20 Historias inesperadamente buenas sobre personas que merecieron el título cómo “Vecino del año”

Los residentes de edificios de varios pisos muchas veces se quejan de los vecinos por el ruido, por la indiferencia o por los malos tratos que tienen que soportar. Pero los protagonistas de nuestra selección de hoy tienen suerte, ya que viven junto a personas de buen carácter que están dispuestas a ayudar cuando hace falta. Y para algunos, celebrar las fiestas con todo el edificio hasta es una tradición.

Esperamos que tus vecinos sean personas tan amables como los protagonistas de las historias de “Habitación N°6”, “Oído por ahí” y Pikabu que leerás a continuación.

Alquilo un departamento, y al lado vive un anciano. Le gusta armar y pegar barcos, y a mí también. Lee los mismos libros que yo. Comenzamos a pasar las tardes juntos. Más tarde le presenté a mi novia y a ella también le cayó bien. Nos convertimos en una familia. Un día fuimos a visitarlo, y él tenía unos papeles sobre la mesa: la escritura del departamento a nuestro nombre. Nosotros no teníamos casa propia, y nos pusimos contentos. Así que empezamos a vivir juntos, pero se enteraron sus parientes. Ahora nos piden que rechacemos el regalo. Puedo entenderlos, pero no puedo hacerles caso.
Hay una tradición interesante en el edificio de mi tía. Durante fin de año, después de las doce, todos los vecinos se reúnen en la entrada principal con confeti, bengalas, champaña y dulces, y se felicitan mutuamente. Tuve la oportunidad de asistir a ese evento y puedo decir que es muy agradable. En el edificio hay 28 departamentos, y asistieron poco más de la mitad (porque hay personas que no celebran en su casa).
P. D. Todos juntos limpian la basura de la puerta de entrada el primero de enero.
Decidí reparar mi casa por mi cuenta. Le dedicaba al asunto un par de horas todos los días después del trabajo, empuñando un martillo o un taladro. Finalmente, el vecino de abajo no aguantó y vino de visita con una queja. De lo cansada que estaba, simplemente estallé en lágrimas. El hombre se quedó perplejo, luego me corrió hacia un lado, pasó a la sala de estar, miró mis ruinas y se fue. Al día siguiente volvió con un par de hombres. Los muchachos en 2 días empapelaron las paredes, colgaron estantes, armaron los muebles, y a mis intentos de darles al menos algo de dinero dijeron: “Hay que ayudar a las damas”.
En nuestro edificio vive un anciano común y corriente, y recién ayer supimos lo maravillosa persona que es. El hombre salió al balcón por la noche y vio que alguien había abierto el auto de uno de los vecinos. Despertó a su anciana esposa y le dijo que llamara a la policía. Agarró un hacha y salió corriendo a la calle. Cuando el ladrón vio que un anciano corría hacia él con un hacha, se encerró en el auto y trató de arrancarlo, pero no le alcanzaron las neuronas para conectar los cables correctos… Y así quedó, rodeado de varios ancianos, hasta que llegó la policía.
“¡Estimado vecino!
El próximo sábado, 8 de julio, de 16:00 a 19:00 hs, en la entrada de nuestro edificio (junto al patio de juegos), los vecinos organizaremos una tarde familiar sin alcohol, en la que asaremos salchichas y carne a la parrilla.
No te pierdas una oportunidad sin igual de:
Comer carne recién asada.
Disfrutar de un paseo familiar justo en la puerta de tu casa.
Conocer a tus vecinos.
Descansar de los niños que jugarán entre sí.
¡No faltes!”.
Llamé al médico, pero no tengo intercomunicador. Puse un palo para que la puerta no se cerrara y escribí una nota: “Estoy esperando al médico, por favor, no cierre, no tengo intercomunicador”. Los buenos de mis vecinos, para que la puerta no se desmagnetizara ni se rompiera (cosa que tendría que pagar yo), quitaron el palo y dejaron un mensaje: “Llame al departamento 20, 4, 19…”, etc.
En el departamento de enfrente vive una pareja casada con un hijo. Ellos están siempre en el trabajo. Una vez, yo estaba en casa y sonó el timbre. Abrí y allí estaba mi joven vecino. Dijo que su niñera se había olvidado algo en el auto, y él estaba aburrido esperando. Charlamos durante unos 15 minutos. Me contó que sus compañeros de clase lo trataban mal, pero que le daba vergüenza decírselo a sus padres. Al día siguiente fui a la escuela a hablar con esos niños. Cuando regresé a casa de trabajar, mi vecino salió corriendo de su departamento, gritando: “¡Se han disculpado! ¡Gracias, gracias!”. Y en la puerta estaban sus padres. Tuve que explicarles todo.
Así fue como en mi vida apareció un hermano menor o un joven amigo.
Unos amigos y su pequeño hijo vivían en una casa de paneles con buena sonoridad. Una vez, la mamá se fue por un tiempo a la tienda de comestibles. Regresó y le preguntó al niño: “¿No lloraste?”. Él dijo: “Al principio lloré, pero una voz invisible me dijo: ’¡No grites! ¡Ya vuelve!’. Y me calmé”.
Tengo unos vecinos que dan la impresión de ser gente arrogante. Son una pareja de casados de entre 30 y 35 años, que saludan de manera educada, pero fría, y no buscan mantener una conversación con nadie. Pero cuando los vecinos de arriba inundaron mi casa, fueron precisamente ellos los que me ayudaron a sacar los equipos electrónicos del lugar y drenaron el agua del techo flotante. Cinco vecinos con quienes siempre conversé amablemente se negaron a ayudar: o estaban cansados, o no tenían con quién dejar al gato. Los “arrogantes” siguen saludando fríamente. Pero ahora me provocan sentimientos más cálidos que aquellos con los que antes hablaba, los que no movieron ni un dedo cuando estuve en problemas.
