en el trabajo?