Muchas veces, casi mecánicamente, se busca atraer la buena suerte (o despejar la mala) con base en supersticiones, pequeños actos en los que depositamos cierta fe. Ese deseo de influir sobre los hechos no es nuevo, viene acompañando al hombre a través de los siglos, y aunque se trata de creencias sin un sustento científico ni religioso, suelen darnos una vaga tranquilidad.
Te invitamos a conocer diferentes supersticiones y sus orígenes.
1. Derramar sal
La sal, más allá de su utilidad en la cocina, está rodeada de varias supersticiones. Derramarla es sinónimo de mala suerte y, cuando esto ocurre, muchos toman un poco y la arrojan sobre el hombro para evitar la mala fortuna. Esta es una costumbre iniciada por los antiguos griegos y sumerios. Por otra parte, regalar sal es desear prosperidad. Y en culturas como la japonesa, los efectos de este producto cambian para ser protectores, ya que se hecha sal sobre uno mismo si es que se acude a un funeral. También es cierto que en la antigua Roma se pagaba a los funcionarios públicos con este condimento (de allí el termino salario). Por eso es símbolo de prosperidad y no se pasa el salero de mano en mano para evitar conflictos. A fin de no generar discusiones por la caída de la sal, los antiguos romanos la depositaban en la mesa para que otro la recogiera. En algunos países, por ejemplo Argentina, cuando alguien tiene poca fortuna se le dice que está “salado”.
2. Gato negro
Las historias de los gatos como animales místicos ser remontan a la época del antiguo Egipto, en donde eran venerados y estaba prohibirlo matarlos. Era tanto su amor por estas criaturas que, ante la muerte de uno de ellos, los egipcios se afeitaban las cejas a modo de duelo. En diferentes culturas, el gato no solo era venerado, sino que además se lo consideraba sagrado (como en el Antiguo México). En Inglaterra, los pescadores estaban convencidos de que tener un gato a bordo daba buena fortuna. La creencia del felino negro como portador de mala suerte se remonta a la Edad Media, cuando se lo asociaba con las brujas. Se suponía que, en esos años, las hechiceras utilizaban a los gatos negros para que cumplieran mandatos secretos. Fue tanta la persecución y muerte de estos felinos que algunos sostienen que su disminución colaboró con la expansión de la rata negra y la peste bubónica, enfermedad que mató a más de 50 millones de personas.
3. Tocar madera
Muchos consideran que tocar madera es una forma de alejar malos presagios. Esta creencia se originó hace siglos, posiblemente en el año 2 000 a. C. Por aquella época, el roble era considerado un árbol de culto, y a él se le brindaban infinidad de ofrendas. Se creía que tocar madera evitaba dolencias. En un principio, la costumbre se centraba en ese árbol, pero luego pasó a cualquier madera, incluso en algunas culturas se le da dos golpes suaves, uno para agradecer y otro para transmitir el deseo. Había civilizaciones que consideraban que en los árboles habitaban las hadas y también los distintos dioses.
4. No ver a la novia antes del casamiento
Hay muchos gestos supersticiosos alrededor del matrimonio. La novia no lleva perlas para no llamar a las lágrimas, el novio no puede tener la corbata torcida si desea una vida armoniosa, lanzar el ramo de flores para saber quién será la próxima mujer en casarse… Una de las más conocidas es que el novio no vea a su prometida con su vestido hasta no llegar al altar. Está superstición tiene su origen en las épocas en que se arreglaban casamientos con objetivos económicos. Para evitar que ese acuerdo no se cumpliera, se prohibía que los novios se vieran antes a fin de evitar un rechazo.
5. El número 13
El número 13 está inevitablemente relacionado con la mala fortuna. Según algunos países, la combinación de esa cifra con el martes o viernes puede ser catastrófica. Hammurabi, rey de Babilonia, ya omitía en sus edictos este número por considerarlo de mal augurio. Sin embargo, muchos sostienen que este si había sido mencionado y que todo se trató de un problema de traducción, lo cual es mala fortuna para el 13. El miedo a este número recibe el nombre de triscadecafobia. Sin embargo, muchas culturas revindican a esta cifra, por ejemplo Estados Unidos, ya que el águila de su bandera sostiene 13 flechas en su garra. Los japoneses aborrecen otro número, el 4, el cual, al pronunciarlo, tiene un sonido similar a la palabra “muerte” . Por eso, en los hospitales de Japón, esa cifra no aparece ni en los cuartos ni en los números de teléfono. Esta creencia nació en China, en cuyos edificios no existe el piso 4 (este es denominado 3A o lo saltean). Sucede lo mismo con el número 14.
6. Espejo roto
Hasta fines del siglo XV, los espejos no eran de vidrio, sino de metal. A partir de entonces comenzó a colocarse una lámina de plata tras el cristal para conseguir los que utilizamos ahora. En Venecia, quizá cuna de esta superstición, era una costumbre de los adinerados usar espejos muy grandes. El valor de los mismo era similar al de varios meses de salarios de los sirvientes, es por eso que se les advertía tuvieran cuidado al momento de la limpieza, pues la rotura implicaba trabajar mucho tiempo sin cobrar ni un centavo. Pero el espejo arrastra otras supersticiones. Por un tiempo se creyó que reflejaba el alma, por lo que romperlo nos dañaría. Existe una creencia europea según la cual verse en un espejo a la luz de la vela trae mala fortuna. En algunos países suelen taparse estos artefactos durante los funerales.