“Por favor, no toquen el armario. Allen está esperando porque no entró en el ascensor. Pronto viajará a casa”.
“Te estoy esperando, amo. Tu llave, Allen”.
Era una mañana de invierno, 6º piso. Yo estaba con bata en el balcón. Mi esposa me dio un beso de despedida y, cerrando automáticamente la puerta, se fue a trabajar. Me di cuenta de que estaba atrapado solo después de su partida. El teléfono estaba adentro, y no tenía nada abrigado. Mientras decidía qué hacer, un vecino de arriba salió al balcón. Le expliqué la situación, así que él tomó una cuerda y una bolsa, y me bajó comida y ropa abrigada para mantenerme caliente. Cada tanto comprobaba si yo seguía vivo. Me quedé así hasta la llegada de mi esposa.
Era tarde en la noche, y había mucho silencio… De pronto, de la calle, llegó un tímido maullido. Un par de minutos después había un cuarteto de gatos. Abrí la puerta del balcón y miré hacia abajo: 4 pares de ojos verdes me miraban desde la oscuridad. Y entonces desde arriba calló una lluvia de salchichas. Oí una voz masculina desconocida: “¡Buen provecho, peludos, mañana el restaurante abre a las 8!”.
Hace un par de meses, pegué en el ascensor de mi casa un poema impreso, sin firmarlo, por supuesto. Al hablar con los vecinos, me di cuenta de que a todos les había gustado la idea de compartir sus obras favoritas. Desde entonces, cada semana busco un nuevo poema poco conocido y lo pego como el primero. Todos están muy contentos, y algunos hasta siguieron mi ejemplo: ahora siempre hay “algo para leer” en el ascensor. Eso realmente une a las personas y hace que el mundo sea un poquito mejor.
Mis vecinos de arriba son una pareja joven que discute constantemente. En nuestra casa hay muy buena sonoridad, así que me convierto en testigo de todos los escándalos. Una noche, que no fue la excepción, decidí tocar algo en el piano. Casi inmediatamente los gritos se hicieron más tranquilos, y luego se detuvieron por completo. Terminé de tocar, los jóvenes comenzaron a hablar sobre mi interpretación, y luego el chico le dijo a su esposa que la ama con locura.
Nominación al “Vecino del año”
“Si tienes nostalgia, llévate 1 :)”.
Mis vecinos son una familia armenia. Siempre los consideré poco sociables, sospechosos, porque nunca hablaban con nadie, caminaban rápido con la cabeza gacha y los niños no saludaban a nadie. Pero hace poco me enteré de que el padre de la familia reparó con su propio dinero el patio de juegos del edificio, y que la madre siempre le lleva productos a una anciana solitaria que vive arriba. En la víspera de Año Nuevo dejaré regalos debajo de su puerta, tocaré el timbre y huiré.
En nuestro piso hay 4 departamentos. Todos los años, en la víspera de Año Nuevo, pongo una caja de Raffaello en una mesita de noche. En un pedazo de papel escribo con un marcador las felicitaciones para mis vecinos, lo coloco en la puerta y… ¡comienza el remolino! Los vecinos se llevan los Raffaello, ponen sus propios dulces en la caja, y el contenido se actualiza constantemente durante varios días. Ahora tengo preparado un nuevo regalo de chocolate.
Cuando era pequeña, con mi familia vivíamos en un departamento en el piso 11. Los balcones de la casa siempre estaban abiertos. Muchas veces yo tomaba una bolsa de plástico con asas, la ataba a una cuerda y la bajaba. Cuando la volvía a subir, sacaba todo tipo de cosas ricas, como frutas o chocolates, y respondía poniendo algo yo también. Así compartíamos cosas con los vecinos de abajo, y mi madre siempre se preguntaba de dónde venía la comida.
En nuestra casa compartida se instaló un nuevo inquilino con su esposa. A primera vista, parecía un verdadero convicto: un hombre formidable con tatuajes en todo el cuerpo. Todos le tenían miedo.
Una vez, estábamos los dos en la cocina preparando la cena. Él dio vueltas cerca de las estufas hasta que preguntó: “¿Estos hornos cocinan bien? Quiero hacerle un pastel a mi esposa”. Más tarde, compartieron un trozo del postre conmigo.
Hace poco más de un año, un vecino pesaba 130 kg. Comenzó a ir al gimnasio y a comer saludablemente. Al principio nos burlábamos de él, pero ahora pesa 75 y tiene una apariencia saludable. Al observar su progreso, con mi marido también dejamos de comer cosas grasas y harinas. Un par de semanas más tarde, decidimos asistir al gimnasio. Dos meses después ya se puede ver el resultado. En resumen, ahora todo el edificio lleva un estilo de vida saludable.
Los vecinos decoraron el ascensor para Año Nuevo
Vivo sola. Un día, decidí cambiar el techo del balcón. No me alcanzó el material, así que puse en un extremo dos azulejos que me habían quedado de la última refacción. De todos modos, no se notaba mucho. Los dibujos eran diferentes, por supuesto, pero si no mirabas al techo, ni te dabas cuenta. Una semana después, sonó el timbre de la puerta: era un vecino, un hombre joven que dijo que sus ventanas daban a mi balcón y que ya no podía seguir viendo esos dos azulejos diferentes. Trajo un pastel, materiales de construcción y remodeló el techo de mi balcón. Me enamoré.

¿Cómo te llevas con tus vecinos?