7. Pasar debajo de una escalera
Hay quienes son capaces de hacer un gran rodeo, si es necesario, para no pasar por debajo de una escalera. Algunos creen que esta superstición tiene su origen en Egipto, en donde las pirámides eran lugares sagrados, y una escalera apoyada contra una pared tiene esa forma piramidal. Otras teorías ponen sus ojos en el medioevo, cuando se usaba la horca. Aquí el análisis se divide en dos. Por un lado, se sostiene que pasar bajo la escalera era el camino que debía hacer el futuro ahorcado, mientras que otros dicen que la creencia está vinculada con accidentes ocurridos, escalera mediante, al bajar a los ejecutados. Para la fe cristiana, una escalera apoyada contra la pared forma, junto al piso, un triángulo, símbolo de la Santísima Trinidad, y pasar por él implica desafiar ese dogma. Como sea, siempre es riesgoso pasar por debajo de una de estas cuando alguien está realizando tareas sobre ella. Eso poco tiene que ver con la superstición, pero es la pura verdad.
8. Abrir un paraguas bajo techo
La creencia sobre la mala suerte que acarrea el acto de tener un paraguas abierto bajo techo tiene algunos siglos de antigüedad, pero no tantos como en los casos anteriores. Recordemos que este objeto fue inventado hace unos 2 600 años, en China. Aunque siempre se buscó la forma de cubrirse de la lluvia o el Sol, empezó a usarse en Francia a finales del siglo XV, vinculado solamente con las mujeres. Según los estudiosos, la moda de usar paraguas fue impuesta por Jonas Hanway, quien llegado desde Francia no tuvo inconvenientes en utilizarlo para las sorpresivas lluvias londinenses. Ahora bien, la superstición tiene su origen en que muchos ingresaban desde la calle con el paraguas abierto y lo cerraban bajo techo, sin ver si tenían a alguien cerca. Esto producía más de un accidente doméstico, en especial relacionados con los ojos. Tal vez, este mito creció para que la gente tuviera cuidado en el manejo del paraguas y no lesionara a terceros.
9. Cruzar los dedos
Para esta creencia, una de las más populares y habituales, no queda claro su origen. Algunos sostienen que el hecho de cruzar los dedos representa una cruz y que esto, antes del catolicismo, era tomado como buena suerte. Y en épocas de persecución católica, una manera encubierta de mostrar la fe. Hay otra teoría que nos cuenta sobre los arqueros durante el enfrentamiento entre Francia e Inglaterra, conocida como “Guerra de los cien años”. Allí, para extender las cuerdas del arco, se cruzaban los dedos para tensarla con más fuerza. Por una u otra opción, nadie puede negar que este gesto simboliza una de las supersticiones más universales.
10. La herradura
Hay dos versiones sobre el origen de la buena fortuna que trae el hecho de tener una herradura clavada en alguna puerta. Este objeto surgió en Grecia, en donde se lo fabricaba de hierro. Este metal estaba relacionado con la fecundidad, y al tener forma de medialuna, confería fertilidad y buena fortuna. También se busca su origen en Italia, en donde se la identificaba con la fuerza de trabajo del caballo y la enorme colaboración que daba al campesino al momento de las labores. La segunda versión está vinculada con San Dunstán, quien antes de ser arzobispo de Canterbury había sido herrero. Según la leyenda, a Dunstán se le apareció una extraña criatura, mitad hombre mitad animal, que le pidió ser herrado. Al hacerlo, el herrero descubrió que ese ser era el Diablo y le clavó las herraduras de forma dolorosa para que tuviera que pedir clemencia y huir. De allí la fama de buena suerte de estos objetos.
11. Un trébol de cuatro hojas
Los tréboles de cuatro hojas deben su fama de buena suerte a una historia surgida en el año 200 a. C., cuando los druidas de las Islas Británicas lo consideraban un símbolo sagrado. Con él se podía ver y alejar los malos espíritus. Algunas culturas toman esta buena suerte teniendo en cuenta que cada hoja del trébol tiene un significado: salud, dinero, amor y prosperidad. Otras las identifican con los puntos cardinales o con las estaciones climáticas. Hay quienes aseguran que el trébol tiene que haber sido encontrado por casualidad para poder dar fortuna.
Bono: supersticiones en el teatro
El teatro es uno de los ámbitos en donde las supersticiones tienen mucha fuerza. Han pasado siglos desde que surgieron, pero algunas creencias se mantienen aún el día de hoy:
Color amarillo: es habitual que ningún actor use ese tono en escena (en algunos países, esto sucede con el morado). El origen sería cuando se estrenó la obra de Molière El enfermo imaginario, ya que el dramaturgo murió en el teatro vestido de amarillo.
Mucha suerte: jamás se dice esta frase el día de un estreno. Una de las formas de reemplazarla es “que te rompas una pierna”, cuya historia está relacionada con que, al terminar la presentación teatral en épocas isabelinas, se arrojaban monedas a los actores. Estos se agachaban para recogerlas y así rompían con su formación de piernas rectas. También se la reemplaza por la palabra “merde”, ya que en la antigüedad, cuanto más éxito tenía la obra, más carruajes se acercaban tirados por caballos que generaban suciedad en las puertas de los teatros.
Prohibido silbar: no está bien visto silbar en el teatro. Esta idea proviene de viejas épocas, cuando los técnicos se pasaban las instrucciones con silbidos. Si alguien emitía un sonido similar, podía causar errores y hasta una catástrofe en escena.
Nada de claveles: esta creencia se originó en el siglo XV, cuando los directores acostumbraban a regalar una o varias rosas cuando se extendía el contrato del actor, pero cuando era cancelado, le enviaban claveles.
Siempre una luz: en los escenarios siempre hay una leve luz encendida. Esto es para ahuyentar a los fantasmas que rondan por esos sitios.